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Braian Romero: el milagro del goleador y campeón argentino que no podía caminar

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Se despertó de una siesta con un dolor fortísimo en el sacro. "No vas a poder jugar más al fútbol". El diagnóstico médico, en noviembre de 2012, cayó como una sentencia. Acompañado de su esposa, Romina, se marchó llorando desde la consulta en Villa Urquiza hasta su casa, en Beccar. 

Le pidió a Dios que le diera otra chance: el fútbol, en definitiva, era lo que más amaba. Le dolía el cuerpo, y también el alma. Una artritis reumatoidea (una enfermedad que lleva a la inflamación de las articulaciones y tejidos circundantes) lo tenía a maltraer, inclusive para caminar. Se aferró a Dios y batalló. En el medio, un deseo de superación del momento y el desafío de seguir persiguiendo las metas. Es la historia de Braian Romero, que hoy vive su mayor felicidad en el fútbol: es campeón y máximo goleador de la Copa Sudamericana con Defensa y Justicia.

"Ese día en el que me levanté de la cama el dolor era terrible. Y desde Acassuso, mi club, me llevaron a ver a un médico porque no sabíamos qué era. Fuimos al hospital, estuve 15 días internado y prácticamente no podía moverme de la cintura hacia abajo. Me hicieron un montón de estudios para ir descartando cosas. Y a los seis meses me detectaron esa enfermedad. Un mazazo", detallaba Romero para el diario argentino La Nación, unos días antes de la final.

A Romero, su mundo, el de la pelota, se le había venido abajo. "Tomaba tres pastillas por día y un corticoide por semana. Pero nada funcionaba y el reumatólogo me recomendó que dejara de jugar al fútbol, que ya estaba. Me decían que inclusive podía tener complicaciones para caminar en el futuro. Fue un golpe durísimo. Yo estaba jugando bien en Acassuso y había entrado a un lista de futbolistas de la B Metropolitana", narraba su historia.

La lucha duró más de un año y dos meses. Al presidente de Acassuso, inclusive, le recomendaron que le buscara a Romero un espacio para trabajar dentro del club. "En un momento, cuando ya no sentía alivios, estaba quemado de la cabeza. Mi abuela me insistió para ir a la iglesia. Honestamente, yo creía en Dios, pero hasta ahí nomás. Siempre con respeto, pero no le daba demasiada importancia. Entonces un día fui y me encontré con un pastor. Él me ayudó mucho, me habló de sanar. Yo le preguntaba cosas, leía, empecé a interesarme. Un día escuché algo muy lindo: hablaba de la fe. Entonces comencé a acercarme más y más. Y sin ninguna sugerencia, ni del pastor, ni de mi abuela, ni de nadie, dejé de tomar las pastillas. Fue una decisión absolutamente mía. Al tiempo mis estudios y mi cuerpo empezaron a mejorar", subrayaba.

Romero se lanzó: empezó a caminar, a trotar y a correr. Lo intensificó, lo hizo cada vez más fuerte. "Un día me di cuenta de que ya nada me dolía. El médico que me dijo que no iba a poder jugar más no podía creerlo cuando vio que estaba recuperado. Él hizo todo lo que estuvo a su alcance. Y creo que gracias a Dios yo me puse bien. Fue un milagro".

A ocho años de uno de los momentos más difíciles de su vida, Braian Romero disfruta el presente. Fue el mayor anotador de la Copa Sudamericana, con 10 conquistas en nueve partidos, incluido uno en la final. "Soy uno de los más grandes de Defensa y ocupo un rol en el que trato de transmitir paciencia a los más chicos", se situaba, con la final en la mira.

Romero es uno de los baluartes del "Halcón", que consiguió ante Lanús el primer torneo internacional de su historia. El premio a un hombre que se empecinó en luchar contra el reloj. Mucho sacrificio, voluntad. Y no duda: volvería a pasar por ese sufrimiento para tener la vida de la que hoy goza. "Esa experiencia me marcó muchísimo y me ayudó para estar centrado, para estar con mi familia. Hoy tengo todo lo que quiero, a mi mujer y a mis tres hijos. Siento que la enfermedad fue un momento que Dios me puso en el camino y volvería a elegirla porque me ayudó a valorar muchísimas cosas y a crecer como persona", contaba.

Romero sabe lo que es volver a levantarse. Siempre estuvo decidido a mantener la mente en positivo. A su despegue en Acassuso siguieron pasos por Colón, Argentinos, Independiente y Paranaense (Brasil). Con altos y bajos, se lució en el Halcón de Florencio Varela desde que puso la firma en septiembre de 2020 (su ficha pertenece al Rojo de Avellaneda). "Me sentí muy cómodo en Argentinos porque logramos el ascenso y fui goleador. En La Paternal encontré muchísima felicidad, la gente me hacía sentirme querido. Y a Defensa llegué con muchos sueños, pero nunca imaginé que iba a darse de esta manera. Sin dudas en la actualidad estoy mostrando uno de mis máximos rendimientos", remarcó.

Romero es un pibe de barrio, que mira alrededor y siempre está dispuesto a tender una mano. No se olvida de sus días de trabajo en una verdulería familiar de Juan B. Justo al 200, cuando tenía 20 años. Conciencia social para el goleador que hoy tiene un merendero, aunque él prefiere mantener un perfil bajo. "Es algo que hago callado porque soy vergonzoso. Con mi familia intento ayudar al resto. Y durante la cuarentena por el coronavirus salimos a repartir alimentos en la calle", contaba quien también ha colaborado con peñas del Halcón.

Sin dudas, Romero construyó su historia a pesar de las adversidades. La fe le sirvió como bastón y motor a la hora de atravesar situaciones límite. Y en cada una de sus respuestas son identificables las ganas de salir adelante. "No tengo dudas: nunca habría sido la persona que soy si no hubiera transitado esa enfermedad. Humildemente, creo que a través del fútbol hay un mensaje para la gente que está con dolor. A veces hay una salida".

 

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