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El fallecimiento de Diogo Jota ha sido un duro golpe al mundo del deporte.

Aunque la muerte, cobrando vida como Brat Pitt en la película Joe Black, le hubiera advertido a Diogo Jota, de 28 años, con un gran futuro en el futbol, estrella del Liverpool y de la Selección de Portugal, que no se montara en ese lujoso Lamborghini -alquilado según informe-, en el que cortó su vida esta madrugada, porque no estaba programado para morir, real y dramáticamente, parece que estaba escrito, que esa llanta estallaría, el carro se incendiaría, y tanto Diogo como su hermano André, también futbolista, no volverían a moverse en la cancha de la vida.

La noticia impactó al extenso mundo del futbol, no solo por tratarse de un reciente Campeón con el Liverpool en la Premier y con la Selección de su país en la Liga de Naciones, sino por la desaparición de su futuro.

Quizá Diogo le dijo a su esposa, madre de sus tres hijos, con quién se había casado hace unos días, el 22 de junio, “Regreso amor, nos vemos más tarde, cuida a los niños”…Como he citado varias veces y lo seguiré haciendo, recurro a una frase que leí en un libro de Nietzche, “nadie es dueño del próximo instante”. Estoy escribiendo estas líneas, y no es seguro que las termine. Pienso eso ahora, como si fuera un estoico, porque estoy tratando de acercarme a los 82 años, pero nunca lo pensé cuando tenía 28, una edad en la que no incluimos morir en nuestras consideraciones.

Diogo se caracterizó en la cancha por estar siempre en movimiento cazando desmarques. Su desgaste se consideraba excesivo, aunque no tanto como el de Bellingham, pero le gustaba entrar al área retando dificultades y rematar. Por eso lo firmó el Liverpool entregando 45 millones de euros, por ser un hambriento de goles. Marcó 65 con 26 asistencias en 182 juegos, desde que llegó a Anfield procedente del Wolverhampton, equipo en el que formó combinación con el mexicano de moda, Raúl Jímenez. Con Salah, Mané y Firminho, y más adelante Luis Díaz y Darwin Nuñez, todos los espacios estaban cerrados, pero logró abrirse paso, alternar. Una lesión que lo sacó de circulación, trajo a Gapko al Liverpool, pero Diogo consiguió sobrevivir.

En la Selección de Portugal, el bloqueo era también muy serio. Delante estaba Cristiano, y aunque la frecuencia goleadora de Jota era superior, el ídolo, la bandera, el factor inspiración era intocable. Logró conseguir presencia y estaba en proyección. Hoy, todo eso se lo llevo el viento. Su futuro se convirtió repentinamente en una hojarasca. Ciertamente, nadie es dueño del próximo instante. Solo Dios, decía mi madre…Por recomendación médica después de una operación pulmonar, no podía viajar en avión. Era un riesgo mayor le advirtieron, y murió abajo, en una carretera en la provincia de Zamora. Quizá, estaba escrito.

*Nota escrita por el nicaragüense Edgar Tijerino, para muchos considerado el mejor periodista deportivo de Centroamérica hoy a sus 81 años.

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