Banega se ha convertido en un especialista en actos de contrición. A cada pecado, una disculpa, pero no tarda en cometer uno nuevo. Desde que llegó a España con 19 años en enero de 2008, el argentino ha ido encadenando un lío tras otro que aderezaban destellos de la calidad futbolística que hizo al Valencia pagar 18 millones de euros y un sinfín de comisiones. Fue el tercer traspaso más caro de Argentina tras Agüero y Gago.
Mientras Koeman esperaba que aterrizara para rescatar a un Valencia que naufragaba, llegó el primer escándalo: un vídeo sexual, masturbándose ante una webcam, se hizo viral. Primera disculpa sin haber aterrizado en LaLiga. No fue la última. Tres meses después dio positivo en un control de alcoholemia tras saltarse un semáforo cerca de su casa: 0.44 mg/l, casi el doble de lo permitido para conductores en España. No llevaba el argentino una vida ordenada. Su afición a la comida basura y una nevera llena de cerveza, que mostró sin pudor en un reportaje para la televisión autonómica valenciana, empezaron a preocupar.
Acabados los primeros seis meses fue cedido al Atlético de Madrid, donde también tuvo que pedir perdón. Primero por su temperamento en el campo; después en privado a Abel Resino. El técnico había sustituido a Javier Aguirre en el banquillo y quiso darle la batuta del juego al argentino. Lo encerró en el despacho y le dio su confianza. La respuesta de Banega fue llegar tarde al siguiente entrenamiento.
Después llegarían cuatro temporadas de nuevo en Mestalla a lar órdenes de Unai Emery, que con paciencia paternal supo sacar lo mejor de él con algún tirón de orejas, como el que le dio públicamente tras encarársele por sacarlo del campo en Son Moix. «Banega le faltó el respeto al escudo», sentenció el vasco, que tapó su afición a las salidas nocturnas e, incluso, le puso una cocinera para controlar su peso y su alimentación.
Aún así, bajo la protección de Emery, Banega fue llamado por la albiceleste y jugó la Copa América en 2011. Crecía como futbolista al tiempo que no desaparecían sus meteduras de pata. Durante sus vacaciones compartió en un redes sociales una foto con una camiseta del Real Madrid que encendió al valencianismo.
EL FERRARI CALCINADO
A Banega le quedaba por protagonizar el episodio más surrealista de todos sus deslices: su propio atropello. En febrero de 2012, repostando en una gasolinera cercana a la Ciudad Deportiva, se olvidó de poner el freno de mano de su Audi y el pie se le quedó atrapado entre la rueda y el bordillo. Diagnóstico: fractura de tibia y peroné.
Su relación con el automóvil se volvió de complicada, porque sólo unos meses después, su flamante Ferrari 360 Modena de 80.000 euros quedaba calcinado a la salida de Paterna. Al futbolista le dio tiempo a salir del vehículo y ver cómo ardía. Su etapa como valencianista se acabó cuando Pizzi lo mandó cedido a Newell's y a la vuelta, en 2013, Ernesto Valverde le tuvo que sancionar por llegar «con gastroenteritis» a un entrenamiento.
Para el fútbol de primer nivel lo volvió a rescatar Unai Emery en el Sevilla por 2,5 millones. De nuevo el vasco supo dominarlo y Banega llegó a ser elegido MVP de la final de la Europa League de 2015. Su buen momento le llevó a firmar libre por el Inter de Milan para regresar a Nervión dos temporadas después previo pago de 9 millones.
Futbolista titular en el Sánchez-Pizjuán, el pasado mes de diciembre anunció que el 1 de julio, a sus 32 años, se convertiría en jugador del Al Shabab saudí que dirige Luis García Plaza. Pero antes ha tenido que pedir perdón... Una vez más.
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