El entrenador alemán, Jürgen Klopp, ha hecho historia en Inglaterra al ganar con el Liverpool la Premier League 30 años después. Llegó en 2015 para reanimar a los 'reds' y lo ha conseguido. Antes hizo lo mismo en su país con el Mainz y el Borussia Dortmund.
En octubre del 2015, cuando el Liverpool naufragaba a mitad de tabla, Jürgen Klopp, un especialista en recuperar identidades perdidas, dio un paso al frente. Otros técnicos, en aquel momento con más caché que el suyo, no se atrevieron, pero él aceptó el desafío de enderezar una nave histórica encallada en ninguna parte. Cinco temporadas después los 'reds' son campeones de Europa, del mundo y acaban de conquistar la Premier League, la primera tras 30 años de sequía. Klopp le ha dado la vuelta por completo a uno de los conjuntos con mayor solera y número de fieles del planeta fútbol. Una revolución a toda máquina, perfectamente engrasada, que se ha impuesto a clubes-estado con mayor capacidad económica como el Manchester City.
Porque Klopp es una especie de Robin Hood en estos tiempos modernos del deporte rey y su carisma desata pasiones. Proyecto que toca, proyecto que devuelve a la vida. El método es sencillo, impregnarlo todo de intensidad y apelar a los sentimientos. Le pasó en el Mainz, luego en el Dortmund y ahora en el Liverpool, un club que ha redimensionado. "No solo quiero ganar, quiero sentir". Siempre a tumba abierta, se ha convertido en el primer técnico alemán en levantar una liga inglesa. Criado en un pequeño pueblo de la Selva Negra, pudo ser médico, pero no le dio la nota y se metió en el fútbol para coser heridas, lo más parecido. "Tenía una calidad técnica de quinta división, pero una mentalidad de primera", dice. Quizá por eso abandonó su modesto periplo como futbolista para dar forma a una robusta carrera como entrenador que en casi 20 años solo le ha proporcionado alegrías. En este momento, si usted tiene un problema debe llamar a Klopp.
“Esta sala estaba llena hace unos años de acreedores y ahora lo está de periodistas”, soltó antes de su primera final de Champions con el Dortmund (2013). Mejor resumen de lo que es capaz de hacer, imposible. Franco, directo, enérgico... su lenguaje es extrapolable al césped: "Me gusta el juego desenfrenado porque prefiero chutar cinco veces al larguero que estar cuatro sin disparar". Ha convertido en estrellas a futbolistas como Lewandowski, Hummels, Mane o Salah. "Los jugadores son mis amigos, pero yo no soy amigo de ellos", cuenta con su particular sonrisa, marca de la casa. Klopp, al igual que técnicos como Bordalás o Simeone en España, es de esos que suele convencer a su tropa, a través de un discurso casi sectario, de que es la mejor del mundo. Da igual las circunstancias, los presupuestos o de dónde venga cada uno. Sus chicos se parten la cara por la causa merced a sus dotes seductoras. Convierte a los más incrédulos en creyentes.
Porque penetra en sus subconscientes y planta una semilla: a falta de recursos, imaginación en el campo, compañerismo, deseo y pasión como ingredientes innegociables para conseguir los objetivos. "Estando en el Mainz decidimos hacer parte de una pretemporada en unas islas de Suecia, de las que no recuerdo el nombre. Lo que nunca olvidarán mis jugadores es que tuvieron que hacer ejercicios de supervivencia para poder comer". Funcionó porque a la vuelta sus pupilos poco menos que se comían la hierba. El equipo, un recién ascendido, no solo se mantuvo con solvencia, sino que consiguió clasificarse para la Europa League tras un curso espectacular. "Si queríamos hacer una buena temporada con el Mainz, en la Bundesliga nadie nos iba a regalar nada y tendríamos que encontrar soluciones a los problemas. Volvimos a casa creyéndonos William Wallace (personaje histórico que el actor y director Mel Gibson llevó a la gran pantalla con la película Braveheart)".
Derecho a decidir
Klopp, un tipo campechano, anti 'Brexit' y orgulloso votante de izquierdas, tiene pensado tomarse un año sábatico para disfrutar de su familia y esposa, la novelista infantil Ulla Sandrock, en cuanto pueda dejar Liverpool. El problema para él es que, tal y como marchan las cosas, nadie en la ciudad de los Beatles (su grupo favorito, por cierto) quiere que se vaya, obviamente. De momento, su contrato expira en 2024 (renovó este pasado mes de diciembre) aunque se ha ganado a pulso el derecho a decidir. En el Mainz estuvo siete años y en Dormunt, también. Sus estancias no suelen ser cortas porque sus proyectos crecen despacio, pero con buena letra. Tras conquistar la Premier, en Inglaterra le quedan pocas cosas más de enjundia que añadir a la colección, solo la FA Cup para terminar de rematar un trabajo soberbio, de matrícula, que le ha valido incluso un premio 'The Best' por la FIFA.
Sin grandes golpes de efecto en materia de fichajes como sí han hecho sus principales rivales, sino pequeños retoques silenciosos y que apenas han generado ruido en el mercado, Klopp ha ido construyendo su obra cumbre. Jordan Henderson, James Milner, Divock Origi, Adam Lallana, Joe Gómez y Roberto Firmino, los únicos supervivientes del Liverpool que se encontró en 2015. El resto, jugadores capitales, han ido llegando casi de tapadillo (salvo contadas excepciones) para inscribir su nombre con letras doradas en una de las páginas mas gloriosas del club en este siglo. El resurgir de la entidad incluso ha revitalizado la ciudad, le ha servido de empuje turístico, como sostiene su alcalde, Joe Anderson: “Cuando el equipo de fútbol prospera, la ciudad prospera”.
Tras perder el campeonato doméstico por un solo punto la temporada pasada contra el City, el coronavirus había puesto en jaque el título este curso. Parecia que el destino le tenía reservado a los 'reds' otro cruel desenlace, pero todo quedó en un susto. Con Klopp como capitán, el Liverpool ha vuelto a su lugar. Desde Kenny Dalglish ningún otro entrenador había conseguido un porcentaje de victorias superior al 60%. El escocés ganó los 16, 17 y 18 títulos de liga de forma consecutiva y ahora, 30 años después, su sucesor ha conseguido el decimonoveno.
Fuente: Diario El Confidencial España