Por estos días, el fútbol de Norteamérica vive una nueva edición de la Leagues Cup, un torneo que, al menos en el papel, busca estrechar la rivalidad deportiva entre la Liga MX y la MLS.
Sin embargo, en la práctica, esta competencia ha levantado más dudas que entusiasmo, especialmente por parte de los equipos mexicanos y su afición. ¿La razón? Un modelo que parece más diseñado para generar ingresos que para garantizar justicia deportiva.
Un formato complejo que enreda más que emociona
El actual formato de la Leagues Cup 2025 presenta una serie de innovaciones que, lejos de enriquecer la competencia, la hacen innecesariamente complicada. Cada equipo disputa tres partidos contra rivales de la liga opuesta y se clasifica dentro de su propia tabla. Hasta ahí, todo bien. El problema viene con el sistema de puntuación: si hay empate en los 90 minutos, se va directamente a penales. El ganador en penales suma 2 puntos, el perdedor se queda con 1.
Aunque esto puede sonar atractivo para algunos —más emoción, más espectáculo— lo cierto es que altera la naturaleza tradicional del juego y puede generar clasificaciones injustas. Además, impide que los equipos armen una estrategia sólida a largo plazo, porque cualquier error mínimo o empate te puede costar la clasificación.
MLS con ventaja desde el primer minuto
Más allá del sistema de puntuación, lo que verdaderamente desnivela la balanza es el contexto en el que se juega el torneo. La MLS se encuentra ya en una etapa avanzada de su temporada; sus equipos tienen ritmo, entrenamientos regulares, sus jugadores están en forma. Por su parte, los equipos de la Liga MX apenas están iniciando su torneo local. Muchos están en la tercera jornada y aún no alcanzan el nivel físico ni táctico que exige una competencia internacional.
A esto se suma un hecho determinante: todos los partidos se juegan en Estados Unidos y Canadá. Es decir, los equipos de la MLS juegan de locales —en sus estadios, con su afición, su rutina de entrenamiento y descanso—, mientras que los clubes mexicanos deben desplazarse continuamente, entrenar donde se pueda y adaptarse a condiciones que nunca son las mismas. En otras palabras: juegan todos sus partidos como visitantes, con el desgaste que eso implica.
Desinterés y eliminaciones tempranas
El resultado de este desbalance es visible. Varios equipos mexicanos de gran tradición y nivel competitivo han sido eliminados en fases tempranas. Pero más allá de la parte deportiva, se percibe una falta de motivación real en muchos de ellos. El mensaje es claro: si el torneo no ofrece condiciones justas ni objetivos claros, ¿por qué apostar todo en él?
Y no es una teoría sin base. Jugadores y entrenadores han hecho declaraciones mesuradas, pero el tono general es de incomodidad. Hay una sensación de que están participando en una competencia pensada más para “vender” el producto fútbol que para desarrollarlo de manera justa.
El público también lo percibe
A pesar del esfuerzo comercial, los estadios no están llenos. Según datos recientes, la asistencia promedio ronda los 17,400 espectadores, un número modesto considerando la expectativa inicial y la cantidad de clubes involucrados. Si bien esto representa un ligero aumento respecto al año pasado, sigue muy por debajo de los niveles de la temporada regular de la MLS. En resumen: el aficionado no ha respondido como se esperaba.
Esto puede deberse a varios factores: la complejidad del formato, la ausencia de equipos en su mejor nivel, la falta de clásicos atractivos en primera fase, o simplemente, el hecho de que muchos sienten que el torneo carece de alma.
¿Una oportunidad perdida?
La Leagues Cup pudo haber sido una verdadera fiesta del fútbol del continente. Una oportunidad para generar rivalidades sanas, descubrir talentos y construir una narrativa atractiva entre dos ligas que buscan crecer. Pero lo que estamos viendo es otra cosa: una competencia mal organizada, desbalanceada y, sobre todo, desconectada del espíritu deportivo.
Cuando un torneo elimina rápidamente a equipos bien calificados solo porque no están en ritmo o porque viajan sin descanso, no se puede hablar de igualdad de condiciones. Y si no hay equidad, no hay verdadero mérito en avanzar.
¿Hacia dónde vamos?
Si la organización no toma cartas en el asunto, la Leagues Cup está condenada al desinterés… y eventualmente, al fracaso. No basta con invertir en marketing o en grandes nombres; lo esencial es garantizar una competencia justa, equilibrada y deportiva. Eso comienza por revisar el formato, la logística y las condiciones de participación.
La pasión por el fútbol no se compra: se cultiva. Y para eso, es necesario que todos los equipos —mexicanos o estadounidenses— compitan en igualdad de circunstancias. Solo entonces esta Copa podrá aspirar a convertirse en algo más que un intento comercial y pasar a ser una tradición que el continente valore de verdad.
Leagues Cup: ¿competencia o negocio disfrazado?
La Leagues Cup 2025, lejos de ser una competencia justa entre la Liga MX y la MLS, ha demostrado profundas irregularidades que ponen en duda su valor deportivo. Aunque el torneo promete fortalecer la rivalidad futbolística del continente, el modelo actual parece responder más a intereses comerciales que a un deseo real de competencia equitativa.
Desde el inicio sentí varias piedrecitas en los zapatos y una marcada molestia en el bolsillo.
El sistema de puntuación —que otorga 3 puntos por victoria, pero penaliza el empate con penales inmediatos y repartición de puntos (2 para el ganador, 1 para el perdedor)— complica innecesariamente el desarrollo del torneo. Sumado a eso, todos los partidos se juegan en Estados Unidos o Canadá, otorgando localía total a los equipos de la MLS.
Mientras los clubes estadounidenses compiten en plena forma, con su liga avanzada, entrenamientos regulares y descanso en casa, los equipos mexicanos apenas inician su temporada, con viajes constantes, poco tiempo de preparación y ninguna sede fija. Es decir, compiten como visitantes todo el tiempo, en condiciones claramente desfavorables.
Las consecuencias ya se sienten: equipos de Liga MX con alto rendimiento en su país han sido eliminados prematuramente, y no por falta de capacidad, sino por un formato que no premia el esfuerzo ni respeta los tiempos competitivos. La falta de motivación se nota, y con razón.
La asistencia en estadios ha sido menor de lo esperado, y la emoción genuina parece escasa. Este torneo, si no se reforma de inmediato, corre el riesgo de convertirse en una vitrina comercial vacía, más preocupada por generar ingresos que por fomentar un verdadero crecimiento deportivo.
Competir no es solo jugar partidos. Es hacerlo en condiciones justas, con reglas claras y respeto mutuo. Mientras eso no ocurra, esta Leagues Cup seguirá siendo una oportunidad desperdiciada… y una molestia justificada para el fútbol mexicano.
Reflexión
Así las cosas, para que este torneo logre salir verdaderamente victorioso necesita mucho más que partidos en tres países —mínimo en dos, como señal de equidad—, modificaciones serias en el sistema de clasificación y una búsqueda honesta del momento ideal para jugarlo. ¿Cuál sería ese momento? Francamente, no lo sé. Pero sí sé que mientras el calendario, la localía y las reglas sigan inclinadas hacia un solo lado, la Leagues Cup no será una celebración del fútbol continental, sino un experimento forzado, desigual y predecible.
Hoy por hoy, este torneo presume de ser único en el mundo al incluir a todos los equipos de dos ligas completas. Pero esa singularidad, si no se maneja con visión y justicia, podría terminar siendo su mayor debilidad. Porque en el fútbol —como en la vida— no basta con invitar a todos a la fiesta: hay que darles las mismas oportunidades de bailar. Paz y bien.
Nota escrita por Guillermo Cubas, ex futbolista costarricense radicado en México