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El ex futbolista argentino, Juan Amador Sánchez, brindo una amplia entrevista en el Diario La Nación de Argentina en donde habló sobre su carrera y vivencias que tuvo en el mundo del fútbol al lado de grandes personajes. 

Amador, entre otros equipos, milito en Boca Juniors y River Plate. 

Aquí la nota 

Jugó en Boca y en River, pasó de San Martín a Atlético de Tucumán y de Nueva Chicago a Deportivo Morón, pero sobrevivió para contarlo, quizá porque es una persona muy querida en un ambiente plagado de celos y envidia. Después de 42 años en el fútbol, primero como jugador, luego como entrenador y ahora como manager, consiguió devolver a su querido Platense a la máxima categoría tras más de dos décadas. Compartió cancha con su hijo, lo dirigió en tres equipos y también lo sufrió como rival. Acumuló vivencias con personajes renombrados, desde Adolfo Pedernera a Diego Maradona, del Muñeco Gallardo al Polaco Goyeneche, de Passarella a Menotti, y sabe contar muy bien las anécdotas. Por eso lo buscamos, y así responde las 100 x100 Juan Amador Sánchez a LA NACIÓN.

1. –¿Quién es Juan Amador Sánchez?

–Un tipo normal que tenía el sueño de ser futbolista y al que sus viejos dejaron venir del campo a Buenos Aires para intentarlo, pero con una consigna: que me portara bien y que terminara el colegio. El colegio no pude terminarlo porque debuté muy joven, pero creo haberme portado bien en mi carrera. No era fácil para un padre dejar a su hijo vivir debajo de la tribuna de un estadio (el de Huracán), cuando ya se hablaba de drogas y un montón de porquerías. “Andá siempre por la ruta, lo único que te pido es que no te vayas a la banquina”, me dijo.

  

2. –Definite como futbolista.

–Era un defensor tiempista, me ayudó mucho haber sido un delantero rápido en mis comienzos. No hice inferiores, debuté en mi pueblo a los 14 años y después, por suerte tuve como entrenadores a grandísimos marcadores centrales que me enseñaron fundamentos del puesto: Ramos Delgado, Passarella, Rogel, Basile, Varacka, Higuaín como compañero y luego DT. Jorge Albil, el padre de Damián, cuando me trajo a Buenos Aires me decía: “Juancito, vos sabés gambetear y los delanteros no saben marcar”, entonces empecé a salir jugando del fondo y sumé un atributo importante. Y otro sabio del que aprendí mucho fue Adolfo Pedernera.

3. –¿Dónde lo tuviste?

–Cuando jugué en River, llegaba temprano al entrenamiento e iba a la confitería. Un día, un señor me dice: “Lo invito a tomar un café”. Y me empezó a corregir cosas. Como yo era derecho y jugaba de 6 con Higuaín, me decía que no enganchara para adentro, que me acostumbrara a salir para la izquierda. Me marcaba cosas puntuales. La segunda vez que me invitó, cuando se fue, le pregunté al mozo quién era el señor. “Don Adolfo Pedernera”, me contestó. Trabajaba en inferiores. Yo sabía quién era pero nunca lo había visto. A partir de ahí empecé a llegar siempre temprano y a escucharlo con gran atención. “A la platea San Martín le gustan los buenos jugadores y usted lo es, salga jugando, no se coma a los volantes”, me decía. Don Adolfo fue uno de los más grandes docentes que conocí en el fútbol.

4. –¿Por qué te pusieron Amador?

–Llevo los nombres de mis dos abuelos, a los que no llegué a conocer. Cuando arranqué en Huracán, el Baby Cortés, me dijo: “No podés jugar siendo Juan Sánchez, es demasiado común, agregate el segundo apellido”. Cuando se enteró que me llamaba Amador, me dijo: “Listo, tenés que ser Juan Amador Sánchez, así te identifican”. Y tenía razón, porque salvo en Huracán y en mi pueblo, que me conocen como Juancho, el mundo del fútbol me dice “Juan Amador”.

5. –El nombre encaja con tu forma de ser: sos muy querido en el ambiente.

–Sin ser egocéntrico, y con honestidad, te digo con mucha satisfacción que me siento un tipo muy querido en el ambiente. Y es el gran homenaje que le hice a mi viejo con eso de portarme bien. Lo perdí muy joven al viejo por un tumor en la cabeza. En esa creo que no le fallé, y en un ambiente muy difícil. También tuve la gran suerte de encontrarme en Huracán a compañeros grandes que me guiaron por el buen camino: Carlitos Babington, el Negro Longo, Brindisi, Avallay, Vidallé..

6. –¿Por qué decís que es un ambiente difícil?

–Porque hay muchos ego, envidia y celos, y sobre todo porque es un ambiente con mucha competencia. Un jugador de fútbol queda afuera del equipo y pone cara de culo. El fútbol no es yo, es nosotros, y el que no entiende eso no puede estar en un grupo. Siempre fue un ambiente muy pero muy competitivo, y más hoy con el dinero que ganan los chicos, por la exposición pública y las redes sociales.

7. –¿Qué es Totoras para vos?

–El lugar donde nací, donde nunca dejé de estar y donde terminaré mi paso por esta hermosa vida que Dios me dio. A Totoras la tengo presente todos los días: allí está mi hermana Mariana con sus hijos y, aunque perdí a mi hermanito Fabián con 27 años en un accidente en la ruta, quedaron sus dos hijas y su señora, están mis tíos, primos y mis amigos de la vida, que para mí son sagrados. Cuando jugaba al fútbol me iba todos los domingos a Totoras después de los partidos. Incluso, cuando gané mi único título en Primera, con River en 1991, la fiesta de premiación se hacía a la noche en el Sheraton, y yo llamé a mi hermano y le dije: “Prendé el fuego que en tres horas estoy ahí”. Y festejé con los míos en Totoras. Antes hacía el viaje en tres horas, andaba en el aire, pero después del accidente que se llevó a mi hermanito voy a 80: paro a comprar frutas, paro a comprar flores, paro a que la perra corra un poco, ya no tengo apuro de nada.

8. –¿A qué se dedicaban tus viejos?

–Mi vieja era ama de casa y mi viejo, tesorero del Banco Nación en varias ciudades de la zona pero tenía un segundo trabajo: fue uno de los primeros en asar vaquillonas con cuero en los remates de los dueños de campo. Una vez le hizo un asado al Popi Larrauri en el club para mil personas, vino Juan Manuel Fangio. Todas las fiestas del pueblo las hacía mi viejo, y cuando era para los bomberos o las parroquias no cobraba un mango. Por suerte nunca nos faltó el morfi y pudimos estudiar, pero en mi casa nos enseñaron a conformarnos con lo que había. No me olvido más el día que me regaló los primeros botines. Eran marca Rizzo Suar, de Rosario. Me los puse y salí a correr por el frente de casa, tenía 12 años.

9. –¿Laburaste de pibe?

–Hice de todo. A los 13 años empecé en la panadería: iba con mis amigos al baile los viernes pero a las 3 de la mañana me rajaba a hacer la masa. Después fui cocinero en un pub de mi tío: hacía las pizzas, hamburguesas y lomitos. Y de ahí me fui a una carpintería, donde tuve un accidente grave: me bajó la presión, me caí sobre la sierra y se me cortaron 6 tendones y el radio. Me llevaron al hospital, estuvieron a punto de cortarme el brazo pero el doctor Martínez me tuvo 6 horas y media en la operación y me lo dejó normal. ¡Increíble! Lo único que no pude hacer es seguir tocando la guitarra. Hice la recuperación de los dedos con una pelotita tipo esponja: la tenía en el bolsillo todo el día, en el colegio, en las salidas, y la aplastaba todo el tiempo. Así estuve un año. Mi viejo no quería que yo laburara en la carpintería: decía que no conocía a uno solo que trabajara de carpintero y no se cortara. Tenía razón. Después aprendí el oficio de plomero y estuve a punto de traerme las herramientas para seguir, cuando vine a Buenos Aires a jugar al fútbol.

10. –¿De qué equipo eras hincha de chico y quién era tu ídolo?

–De Boca, por mi viejo. Al principio me volvía loco con el Muñeco Madurga, después quería ser como Pancho Sa, que era el 2 de Boca y tocaba la guitarra como yo. Y con el Mundial 78 me enganché mucho con Mario (Kempes) y con el Loco (Houseman). Después, cuando uno es profesional ese sentimiento se va desvirtuando. Yo viví tres años debajo de la tribuna de Huracán, un club que me dio la posibilidad de debutar en Primera y me hice hincha del Globo. Y con Platense, sumando los años como jugador, entrenador y manager, más lo que vivió mi hijo en el club, es una historia de 15 años. Es muy fuerte lo mío con Platense.

11. –¿Cómo llegaste a Huracán?

–En Totoras había un técnico rosarino, Vicente Falabella, que decía ser amigo de Menotti. Mucho no le creíamos. A fines del 78 le dijo a mi papá que me quería llevar a probar a Buenos Aires para que me viera Menotti. Imaginate: en ese momento, César era Gardel. Vine descreído, nos acercamos a José C. Paz, donde practicaba la selección, nos anunciamos en la puerta y mientras esperábamos apareció Diego (Maradona) con Cyterszpiler en una Coupé Fuego roja, porque se entrenaba el juvenil. ¡O sea que al primer jugador profesional que conocí en Buenos Aires fue a Diego! ¡Increíble! César lo atendió a Falabella, a mí me puso con los suplentes en la práctica y tuve que marcar a Maradona, Ramón Díaz, Escudero y Calderón, o sea: a todos los monstruos que fueron campeones del mundo el año siguiente. Me fue bien y me mandó a ver a Bilardo a San Lorenzo. Tenían buena relación en ese momento. Fui al Gasómetro y Bilardo me puso en la Reserva y tuve que marcar a Doval y al Lobo Fischer. Todo eso en dos días. El tema es que enseguida San Lorenzo se fue de gira a Japón, Bilardo no dejó dicho nada, y entonces me fui a probar a Huracán, que quedaba cerca. Ahí gusté y decidí quedarme, porque encima estaba Houseman, al que admiraba.

12. –¿Cuál es el abecé del defensor central?

–Mirarle los ojos al tipo que viene con la pelota: de 10 veces, en 9 pone la pelota donde miró la primera vez. Eso me lo enseñó Ramos Delgado. Otra es un dicho turfístico: no jugarse todos los boletos a ganador. O sea: no salir siempre a anticipar al delantero, porque te pueden poner el cuerpo y fuiste. A veces hay que anticipar, pero en otras frenar y amagar para ganar un tiempo.

13. –El rival que peor te la hizo pasar en un partido.

-Carlitos Bianchi y el Coya Gutiérrez. A Bianchi lo enfrenté en el final de su carrera, con toda su experiencia: aparte de gran oportunista, Bianchi era muy mañero, te agarraba, te empujaba, te pisaba. Nos metió el gol, la gente de Huracán lo puteaba y festejó con un corte de manga (risas).

14. –¿Quién te pidió para Boca?

–Marito Zanabria, que había sido compañero mío en Huracán en el 83, cuando se retiró. Lo curioso fue cómo me enteré: mi viejo escuchaba siempre La Oral Deportiva por Rivadavia en Totoras, yo estaba de vacaciones, venía de la pileta del club y cuando llegué a casa me dijo: “Hijo, escuché en la radio que te vendieron a Boca”. ¡No lo podía creer! Me fui a lo de mi tío a pedirle el teléfono, porque en casa no teníamos teléfono, llamé a la sede de Huracán y le pregunté al gerente si era verdad. Y era verdad, nomás. Yo no tenía representante, ¡mirá cómo te enterabas de un pase en esa época!

15. –En Boca ganaste esa Liguilla histórica del 86 en la cancha de Newell’s.

–Fui suplente, pero estuve, una verdadera hazaña. Habíamos perdido 2-0 la ida con dos goles de Martino y en Rosario empezamos perdiendo 1-0, nos expulsaron a Hrabina, pero ganamos 4-1 y dimos la vuelta olímpica. Scalise se sacó la camiseta de Boca y tenía la de Central abajo, una locura, ahí la gente no reaccionó. El problema lo tuvo Claudio cuando volvió a Central, porque estaba a préstamo en Boca, y en Rosario lo volvieron loco. Esa tarde nos sorprendió ver en la cancha a La Doce con las banderas del Mundial. Después supimos que viajaron especialmente de México para ese partido y se volvieron a ir.

16. –¿Los apretó El Abuelo alguna vez?

–Lo vi una sola vez. Cayeron una noche un par de Traffic a La Candela, nos juntaron donde comíamos y habló El Abuelo un minuto. “Muchachos, este año hay elecciones en el club y la política es para los dirigentes y para nosotros. No queremos que ningún jugador se meta ni declare boludeces, dedíquense a jugar y no van a tener problemas”, dijo y se fueron. Cortito y al pie. Y creo que estuvo bien, porque un jugador de fútbol no tiene por qué meterse en la política del club.

17. –¿Te apretó mal la barra en algún club?

–Yo fui capitán en los 10 equipos en los que jugué y siempre tuve relación con la barra: te venían a pedir plata para los viajes, entonces juntabas y le dabas, no había violencia ni nada. La pasé mal en Unión una vez, en La Tatenguita, un lugar descampado. Habíamos perdido en Quilmes y en el regreso a Santa Fe tres compañeros se fueron a bailar a un boliche de Santo Tomé. Y en el boliche había un par de barras de Unión y se enteraron. A los dos días fuimos a entrenar y nos vinieron a visitar todos calzados, medio desenfocados, y nos metieron una apretada fea. Yo tenía 34 años pero me asusté, nunca me había pasado algo así.

18. –Con los años cambió bastante el tema de las barras.

–Como capitán, te conté, nos pedían que les juntemos para los viajes y nunca tuve problemas. Después, la barra pasó a tener un peaje fijo. Te ponían ellos el precio, había que juntarles lo que decían, ya no era a la gorra, a voluntad (risas).

19. –¿Fuiste testigo de la pelea de Passarella con Sandokán, el jefe de la barra de River?

–Todo empezó en el Monumental. Yo recién había llegado al club, estaba en la concentración del primer piso y de golpe escucho que Daniel empieza a gritar: “¿Qué te dije yo? ¡Que no te quiero ver acá ni con los jugadores!”, y en ese momento el tipo le dice “botón” o algo así, y lo empuja contra el tablero de las luces. Se rompió el vidrio del tablero, el tipo se fue corriendo y Daniel se sacó el reloj y bajó a buscarlo. Me acuerdo que salimos detrás de él con el Tolo, Passet y Basualdo. Y cuando llegamos al hall, Daniel lo tenía en el piso cagándolo a trompadas. Daniel era una bestia. A Sandokán no lo vimos más hasta que apareció en Santa Clara un año después en la pretemporada, también en un lugar descampado. Yo estaba afuera con el Gallego Vázquez y el Pucho Castro, y de una combi bajó un tipo camuflado con gorra y de golpe le tiró el puntazo. Creo que le dijo una puteada antes, y ahí Daniel se avivó y se fue para atrás y le rozó la oreja, si no, no sé qué hubiera pasado.

20. –Volvamos para atrás: en Platense viviste momentos muy buenos.

–Tuvimos una racha muy favorable con Boca, impensada: 10 partidos sin perder. Y le ganamos la final de una Liguilla con goles de Alfaro Moreno en la cancha de Ferro. Y nos mantuvimos en Primera. La salvada más increíble del descenso fue aquella contra River en el Monumental, en el 87, que perdíamos 2-0, el Pampa Gambier estaba en el banco de suplentes y en un momento se le paró enfrente al Chamaco Rodríguez y le dijo: “¿Qué esperás para ponerme?”. El Chamaco lo puso, el Pampa metió 3 goles, ganamos 3-2, Temperley apostó al empate con Central, que les servía a los dos y jamás se imaginó que nosotros lo daríamos vuelta. Desempatamos con Temperley el miércoles y le ganamos con un gol de Gambier. De película.

21. -¿A Goyeneche lo trataste?

-Sí, claro, el Polaco tenía una cábala: venía siempre al vestuario a hablar con el capitán antes de los partidos. Me preguntaba cómo estábamos y nos deseaba suerte. Y después se sentaba en un rinconcito de la tribuna que hoy lleva su nombre. El tenía palco, pero prefería ir con su hijo a la tribuna, solo, a un rincón donde no había gente. Un fenómeno. También tuve el honor de conocer su casa, su hijo me presentó a su señora, y participé de un homenaje que se le hizo en la Botica del Ángel. Mi viejo era tanguero 100 por ciento y fana del Polaco y de Floreal Ruiz, lástima que no se lo pude contar, se hubiese vuelto loco. El Polaco seguramente estará muy contento con este regreso de su Platense a Primera desde el lugar que nos esté mirando.

22. –¿Quién te pidió para River?

–Ahí me dio una gran mano un colega tuyo: Tití Fernández. En River hubo problemas entre Passarella y Serrizuela, se hablaba del regreso de Borelli y de Fabián Vázquez, y Tití le dijo al Tolo Gallego, con el que tenía relación: “¿Por qué no te llevás al 2 de Platense?”. El domingo arrancaba el campeonato, y el jueves sonó el teléfono en casa. Mi señora me dice: “Es Daniel Passarella”. Me cagué de risa. Se presentó, no le creí y le contesté en joda, le seguí la corriente. “Soy Daniel en serio”, me dijo, y ahí me tembló la pera. “Venite a Selquet, que estoy con el presidente de Platense y el de River, que arreglamos todo”. Fui rajando, me dijeron cuánto iba a ganar, les contesté que sí y al otro día me agarró Passarella y me dijo: “Vos sos pelotudo, ¿por qué no pediste más?”. ¿Qué iba a pedir si estaba contentísimo con ir a River a esa edad y conforme con lo que me ofrecían?

23. –En las prácticas lo sacudían feo a Ortega.

–Es cierto, sí, no lo podíamos parar: a la derecha lo agarraba Basualdo, a la izquierda el Loco Enrique, y por el medio le dábamos entre Higuain y yo, hasta que un día me agarró el Pipa y me dijo: “Escuchame, Amador, no le peguemos más a este pibe que nos va a hacer ganar mucha plata” y ahí empezó la historia de cuidarlo y mimarlo.

24. –¿Está bien que los grandes lastimen a los chicos cuando suben?

–No, lastimar no. Gracias a Dios, en 20 años de carrera no lastimé a nadie. Acá el tema es meterle fuerte para saber si el pibe que sube tiene carácter o no, si se la aguanta o no, y eso está bueno. Patadas tiradas para lastimar, como se vio en algunos casos en ciertas prácticas, es otra cosa. Ariel no decía nada cuando le pegábamos, se reía, era guapo. Ariel, como Diego, Bochini o Houseman nunca hablaban cuando les pegaban. Al contrario, cuánto más le pegaban, más te volvían a encarar. En mi opinión, Ariel está en un podio donde hay muy poquitos jugadores. Un podio no sólo de River, sino de todo el fútbol argentino.

25. –¿Cómo era el Gallardo que empezó a entrenar con los profesionales?

–A Marcelo le pasó lo mismo que me había pasado a mí cuando concentré por primera vez con el Roque Avallay en Huracán: me metí en una camita y no emití sonido. Marcelo concentró conmigo y con Ramón (Díaz) por primera vez, se acostó y ni habló. Era lo normal. Nosotros ya sabíamos quién era, porque los sábados bajábamos a ver los partidos de la categoría en la que jugaba, que era un espectáculo, hacían de a 5 goles por partido.

26. –¿Lo volviste a ver en estos años?

–En 2016, hacía mil años que no lo veía. Pasé por Rivercamp con chicos de mi pueblo para mostrarles el entrenamiento pero era a puertas cerradas. Le comenté al de seguridad, preguntó y nos hizo pasar. ¡Cómo nos atendió! Con un cariño tremendo. Era Juancito de acá, Juancito de allá, les contó a sus asistentes que había compartido las primeras concentraciones conmigo. Marcelo tiene una calidez diferente. Yo suelo ir a comer a un quincho armado con cosas de River donde soy el asador y van el papá y las hermanas de Marcelo, y el padre me agradece cómo nos portamos con su hijo y otros chicos en esos comienzos, como me pasó a mí con los Vidallé, Brindisi y Babington. Quiere decir que hicimos bien los deberes, son las cosas lindas que te quedan del fútbol. Marcelo es serio, trabajador, no vende humo, y le va como le va porque es un estratega de la puta madre. Y además tiene la humildad de los grandes.

27. –¿Quedaste mal con Passarella, que los limpió a vos y a Higuaín al poco tiempo?

–Al contrario, estoy superagradecido con Daniel y mantengo el contacto con él. Si yo pensaba que iba a terminar mi carrera en Platense y tuve la chance, a los 30 años, de jugar en River y ganar mi único campeonato. Daniel nos dijo al Pipa y a mí que iba a traer dos centrales más jóvenes, el Pipa se fue a Banfield y yo a Rafaela. El Pipa quedó enojado con Daniel y los terminé amigando yo, y al final fue su espía de rivales en el Mundial de Francia. A Daniel lo adoro, más allá de lo que fue como jugador, conmigo se portó mil puntos. Una vuelta me invitaron a “Polémica en el Fútbol”, pensaban que yo estaba enojado con Daniel, hablé bien, en el primer corte me dijeron: “Mirá que estamos haciendo un programa para pegarle a Passarella”. Entonces agarré y me fui.

28. –¿Qué recordás de ese único título de tu carrera?

–Todo, si fue la primera vez que salía campeón, con 30 años, y en un equipo tan grande como River, son cosas que no te olvidás nunca más. Yo había jugado casi completo el primer semestre, en el 90, y en la pretemporada me corté el tendón de Aquiles subiendo un médano, estuve más de 7 meses parado, y después me costó recuperar el lugar. Sí me acuerdo de un gesto del grupo, que juntaron dinero del premio que habían recibido por la Supercopa y me lo dieron, aunque yo no hubiera jugado. Que mis compañeros reconocieran el esfuerzo que hice me llenó de orgullo.

29. –¿Tenías trato con Gallego y Sabella en esa época?

–Claro, si varios años después el Tolo me llevó como ayudante a Independiente. Y con Alejandro jugué varios partidos en la Reserva cuando me recuperaba de la lesión. Era un cuerpo técnico de lujo. Alejandro era un tipo muy simple, con una inteligencia poco común en el fútbol: te marcaba errores y virtudes con mucha claridad y te lo explicaba sin vueltas.

30. –O sea que pese a la lesión, disfrutaste tu paso por River.

–Sin dudas. Al terminar los entrenamientos en el Monumental hacía siempre lo mismo: me acostaba boca arriba en el círculo central y me quedaba elongando cinco minutos más que el resto y mirando por el rabillo del ojo todo el estadio. “¿Me podés explicar qué carajo estás haciendo?”, me preguntó un día Daniel. “Miro el Monumental y pienso en la historia que hay acá en este pasto, te veo a vos levantando la primera Copa del mundo, veo la cantidad de jugadores que pisaron este pasto y yo soy uno de ellos, y trato de disfrutarlo porque no sé hasta cuándo me voy a quedar”. Sentía eso.

31. –¿Qué pensás de que Passarella no pueda pisar el Monumental?

–Me da muchísima pena, como también que Carlitos Babington no pueda ir a Huracán. A mí los dos me ayudaron muchísimo, son buenos técnicos y me parece injusta esa condena por una cuestión deportiva. Que el mejor defensor de la historia no pueda salir a la calle porque lo insultan también me da tristeza. Siempre digo que todos en la vida cometemos errores, y por eso no podemos ser jueces de nadie: cada uno tiene que vivir su vida, tratar de hacer lo mejor y no juzgar a los demás.

32. –Jugaste superclásicos con ambas camisetas y en ambos estadios. ¿Cuál es la diferencia?

–El Monumental lleno y con resultado a favor es ensordecedor y jugar en la Bombonera con las dos hinchadas se te mueve todo, es una sensación tan linda... Cagazo, no, a mí me da cagazo cuando se juega sin público, a mí dame la cancha llena siempre, es lo más lindo que le puede pasar a un futbolista. Una cancha sin gente es como dijo Ronaldo: ir al circo y que no haya payaso. No hay nada más lindo que te alienten o que te puteen, lo demás es muy triste, y pudimos apreciarlo en la pandemia. Siempre voy a preferir que me puteen 50 mil personas a un estadio sin gente.

33. –Hablando de insultos, ¿no te reputearon cuando pasaste de San Martín de Tucumán a Atlético?

–Para nada. A San Martín llegó el Flaco Gareca como técnico y me dijo que no me iba a tener en cuenta. Le agradecí por irme de frente, me volví a mi pueblo, pensaba dejar el fútbol, tenía 36 años. Salió en el diario, se enteró el Pipa Higuain, que dirigía Atlético, y me dijo que fuera porque se había ido el Moncho Monzón. “Pero Pipa, me van a romper la cabeza, ¿cómo voy a pasar de San Martín a Atlético?”, le contesté. Me insistió y me fue bárbaro, nunca tuve problemas en Tucumán, al punto de que con los años me llamaron de San Martín para que fuera como técnico y estuvo todo bien.

34. –¿Cuál de los dos es más popular?

–Uhhh, es difícil, los dos son muy populares. El hincha de San Martín quizás es más sanguíneo, más sufrido, va a todos lados, juegan con un equipo de Catamarca y te llenan la cancha, pero los dos te revientan la cancha. Tendrían que ampliar ambos estadios, les quedó chicos a los dos. Cuando jugué en Tucumán todavía estaban los pilotes del estadio que iba a ser sede del Mundial 78 y al final quedó en nada. El tucumano es recontra futbolero, mirá que yo jugué muchos clásicos pero el San Martín-Atlético se vive de una forma muy especial en la calle.

35. –Chicago es otro club pesado con las barras. ¿Tuviste algún problema ahí?

–Para nada. Llegué de grande a Chicago, me tocó jugar y andar bien, el equipo andaba muy bien, clasificamos al octogonal final, y cuando el equipo anda bien no te joden demasiado.

36. –De Chicago pasaste a Morón, otra apuesta brava.

–Tenía cierto temor, pensé que me iban a romper la cabeza, pero no, yo hacía lo mío, que no era tan vistoso pero siempre le metí ganas y cuando le metés ganas el hincha no te reprocha nada. En ese momento recuerdo que fuimos 5 jugadores de Chicago a Morón y pasó medio desapercibido. ¡Qué lindo también ese clásico, bien barrial, se llenaba de gente!

37. –Jugaste en Boca y en River, en San Martín y Atlético de Tucumán, en Chicago y Morón. ¿Cómo sobreviviste?

–Y sumale Unión y Rafaela, que también había pica. No sé, tendrá que ver con mi forma de ser, con que nunca declaré pelotudeces ni vendí humo, con que no hice ademanes, con que me dediqué a jugar al fútbol y lo hice con máxima entrega. Creo que el hincha ve esas cosas.

38. –Hoy es imposible recorrer ese camino.

–Y... hoy se agita mucho por las redes sociales y por los medios. La gente va a la cancha muy agitada, muy predispuesta a la puteada, al grito, y sumale que hay muchísimos problemas sociales y que la pandemia no ayudó en nada, porque hubo gente que estuvo un año y medio sin putear a nadie (risas). La puteada en la cancha es un medio de descarga muy grande.

39. –¿Alguna de las hinchadas de los clubes donde jugaste te pasan facturas por haber jugado en el clásico rival?

–Para nada. He ido a Tucumán a ambas canchas y no tuve ningún problema, también a la de River y de Boca. Escuchame: mi sobrino es fanático de San Lorenzo y como le consigo la entrada lo he llevado varias veces. “Tío, ¿cómo puede ser que te saluden acá si vos sos de Huracán?”, me pregunta. No puede entender que me siente en la platea y la gente me salude o me pida fotos. A lo sumo alguno me dice “¿Qué hacés acá, Quemero?”, y nos reímos, con buena onda. Así tiene que ser.

40. –Juegan River-Boca, ¿quién querés que gane?

–Me da lo mismo, miro el superclásico disfrutándolo, me digo para adentro: “Y pensar que yo fui protagonista de semejante espectáculo”. El superclásico es mundial, me tocó estar de viaje dirigiendo en otros países y todos te preguntan.

41. –¿Te sorprendió jugar con pelota naranja el superclásico del 86?

–Sentía tanta adrenalina en ese momento que ni me di ni cuenta que la pelota era naranja, como tampoco que River dio la vuelta olímpica antes de empezar el partido. Yo estaba en el banco de Boca, era mi primer superclásico, con toda mi familia hincha de Boca, y sinceramente me la pasé mirando las tribunas.

42. –¿Te costó tomar la decisión de retirarte?

–Me retiré siendo la figura de la cancha en un Morón-Chicago. Canal 9 me dio el premio al mejor jugador y cuando entré al vestuario estaban discutiendo un par de compañeros con dirigentes del club porque les habíamos regalado las camisetas a la hinchada, y al ratito se estaban agarrando a trompadas. El ascenso es así. Vi eso y dije: “Juancito, hasta acá llegaste”. Agarré los botines, el pantalón y la camiseta, los guardé en mi bolso, el utilero me pidió la ropa, le dije “me la quedo yo, no juego más” y ahí se terminó. Tenía 38 años. Llegué a casa y le dije a mi hijo Alan que no jugaba más, y su primera reacción fue: “No, papá, tenés que seguir, si juega Zaccanti, ¿cómo no vas a jugar vos?”, ja, ja, el Flaco es un amigo...

43. –¿Padeciste el día después?

–No, porque al poquito tiempo me llamó Omar Larrosa, al que había tenido como entrenador en Atlético Tucumán, y me dijo “Mirá que estoy por agarrar Huracán y quiero que vengas de ayudante”, así que arranqué al toque, le ganamos a San Lorenzo, después nos echaron porque hubo elecciones en el club y al poco tiempo empecé en San Telmo en Primera B.

44. –Vos no sufriste el retiro, pero me imagino que muchos excompañeros tuyos sí la pasaron mal, ¿no?

–Muchísimos. El después del fútbol es lo peor que te puede pasar si no estás preparado, y la realidad es que hay muchísimos chicos que no lo están, y han pasado cosas trágicas, como suicidios, gente que se mete en la droga o que han entrado a robar. Siendo jugador vivís en una nube de confort que es irreal y de golpe todo eso se termina y si no estás preparado vienen los problemas.

45. –¿Qué es lo que más sufre el exfutbolista?

–El olvido es lo peor que te puede pasar. Recuerdo que un día iba por la calle, me pegaron un grito, me di vuelta y era el Chulo Verón, un ex compañero de Huracán, defensor que jugó en Boca, y era el que venía corriendo detrás del camión de la basura. Me quedé duro. Ojo: recolectar basura me parece un trabajo dignísimo, eh, el tema es cuando estás acostumbrado a viajar en avión, a que te regalen ropa, a que te inviten a todos lados y de golpe no puedas aceptar la nueva realidad. Durante un año yo fui a La Candela en el auto con el Chapa Suñé, que trabajaba en las inferiores de Boca. Lo pasaba a buscar por Pompeya e íbamos hasta San Justo, imagínate si teníamos tiempo para charlar. Él ya se había tirado, pero me contaba con tristeza cómo se había terminado que le pidieran fotos, que en cualquier lado ya no lo quisieran atender primero, y me decía que no se había preparado para eso.

46. –¿Cómo se prepara uno para eso?

–Hay que enseñarles a los pibes desde chicos que el fútbol no es todo, que es parte de la vida, que no podés vivir sólo pensando en el partido del fin de semana, que hay vida aparte, que está la familia, que hay que conservar los amigos, que hay que terminar el colegio, que hay cursos para aprender diferentes oficios porque el fútbol se termina a los 35 años y de golpe uno pasa a ser un jubilado en plena vida. No es normal tener 50 mil dólares a los 17 años o un par de departamentos a los 23 cuando venías sin tener nada, ese cambio es muy brusco, por eso hay que prepararlos desde chiquitos, y por eso casi todos los clubes hoy tienen psicólogos en las inferiores. En nuestra sociedad hay cada vez más pobreza, más villas, muchos jugadores vienen de las villas, no van al colegio, los adulan, se llenan de amigos ocasionales, y todo eso se termina de golpe y si no estás preparado, se complica.

47. –Fuiste panelista en la tele. ¿Por qué dejaste?

–Acompañé a Diego (Díaz) un tiempo, después se cortó, pero me gustaba laburar en la tele, volcar estas ideas que estamos charlando, que te escuchen los chicos y uno los pueda ayudar. No a todos se les dice las cosas como son. Llevo 42 años en el fútbol profesional con subibajas muy grandes: de Huracán fui a Boca, y de ahí a Platense y ya no se acordaban de mí, de ahí a River y después a Rafaela, y otra vez lo mismo, y ese subibaja me enseñó a ver las cosas de un modo distinto. Además de los valores que me inculcaron mis viejos, ese subibaja me enseñó a que no se me volaran los pájaros. Cuando me tocó dirigir, intenté trasladarles esas vivencias a los jugadores, para que no se equivocaran.

48. –¿Ser DT de San Telmo es como ir a Vietnam?

–Fue una experiencia hermosa, y siempre le estaré agradecido por darme la primera oportunidad de ser entrenador. La isla es muy picante, claro, pero nosotros entrenábamos en la semana en Laferrere y sólo íbamos al estadio para jugar, nunca tuve problemas.

49. –¿Cómo apareciste dirigiendo a la selección de Haití?

–Había un profe argentino que había ido con Castelli, me hicieron una propuesta económica que me servía, era mi tercera experiencia como entrenador, y se trataba de una selección, por más chica que fuera, pero selección al fin. Estuve 10 meses, jugamos amistosos, no llegué a participar de las Eliminatorias pero fue una experiencia increíble. Después del nacimiento de mis tres hijos, fue lo más fuerte que viví. 

50. –¿Por qué?

–Porque vi lo peor que puede sufrir un ser humano: morirse de hambre en la calle. A diferencia de otros técnicos que habían pasado por ahí y vivían en Miami, fuimos el primer cuerpo técnico extranjero que se quedó a vivir en Puerto Príncipe para seguir a los jugadores en sus clubes. Y he visto gente muerta en la calle, al asistente mío se le murió la hija en el auto, hay muchas enfermedades. A las 7 de la tarde se cortaba la luz para ahorrar energía, es uno de los países más pobres del mundo. Y cuando íbamos a jugar a Miami, se nos escapaban los jugadores, preferían vivir en Estados Unidos sin papeles, rebuscándoselas, que hacerlo en Haití. La primera vez se nos escaparon dos, así que para el partido siguiente les dije: “Por favor, si alguno se va a escapar, avísenme antes, así traigo más jugadores y puedo completar el equipo”. La vez siguiente me avisaron y se fueron otros cuatro.

51. –¿Los entrenamientos?

–Eran a las 6 o 7 de la mañana, a las 9.30 tenías que haber terminado por el calor infernal que hacía. Los partidos del campeonato se jugaban en un estadio único, eran 3 o 4 partidos los domingos. El estadio estaba pegado al cementerio, y durante los partidos se escuchaba que venía música de ahí. Pensé que vivían de joda todos los días, después me enteré de que se trataba de un ritual en los entierros: ellos creen que al morirte pasás a mejor vida, entonces lo toman como algo festivo. En síntesis, fue una experiencia impagable para mí. Acá queremos la ropita de marca, el bife jugoso, te quejás porque se te quemó la milanesa y no valorás las cosas en su justa medida. Esa tremenda experiencia te sirve, entre otras cosas, justamente para eso.

52. –Dirigiste en Paraguay (Guaraní), Perú (Universitario) y Ecuador (Aucas, Olmedo y Manta), ¿qué liga está mejor armada?

–En Perú hay muy buenos jugadores, después yo soy un enamorado del futbolista paraguayo, que es recontra noble, deja la vida en cada entrenamiento. Con 2 o 3 paraguayos yo voy a Malvinas, pero como liga me quedo con la ecuatoriana. Creció muchísimo en lo profesional, tiene estadios muy lindos y está muy bien organizada. Es una liga muy seria.

53. –¿Cuál fue tu mejor ciclo como DT?

–Con Almagro subimos a Primera en dupla con Quique Hrabina, pero creo que el mejor laburo lo hice en Atlético Rafaela.

54. –¿El Pity Martínez, al que hiciste debutar en la Primera de Huracán, ya pintaba para ser un jugador distinto?

–Yo no lo tenía visto, pero el Gordo Apuzzo, que estaba en inferiores, me contó que había dos pibes que pintaban muy bien: el Pity y Jonathan Bustos, que después ascendió con Platense. Los vi en un entrenamiento y me gustaron. Más allá de las condiciones técnicas, que se veían a simple vista, el Pity tenía una personalidad bárbara, y lo tiré a la cancha muy joven.

55. –Igual, en Huracán se comió unas cuantas puteadas, le tocó una época complicada, varios años en el Nacional B.

–Casi todos los jugadores se comen puteadas, nadie nace siendo figura. En cualquier equipo, además, te ven con la 10 y quieren que te gambetees a todos, que des pases gol y metas goles. Y no es fácil hacerlo de entrada. El Pity, además, es un pibe extraordinario, educado, cuando lo cuestionaban en River yo decía: “Espérenlo que juega bien, tiene un destino importante en el fútbol”, así que cuando llegó a la cima me puso muy contento. E insisto: detrás de su talento hay una gran personalidad. Messi es lo mismo: aunque no lo parezca, tiene una personalidad impresionante, como Bochini, a todos los que juegan de 10 desde chiquitos los cagan a patadas y se les piden que resuelvan los partidos, entonces se van formando con una personalidad distinta, y después nada los amedrenta.

56. –¿Te frustró que te fuera mal como técnico de Huracán?

–La verdad que sí, fue un dolor muy grande. Estábamos en la B Nacional y no nos salieron las cosas. Lo sufrí mucho. De hecho, en un viaje a Madryn en micro, en la época en que estaba la ceniza volcánica y no podíamos ir en avión, paramos a cenar en Tres Arroyos, y a los pocos kilómetros empecé a sentir un dolor fuerte en el pecho y me terminaron internando en Bahía Blanca. Me asusté muchísimo, el equipo tuvo que seguir y yo me quedé ahí. Dirigió Spontón y ganamos. El doctor Roberto Peidró mandó pedir los estudios y por suerte no tenía nada. Había sido un pico de estrés, me hacía mucha mala sangre por no poder enderezar al equipo y me fui a los pocos partidos. Fue un golpe doble: en lo profesional y en lo sentimental.

57. –Ahí, encima, te perdiste la chance de ser ayudante de Almeyda en River.

–Exacto. Venía de hacer una gran campaña con Boca Unidos de Corrientes en el Nacional B y me llamó Matías para ir como segundo ayudante con Amato. En esos días me habló Alejandro Nadur, que había ganado las elecciones en Huracán, y me ofreció el puesto. Justo era Huracán. Matías lo entendió y me dijo que le diera para adelante. Ahora, con los hechos consumados digo que no fue una buena decisión, porque en Huracán no me fue bien y duré muy poco, y Matías ascendió y luego fue campeón en México y lleva varios años en la MLS, pero lo importante fue que la decisión la tomé yo, y eso me deja muy tranquilo. Tampoco me quejo de lo que viví después, eh.

58. –¿Alguna vez te peleaste o discutiste feo con algún dirigido?

–Jamás, si hiciera algo de eso no podría dirigir.

59. –¿Notaste alguna vez a jugadores que fueran para atrás? Como jugador, entrenador o manager.

–No, y me pone muy mal cuando se habla a la ligera de esos temas: jamás lo vi y jamás lo toleraría. Si viera algo así me agarraría a piñas de una con el que lo hace. No lo toleraría.

60. –¿Con algún compañero te agarraste a piñas?

–A Marcelo Espina, cuando era pibito, le pegué una patada, se enojó, discutimos feo y casi terminamos a las piñas. Hoy es uno de mis mejores amigos y padrino de mi hijo Stéfano.

61. –El día más feliz en el fútbol.

–Elijo dos: cuando debuté en Primera, porque era cumplir el sueño y me di cuenta de que podía ser futbolista profesional. Y otro fue el partido homenaje a Marcelo Espina, Colo Colo contra Platense, con 30 mil personas en la cancha, que pude jugar los 90 minutos con mi hijo Alan, algo impensado porque le llevo 25 años. Fue una sensación de felicidad semejante a la del debut.

62. –El día más triste.

–Cuando me rompí el tendón de Aquiles subiendo un médano en la pretemporada del 91 con River: venía de hacer un gran campeonato y Basile me estaba siguiendo para citarme a la Selección.

63. –¿Sufriste mucho con el campeonato que se le escapó al Huracán de Cappa con Vélez en 2009?

–Lloré muchísimo, porque además del sentimiento por Huracán, Alan integraba el plantel. Estuve en la popular con dos amigos de Alan de mi pueblo, y el clima estuvo bravo en todo sentido: por un lado la barra de Vélez les gritaban a los chicos que calentaban al lado del banco y por otro se desató el granizo y fue terrible. Después, pasó lo que pasó y ver a tu hijo llorando, cuando todos los hinchas estaban tan ilusionados, redondeó una tarde de mierda. Se cuestionó mucho a Brazenas, pero para mí la gran responsabilidad fue de Casas, el asistente: le anuló mal el gol a Eduardo Domínguez por un offside que no fue y convalidó un gol con un arquero caído por una infracción. El día anterior, Alan me había dicho: “Tenemos una jugada de pelota parada que si nos sale bien, los embocamos”. Eduardo Domínguez hacía un rulo, salía, volvía y cabeceaba por el segundo palo. Hizo eso, fue gol y se lo anularon.

64. –¿Para vos los bombearon o fueron dos errores y nada más?

–Siendo un futbolista con 20 años de carrera y otros 20 como entrenador y manager no creo en la animosidad, o no la quiero creer, en realidad, porque me desilusionaría muchísimo. Creo que, así como se equivoca un futbolista al patear o un entrenador al hacer un cambio, también se puede equivocar un árbitro. Después, hay jugadas que te dejan dudas para siempre, eso será eterno en el fútbol.

65. –El mejor técnico que tuviste.

–Tuve muchos buenos, pero si tengo que elegir uno, me quedo con José Manuel Ramos Delgado. Lo tuve en Platense, me enseñó muchísimo en el fútbol y me aconsejó en la vida. Fue el más completo, el más docente, el más laburador, el más respetuoso, el más padre. Fue un defensor de la hostia: jugó Mundiales, capitán del Santos de Pelé, columna del mejor Lanús de la historia, pero como persona fue más todavía.

66. –¿Y el peor?

–No diría el peor, pero Pipo Rossi pudo haberle hecho un gran daño a mi carrera y a la de otros compañeros. Llegó a Huracán con varios refuerzos y a los chicos que ya habíamos jugado 6 o 7 partidos nos mandó a nuestra división sin darnos una oportunidad. No nos dio ni pelota. Por suerte duró poco y enseguida nos volvieron a subir.

67. –Tus mejores amigos del fútbol.

–Hay un montón de gente a la que quiero mucho y con la que tengo una hermosa relación, pero a los que más frecuento, los que considero amigos de tantos años son Quique Hrabina, el Pipa Higuaín, Marcelo Espina, Claudio Spontón, el Vasco Olarticoechea y Manolo Corrado.

68. –¿El Amador Sánchez DT ya fue o puede revivir?

–No, no, está vivo, me siento muy bien en este rol como manager, aprendí muchísimas cosas en estos años, pero no dejé de ser entrenador para nada.

69. –¿Cómo surgió la idea de ser manager de Platense?

–En 2016 sonó el teléfono y era Pablo Bianchini, quien se postulaba para ser vicepresidente en las elecciones. Me contó que estaba en una lista y que, de ganar, pensaban en mí como manager. “¿Cuándo estás por Buenos Aires?”, me preguntó. Yo estaba llegando a Totoras, desde Buenos Aires. “Hoy mismo”, le contesté. Agarré un bolsito y pegué la vuelta. No quería perderme esa chance, ni que hablaran con otro antes. En la reunión le planteé mis condiciones: asesorar al club en lo deportivo, pero no quería saber ni cuánto ganaban los jugadores, no quería tener nada que ver con la plata. No me sentía capacitado al respecto. Se ganaron las elecciones por 100 votos y a partir de ahí arrancamos. En 2019 el que ganó las elecciones fue Bianchini y seguimos. Van cinco años, con dos ascensos y el retorno a Primera después de 22 años y con un montón de obras.

70. –¿Hablaste con algún manager antes de empezar?

–Si, claro, hablé con Berni (Romeo), con Bassedas, con Enzo, con César (Menotti), y más allá de algunos detalles puntuales, todos coincidieron en que era una función en la que, si me manejaba bien y no me iba a la banquina, no debía tener problemas. Y así fue. Permanecer cinco años en un puesto que uno no conocía me pone muy contento, significa que se están haciendo bien las cosas.

 

71. –Sinceramente, ¿se te cruzó al asumir que iban a volver a Primera?

–Cuando agarré este cargo, mi meta era llegar a Primera, no veía otra cosa que no fuera eso. Los cinco años que jugué en Platense fueron en la A, y necesitaba verlo otra vez ahí. Sabía que no era sencillo, que la B Metro era muy jodida y por suerte nos pudimos deshacer de esa categoría el primer año. Y la B Nacional la conocía muy bien y en el segundo año pudimos coronar y cumplir el sueño de muchísimos hinchas, porque la gente grande se emocionó, sí, pero acá había un montón de jóvenes de 30 años para abajo que no lo habían visto nunca a Platense en la A, entonces fue todo muy fuerte. La meta de volver me la propuse de entrada, lo que nunca imaginé es ver al club como está hora: con un microestadio nuevo, confitería nueva, sanitarios nuevos, campo de juego excelente, platea Liniers nueva, con butacas, sin alambrados. Y encima, todo en medio de una pandemia, que no es un tema menor.

72. –¿Cuál es la clave para haber levantado así a un club?

–Simple: se consigue con orden institucional, una bajada de línea y sin meter la mano en la lata. En nuestro caso, quienes conducen son hinchas de Platense de verdad, apasionados por el club, lo hacen de corazón y son muy profesionales, entonces cuando hacés bien las cosas es muy probable que te vaya bien. Hay clubes que en otras épocas deambulaban y se han instalado en Primera desde hace unos cuantos años porque hicieron muy bien las cosas: Lanús, Banfield, Defensa... Hay que copiar los buenos ejemplos, estamos encaminados por ahí.

 

73. –¿Qué hacés en el día a día?

–El club me pidió que sea la cara del fútbol, así que estoy con el plantel todos los días, no falto a un entrenamiento. Estoy atento a que esté todo en los entrenamientos, a las cuestiones de los viajes, a que funcione todo correctamente.

74. –¿Hablás con los jugadores y con el técnico?

–Sólo cuando me consultan. No soy de meterme si no me piden. Si viene un defensor y me pregunta “Che, Juan, ¿qué viste en el partido? ¿Cómo te pareció que jugué, en qué falle?”, ahí le digo lo que vi. Me encanta que me pregunten. Lo mismo si viene alguien del cuerpo técnico y me pregunta qué me pareció tal cambio o cómo jugó tal muchacho.

75. –¿Vos sos el que le sube o le baja el pulgar al DT?

–No. En Platense está el manager, que soy yo, y una secretaría técnica integrada por mi hijo Alan, Diego Huerta y por Daniel Vega, que se acaba de incorporar. Después está el presidente y cuatro dirigentes de la Comisión del fútbol, entonces los temas se charlan con la secretaría técnica, pero la última palabra la tiene la directiva. Antes yo era la única opinión deportiva; con la secretaría técnica se busca achicar el margen de error siguiendo a jugadores con un sistema de mapeo, buscando vincularnos con otros clubes, así hicimos un convenio de reciprocidad hace poco con Barcelona de Ecuador.

 

76. –¿Por qué duraron tan poco Llop, que había conseguido el ansiado ascenso, y Madelón?

–Nosotros arrancamos con Fernando Ruiz durante 3 años, y pudimos subir a la B Nacional. Al Chocho Llop lo recomendé yo y gracias a Dios se dio el ascenso a la A, luego se trajo a Madelón con toda la fe de que podía andar bien, y Leo no tuvo esa suerte. Lamentablemente, los resultados siempre van a primar en nuestro fútbol, y aunque a veces uno no esté de acuerdo, la decisión final, como te dije, es de los dirigentes. Ahora está confirmado Spontón.

77. –Lo conocés hace mucho.

–Claro, fuimos compañeros en Platense y en River, después fue mi ayudante en Huracán, también de Schurrer en Lanús, de Espina en Colo Colo, y luego fue armando su propio camino como entrenador principal, hizo todos los deberes para tener esta oportunidad y Dios quiera que le vaya bien. Es muy laburador, un chico que ya como jugador escuchaba mucho, y además es un emblema de Platense.

78. –¿Tenés que lidiar mucho con los representantes en esta función?

–Todo el tiempo. Te doy un dato: cuando se fue Madelón, en tres días me ofrecieron 60 directores técnicos. ¡60 a mí solo! Sumale los que le ofrecieron al presidente, a la secretaría técnica y al utilero. Como en todos los estamentos del fútbol, hay representantes malos, regulares, buenos y muy buenos. Tipos educados y otros que son cachivaches, y te quieren meter entrenadores o jugadores por WhatsApp sin ni siquiera llamarte y presentarse. Hay muchos pibes jóvenes irrespetuosos, que creen que metiendo un jugador van a ganar guita y se manejan muy mal. Y hay otros que se manejan muy bien. Como manager, debo atenderlos a todos, y después decide la directiva.

79. –Los hinchas de Platense son de tirar piedras o es un mito.

–Ja, ja, es un mito, todos los hinchas tiran cosas, y tiran lo primero que encuentran, y lo primero que suelen encontrar son piedras.

80. –¿No tuviste prejuicios del “que dirán” al laburar con tu hijo en la secretaría técnica?

–Para nada, porque a Alan lo contactó el presidente, yo no me involucré y además Alan se preparó haciendo un curso de director deportivo. Es un chico que tiene su personalidad y su carácter, y me llena de orgullo que siga el camino que se propuso. Alan hizo todas las inferiores en Platense, jugó en Primera, y ahora trabaja para el club. Compartir el laburo con tu hijo es algo muy lindo, para mí. Me llena de orgullo, además, que seamos del mismo palo. A Stéfano, mi segundo hijo, no le interesa para nada el fútbol y ni hablamos, su pasión es pelear en esas jaulas locas. Y mi hija, Danna Mia, que ahora vive en Boston, está casada con el sobrino del Turco Mohamed y se hizo hincha de Racing por el marido. Tengo dos nietos de Alan: Cala y Luz.

81. –¿Cómo fue dirigir a tu hijo, te costó?

–Lo dirigí en tres clubes. Primero en Platense: armé un equipo bárbaro, Alan ya había debutado, y en el segundo partido un boludo de la platea me gritó que lo ponía porque era mi hijo. Me sentí muy mal, porque Alan se sentía mal, encima un dirigente insinuó meterme un jugador, pensé que lo iba a perjudicar y renuncié. Después me arrepentí, porque ese equipo perdió el ascenso en la última fecha, Alan hizo 9 goles y lo vendieron. Cuando estaba en Boca Unidos, el presidente me dijo de llevarlo y pasó lo mismo de “eh, lo ponés porque es tu hijo”, me fui y ahí Alan se liberó y anduvo bárbaro. Y la tercera fue en Ecuador: había viajado a ver a mi nieta, Alan jugaba en Manta, pierden el clásico con Delfín, lo rajan al técnico, el presidente vivía arriba del departamento de Alan y me tocó el timbre para que agarrara el equipo, ja, ja increíble. Yo ya había dirigido Aucas y Olmedo en Ecuador. Arranqué al día siguiente, nos fue bien, vino un receso y cuando quisimos volver se produjo el tremendo terremoto de Manta y al poco tiempo agarré en Platense.

82. –¿Cómo fue el día que Alan te convirtió un gol como rival?

–Loquísimo. Yo estaba dirigiendo a Olmedo, él jugaba en Grecia, vino la crisis económica y lo contrató Manta. Me puso re contento, hacía como 10 meses que no lo veía y lo iba a tener cerca. Llegó y el primer partido era contra mi equipo. Le dijo al técnico que venía sobrecargado, para que no lo pusiera, pero lo concentró igual. Ahí nadie sabía que era mi hijo, además acababa de llegar y Sánchez es un apellido común. “Ojo con ese Sánchez, es argentino y le pega bien a la pelota, no lo dejen dar vuelta”, les dije a los mediocampistas en la charla técnica. Yo estaba peleando el descenso, íbamos 1-1 y a los 60′ Alan pidió el cambio, “ya está, 1-1, nos vamos los dos contentos”, pensó. No lo sacó, le cayó una pelota, giró, pateó y la clavó. Los compañeros lo fueron a saludar y este se largó a llorar, nadie entendía nada. Y ahí vino al banco a darme un abrazo. “Papi, perdóname”, me dijo. “Andá, hace otro, tranquilo”, le contesté. Y nos terminaron ganando 3-1.

 

83. –¿Cuándo decidiste apostar definitivamente por la pelada?

–Cuando cumplí los 50 dirigía Boca Unidos y tenía que andar acomodando el techo a cada rato. Al poco tiempo, estando en Ecuador, un día había mucho viento, y no sé si por eso o por la tierra, me vi en el espejo y era un desastre, parecía una muñeca abandonada, así que llegué a casa, me lo corté, después me compré una maquinita y listo, me la paso yo y a otra cosa. Se cayó, ¿qué vamos a hacer? Ya lo dijeron varios sabios: lo único que detiene la caída del pelo es el piso. Y la resina... la resinación, ja ja.

84. –¿VAR sí o no?

–VAR sí, pero bien aplicado. Que se use para cobrar un offside de medio meñique es una pelotudez pero si es para saber si la pelota entró o no, o si un jugador le pegó una piña a un rival que el árbitro no vio, bienvenido. Me encantaría que se aplique para mejorar el juego, no para empeorarlo. Tampoco se puede perder tanto tiempo: si del VAR llaman al árbitro, que sea con una decisión ya tomada, no pueden llamarlo y recién ahí ponerse a hablar, porque si no es una reunión de consorcio y se desvirtúa el juego.

85. –Llevás más de 40 años en el fútbol y sólo fuiste campeón en la A una vez. ¿Se pierde más de lo que se gana en el fútbol?

–Así es, por eso traté de disfrutar al máximo las veces que me tocó ganar algo: el título con River, los ascensos con Almagro y Platense. Es una sensación muy placentera y hay que tratar de disfrutarla a fondo.

 86. –Sos un tipo muy querido en el ambiente, hablás bien de todos. ¿Hay algún protagonista del fútbol al que no te banques?

–Sí, a Sampaoli. Cuando dirigía a Universitario, en Perú, se decía que si no me iba bien con Melgar podía rodar mi cabeza y Sampaoli tuvo la mala suerte de llamar a un representante que me conocía. “Ustedes los argentinos son bravos, eh, se pisan el poncho. Me está llamado Sampaoli que quiere ir a la U”, me contó. Corté y lo llamé a Sampaoli, lo cagué a puteadas y le dije que si me lo cruzaba lo iba a cagar a trompadas.

87. –¿Te lo cruzaste?

–No, me hubiese encantado cruzármelo. Cuando fue entrenador de la selección quise entrar al predio de la AFA, hablé con su jefe de prensa, pero no me dejaron. Obviamente no me hubiera agarrado a trompadas en el predio pero me hubiera encantado preguntarle por qué, si se la pasan hablando de ética, tuvo esa actitud.

88. –¿Con Scaloni hay que quemar los manuales, que agarró la selección sin haber dirigido ni un club y ganó un título después de 28 años?

–Scaloni hizo casi toda su carrera en Europa, se preparó, conoce el predio de la selección, está bien rodeado con un cuerpo técnico de lujo, todos tipos laburadores y de bajo perfil, que no venden humo. Hay un cúmulo de cosas para que te vaya bien. Tampoco me parece una casualidad que un tipo como Messi le dé un abrazo como le dio al ganar la Copa América: esa relación con los jugadores no la consigue cualquier entrenador. Noto que este plantel tiene un cariño y un compromiso muy grande con el cuerpo técnico. Cuando el entrenador tiene el respeto de los jugadores, ya hay media batalla ganada. Argentina está muy bien, tiene un plantel con jugadores de mucha personalidad, jugando en equipos importantes de Europa, que llegarán al Mundial con bastante experiencia y, sobre todo, con algo muy importante, como lo es haberse sacado la presión de ganar un título.

 

89. –¿Messi o Maradona con la pelota en los pies?

–Son dos monstruos y no me gusta hacer la diferencia, pero más allá de la cuestión afectiva por Diego, si te hablo de fútbol elijo a Maradona en todo. Messi es el mejor futbolista del mundo pero no le pegan lo que le pegaban a Diego. Hoy el talentoso está más cuidado, están las 14 cámaras por estadio, el VAR... Me encantaría conocerlo a Messi, igual, me parece un chico brillante.

90. –¿Cómo nació tu relación de amistad con Maradona?

–Su primera aparición pública después de la suspensión del Mundial 94 fue un Mundial de fútbol rápido que se jugó en Estados Unidos, televisado por Canal 9. Estaba Lalo Maradona, que había sido compañero mío en Boca, y me invitó a ir. Yo había dejado Unión y me fui a jugar. Estaban Carlitos Randazzo y Leonel Pernía, el automovilista, entre otros. Pegamos buena onda y al regreso le hice de sparring en su preparación para volver a jugar en Boca con el mechón amarillo. Fueron 6 meses donde íbamos a jugar a Palermo, nos entrenábamos en el Cenard, supervisado por el Doctor Lentini: nos medían sangre, presión, ritmo cardíaco, musculación, mañana y tarde. Hicimos una amistad muy linda y un día me dijo: “Necesito jugar un partido de once, ¿por qué no armas uno en tu pueblo, Juancito?”.

91. –No lo podías creer.

–Nah, fue una locura todo. Primero, los nervios para que se concretara. Habíamos quedado en juntarnos a las 8 de la mañana en General Paz y Panamericana y eran las 10 y no venía. Si fallaba era un papelón, no podía pisar más el pueblo. Apareció a las 11, cuando me estaba muriendo de un infarto, me senté a su lado en el auto y le dije “dale, metele”. En la ruta estaba todo Totoras y los pueblos vecinos esperándolo. No existían las redes sociales, entonces había un descreimiento de que Diego fuera a ir.

92. –¿Cómo salió todo?

–Llegamos al club en caravana y estaba toda la gente agolpada en el gimnasio, entonces Diego mandó cerrar la puerta y fue haciendo pasar de a 3, y entonces firmó y se sacó fotos con todos. Después jugó y en el segundo tiempo se puso la camiseta de Unión Fútbol Club de Totoras. Lo cuento y sigo sin creerlo. Fue un hecho histórico para el pueblo, quedó muy marcado, porque cada uno se llevó un recuerdo más allá de haberlo visto jugar. Lo gracioso es que antes de salir a jugar, nos juntó y nos dio una arenga: “Muchachos, esto es muy lindo, acá todo es una fiesta, la gente va a disfrutar, todo bárbaro, pero yo quiero ganar, vamos a jugar en serio”. Hasta en eso fue un grande. Y encima tuvo un gesto hermoso con Hernán Fonseca, un gran amigo del pueblo.

93. –¿Mantuviste la relación después de ese partido?

–Sí, y hay una anécdota linda. Un día vino Diego a mi departamento, en Caballito, y nos pusimos a jugar a la pelota en el living con mis hijos. Hacía calor. Diego estaba en cueros y descalzo, solo con el short. De golpe dijo que quería tomar helado, llamamos al delivery y cuando sube el pibe con el helado y toca el timbre, yo estaba saliendo y Diego me primereó para pagar. “Pibe, trajiste el helado, ¿cuánto es?”, le preguntó Diego, en cueros y descalzo. Me acuerdo la cara del pibe: se quedó petrificado, no entendía un carajo, ja, ja...

94. –¿Cuándo fue la última vez que lo viste?

–En 2001, el día de su partido despedida, estuve en el Hilton a la noche, en la fiesta. Imaginate lo que era eso: cantaban Los Piojos, la Sole, Los Ratones, Luciano Pereyra, había invitados de Europa, los mejores jugadores de todo el mundo, y en un momento pasó Claudia y me dijo: “¿Lo saludaste a Diego? Mirá que te quería saludar y si no lo hacés se va a enojar”. Entonces me acerqué al VIP que le habían armado, y de esto tengo de testigos a mi hijo Alan y a Oscarcito Acosta. Me ve, me da un abrazo y me dice: “Juancito, ¿cómo estás, hijo de p...? ¿Cuándo vas a ganar un partido con San Telmo?”. Casi me muero, yo pensaba: este tipo vive en Cuba, está en el medio de su fiesta homenaje con invitados de todo el mundo y sabía que yo estaba dirigiendo a San Telmo. No se puede creer.

95. –¿No lo viste más?

–Sí, sí, estuve en “La Noche del Diez”, en 2005. Estaba dirigiendo a Guaraní y la producción me mandó un avión a Paraguay para que viniera especialmente al programa. Después llegué a trabajar un tiempo con Diego y con Coppola cuando abrieron una oficina de representación en Puerto Madero. Yo tenía que atender a la gente, recomendar jugadores. En un momento me pidieron recomendar un 10 que todavía no hubiera debutado en primera para la Juventus. Di el nombre de Pisculichi, que estaba en la Reserva de Argentinos, y armé una reunión con Luis Segura. Después vino la pelea entre Diego y Guillermo, se disolvió la sociedad y se terminó.

96. –¿Después de eso, sí, ya no lo viste más?

–Hablé alguna vez por teléfono, pero después perdí el contacto y ya no pude llegar más. Si no podían sus compañeros del 86, ¡imagínate yo! Quise ir a verlo a un entrenamiento de Gimnasia para charlar un rato, pero no se pudo, una pena.

97. –¿Te sorprendió su muerte?

–Llegué del entrenamiento a casa, estaba solo, prendí la tele y no podía creer lo que escuchaba. Fue durísimo, porque de Diego podías esperar cualquier cosa menos que se fuera. Me puse a llorar, me quedé medio helado. Y a la noche le hice un pequeño homenaje, a mi manera: me abrí un champagne, me prendí un habano, le dije “chau Diego, gracias por todo” (se quiebra, se pone a llorar). Al otro día me hice un tatuaje en mi pierna izquierda: es la imagen de Diego corriendo y le agregué una dedicatoria con su firma que me había hecho: “A Juan, con cariño. Diego”.

 

98. –De todo lo que pasó después de su muerte...

–No sé, yo no opino qué hacen los demás con su vida, como te contaba antes, todos nos equivocamos, ¿quién es capaz de juzgar a otro? Siempre sentí que lo tuve presente en mi vida: fue el primer futbolista profesional que conocí apenas pisé Buenos Aires, somos contemporáneos, viví seis meses a su lado todos los días, vino a jugar un partido a mi pueblo, estuvo jugando a la pelota en mi departamento, me emocionó con su fútbol. Siempre quise ver todo lo lindo y lo bueno, sólo eso me importaba.

99. –¿Cómo fue la historia con la remera?

-En la pandemia vi una remera con un estampado de Diego que me gustó, la compré, y cuando con Platense nos clasificamos a la zona campeonato, dije: “Me voy a poner esta remera que nos va a dar suerte”. No la lavé más, la usé todos los partidos, tambaleó en los penales con Riestra y llegó a la final con Estudiantes de Río Cuarto. Fue muy loco, pero esos dos últimos partidos se jugaron en la cancha de Newell’s y encima nos tocó el vestuario local. Cuando llegaron los penales, entre que elegían los pateadores y demás, me mandé un pique hasta la antesala del vestuario, me paré delante de su gigantografía y le hablé como un loco: “Dale, Gordo, dame una mano, que de esto sabés un montón”. Y me volví para el campo.

100. –Te escuchó.

–No tenía ninguna duda de que Diego estaba ahí y nos iba a ayudar, así que después de los penales le fui a agradecer. Nosotros habíamos estado entrenando toda la semana en el predio de Newell’s, porque nos tocaron los dos partidos ahí, así que a Diego lo veía por todos lados. Después del ascenso finalmente lavé la remera y la guardé con todas las cosas que tengo de Diego: un sombrero de telgopor de su casamiento con Claudia, la pelota firmada del partido en Totoras, una cinta de capitán de él, fotos firmadas. Diego no me iba a fallar, como aquella vez que me prometió venir a Totoras a jugar, imposible que te fallara. Diego es de fierro.

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