El Inter de Milán jugará el próximo 31 de mayo su séptima final de Champions. El conjunto italiano, en un ejercicio de resistencia, de fe y de juego, logró acabar con el Barcelona, gran favorito (4-3), y consiguió el boleto para el partido por el título.
En un partido loco, una verdadera oda al fútbol de ataque donde ocurrió de todo, el conjunto neroazzurro fue capaz de agarrarse al partido hasta el último segundo cuando estaba en la lona. Y un héroe trágico fue el encargado del milagro. Sin duda, uno de los grandes héroes del partido fue Francesco Acerbi.
A sus 37 años, el central italiano firmó un espléndido partido en el plano defensivo, donde Alessandro Bastoni y él se convirtieron en los principales apagafuegos de la enorme potencia de ataque azulgrana.
Pero, por si fuera poco, en pleno descuento y con un Inter incapaz, lamentándose por no haber sabido sostener la ventaja en el marcador, Acerbi se lanzó al ataque para, con su gol, llevar el partido a la prórroga.
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Historia de vida
Superar un cáncer, la depresión, una adicción y volver al fútbol profesional es posible. Una historia difícil, con altibajos, sin motivaciones y con el final tocándole los talones. Con esto en frente, Francesco Acerbi supo salir adelante y volver al ruedo en su carrera. Después de superar un lapso oscuro en su vida, convirtió su primer gol en Champions League a sus 37 años para que el Inter de Milan empate ante el Barcelona y escriba su camino hacia la final.
Con el marcador 3-2 en contra y a los 93 minutos, un toque en la pelota dentro el área la dirigió hacia el travesaño y terminó tocando la red, con un Tomasz Szczęsny decepcionado e impresionado por la que se le escapó. Ese fue Acerbi. Se sacó la camiseta y gritó a la par de la gente por su tanto en el último suspiro.
El Inter llegó al tiempo extra, metió el cuarto y sacó boleto para una nueva final en busca de la Orejona. Había que esperar un tiempo largo para que su primer conversión en torneos internacionales llegue y de la mejor manera.
El defensor pasó por siete clubes antes de llegar al Nerazzurri: el Pavia, Regina Calcio, ChievoVerona, Milan, Sassuolo y Lazio. Pero no todo fue lineal. Cuando firmó con el Neroverdi, al momento de la revisión médica, se llevó una noticia inesperada: un tumor en los testículos que lo obligó a operarse de urgencia. Pudo recuperarse y volver a ponerse los botines para entrar a jugar con su nuevo club. Sin embargo, meses después, la oscuridad nubló el futuro. El cáncer reapareció y esta vez más fuerte, para sacarlo por un año del fútbol.
Este golpe lo llevó hasta el punto más bajo. Antes, Acerbi se volvió adicto al alcohol y la depresión se convirtió en su estado de ánimo habitual después de la muerte de su padre, que afectó considerablemente en su vida profesional y personal. Esta rutina comenzó en su paso por el Milan, entre el 2012 y 2013, donde apenas jugó diez partidos. El alcoholismo reinó en su día a día a raíz del duelo que estaba atravesando. Se transformó en la anestesia del dolor que le permitía salir un poco de la realidad.
El cáncer llegó después para que toque fondo. Gracias a eso, según sus propias palabras, salió adelante. “El cáncer fue mi suerte. Doy gracias a Dios por haberlo tenido", contó años atrás. Es que la enfermedad lo obligó a eliminar la rutina insana y cambiar obligadamente sus hábitos. "Un año después de mi enfermedad me desperté con un ataque de pánico. Comencé a pensar en todas las preocupaciones que les di a mis padres, en las oportunidades que había desperdiciado, las noches de excesos. Esa mañana tenía miedo de mi propia sombra. Empecé a ir a un especialista que me ayudó a superar mis miedos”, relató.
Esta padecimiento tuvo que aparecer por duplicado para que abra los ojos. "Nada había cambiado. Seguía comportándome como un no profesional fuera del campo", explicó Acerbi sobre la operación que le permitió volver a jugar tres semanas después, aunque no por mucho tiempo: "Un día comencé a gritar ¡sal de mi cuerpo!, pero, seguía haciendo mi vida habitual. Tardes, bebidas, salía hasta las 7.00 horas de la mañana".
Ya alejado del deporte, se sometió a la quimioterapia y padeció la pérdida del pelo, la debilidad, el mal estado físico, las náuseas. Este duro e inesperado proceso le dio un golpe de realidad que quizás no hubiese experimentado. "Sin la enfermedad habría acabado jugando en la Serie 'B' o, tal vez, me habría retirado. Por fortuna alguien de ahí arriba me amaba y me envió la enfermedad. Sin ella hubiera terminado muy mal. Nadie me hubiera salvado", reflexionó tiempo atrás.
A menudo llegaba al entrenamiento sin haberse recuperado de los efectos del alcohol. Físicamente se encontraba bien, propio de un cuerpo joven. Le valía con dormir un poco para rendir. Como siempre, el cuerpo pasó factura pero para que vuelva más fuerte. Más allá del notable crecimiento que logró y su innegable puesto en el Inter, hoy lo ratificó, metió el gol "de oro" y está a un paso de levantar su primer título internacional.