En su mejor época corría los 100 metros planos en 10.9 segundos y sus remates llegaron a alcanzar los 150 Km por hora. Inolvidable e inverosímil su gol ante Francia con un Barthez que solo pudo mirar como ese bólido entraba a su marco.
"Cuando golpeo, veo que la pelota se va completamente fuera, pero el viento que entró por la derecha del estadio de Lyon, la devuelve a la portería. Es un milagro, algo que sólo sucede una vez en la vida", llegó a decir el ex jugador del Real Madrid.
Pero Roberto Carlos da Silva Rocha, nacido en el año 1973 en Garça, Estado de São Paulo en Brasil, fue más que un explosivo lateral izquierdo con una potencia descomunal en su pierna izquierda. A todas las propiedades que se le han otorgado al café habría que investigar si el mismo tuvo algo que ver con el pequeño bautizado de esa forma en honor al famoso cantante brasileño. Su niñez la pasó en medio de una hacienda cafetalera en donde trabajaban sus padres; ahí el pequeño de piernas fuertes y más anchas de lo normal ayudaba a recoger el grano o acompañaba a su papá a distribuir el producto en camión. Mientras iba creciendo, su afición por el fútbol fue en aumento y su capacidad para pegarle a la pelota fuerte y con puntería también crecieron. Cuando tenía doce años debió dejar la hacienda y a sus padres e irse a vivir con su abuela, el dinero no alcanzaba en el hogar de los da Silva. Fue a recalar en el pueblo de Ararás y lejos de ir a la escuela como la mayoría de los niños, Roberto empezó a trabajar en una fábrica textil y a jugar con el equipo del trabajo. Un visor del União São João lo vio y se lo llevó al plantel juvenil. Con 14 años llegó al primer equipo y con 16 participó en la selección Sub-20 de Brasil siendo señalado como una de las mayores promesas del fútbol carioca. De ahí en adelante su carrera explotó como él por su banda izquierda.
Roberto Carlos, el futbolista, fue más que su gran técnica, velocidad y potencia, más que sus lanzamientos de tiro libre. Por cierto, sobre estos lanzamientos tenía un ritual que consistía en poner el balón con la válvula hacia abajo y de frente a él, lo que daba más efecto al remate. Empezaba una carrerilla desde unos 20 metros, empezando de puntillas y terminando con grandes zancadas antes de realizar su potente disparo con la pierna izquierda.
Pero el mayor aporte de Roberto Carlos podría decirse que fue redefinir el concepto de lateral cuya principal función era de corte defensivo para transformarse en un atacante más, con un certero centro al área rival y un golpeo excelso de balón hacia el marco contrario, de hecho, en su carrera anotó un total de 108 goles y dio 137 asistencias de gol. Sin embargo, no todo fue sencillo a pesar de su extraordinaria calidad, más bien ésta en un momento de su carrera fue un problema. Roberto Carlos saltó a Europa en 1995 para jugar en el Inter de Milán. Su temporada fue amarga. No a nivel individual, donde anotó siete goles; sino en el aspecto colectivo en la que no ganó ningún título. Pero, sobre todo, no tuvo una adaptación agradable al juego del equipo. El inglés Roy Hodgson, el entrenador en esa época, decidió que jugaría de extremo, pero esto lo limitaba mucho. "En el Inter me pusieron a jugar de extremo e incluso de delantero. El gran problema es que yo en los primeros siete partidos metí siete goles. Entonces me pusieron arriba y sufrí un montón. Hablé con el presidente para decirle que no podía jugar ahí porque luego venía la Copa América y para ir yo tenía que jugar de lateral". "Hodgson me destruyó, me hizo jugar en el centro del campo. Así no iba a tener ninguna oportunidad. No es que nos llevásemos mal, es que él no sabía de fútbol". Quizá demasiado duro con un entrenador reconocido, pero siendo sinceros, con pocos logros deportivos de relevancia.
Campeón del mundo en 2002 y dos Copas América con su 'Seleção Brasileira'; tres Champions Leagues con el Real Madrid y cuatro Ligas con el mismo club; siendo Balón de Plata en 2002, solo detrás de su compatriota Ronaldo Nazario. Además, un segundo puesto en el FIFA World Player (1997). La FIFA se refirió a él como "quizás, el mejor lateral izquierdo de la historia del fútbol".
Su paso por la Casa Blanca fue lo mejor de su carrera deportiva; sobre este hecho comentó: "Recuerdo la primera vez que jugué en el Bernabéu, delante de 80.000 personas. Yo estaba como... 'Ehh, ¿qué estoy haciendo aquí? ¿Y ahora qué sucede si cometo algún error?' ¡Era acojonante! Pero también fue uno de los mejores días de mi vida" y también expresó ya retirado: "Llegabas al vestuario, te sentabas, mirabas a tu alrededor y veías al ganador del Balón de Oro, al jugador del año en España, al Pichichi, al mejor portero del mundo. Ser parte de ese ambiente fue muy especial. A veces me sentaba y pensaba: 'Mira de dónde has venido y mira dónde estás ahora'. Sentía orgullo".
Luego de su salida en el 2007, recaló en varios clubes de un nivel menor, aunque siempre mostrando pinceladas de su excelente forma de jugar al fútbol. En sus últimos cuatro años activo jugó en el Fenerbahçe, Corinthians y el Anzhi de la Liga Rusa. Con los turcos, además, sumaría sus dos últimos títulos como profesional, con dos Supercopas turcas, llegando a un total de 21 trofeos en sus 21 años como jugador. Luego de su retiro en 2012 (aunque tuvo una breve reaparición de tres partidos en el 2015 en el Delhi Dynamos Football Club de la India), buscó fortuna en el banquillo como director técnico pero los resultados positivos no llegaron. Actualmente se desempeña como comentarista y analista en Real Madrid Televisión en donde percibe 140 mil euros al año por dar su opinión al aire. Poca cosa si se considera que su patrimonio está estimado en US$160 millones. Además, es también el Embajador Global del Programa Social para Niños de Gazprom International Football for Friendship. Y, por supuesto, diariamente sigue saboreando un humeante y delicioso café como cuando era apenas un chico en aquella vieja casa de madera en la hacienda cafetalera de Garça.
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