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La ecuación futbolista joven, rico y carismático que pierde de vista cuál debe ser su prioridad (el fútbol), se supone que de forma transitoria, es un clásico del fútbol contemporáneo. Ahí está el caso de un profesional intachable, el madridista Raúl, que protagonizó a los 20 años una rueda de prensa para salir al paso de la acusaciones. “Yo bebo agua y salgo algunas noches, no me paso siete días en la discoteca. En la calle me han llamado borracho”, dijo antes de sentar cabeza y hacer historia con su club. El propio Gerard Piqué recibió advertencias por parte de Pep Guardiola (el técnico convirtió alguna no convocatoria del central en un castigo deliberadamente mediático) por algunos pecados de juventud felizmente superados y la lista de casos es tan larga como, hasta cierto punto, comprensible.

Neymar, de 24 años, tiene una agenda social que apenas le concede respiro. Convertido en icono mundial como imagen de marcas de alcance planetario, el futbolista brasileño había compaginado hasta ahora su actividad como futbolista profesional y reclamo publicitario sin que su juego se hubiera resentido. Hasta ahora.

Así como su papel resultó determinante y elogiado en la primera mitad de temporada al llenar el vacío de un Messi lesionado con solvencia, su bajo rendimiento en los últimos partidos ha llamado la atención. Su tren de vida, lejos de sosegarse frenado por la importancia de los compromisos del Barça tanto en la Liga como en la Champions, se ha mantenido. Viajes, fiestas en horarios poco aconsejables, grabaciones de anuncios... Por muy joven que uno se sienta, el deportista de elite necesita reposo y eso se ha echado en falta de Neymar en un vestuario en el que las primeras quejas se están dejando escuchar a nivel interno coincidiendo, como suele ser habitual, con la llegada de los malos resultados.

Neymar siempre ha sido un futbolista protegido por la entidad. Eligió el brasileño al Barça en lugar del Real Madrid y su respuesta deportiva ha sido espectacular, siempre ascendente desde que llegó al club hace tres temporadas. Sus resbalones, que los ha habido (el último, acudir al memorial de Johan Cruyff con gafas de sol y gorra al revés) nunca le han sido tenidos en cuenta. Al contrario, sus peticiones, algunas singulares (pedir permiso para viajar a Brasil para el cumpleaños de su hermana), siempre han sido concedidas.

El tema es delicado. Es sabido que la susceptibilidad de las estrellas es máxima y los clubs en estos casos hace tiempo que decidieron no actuar. Será Neymar, o alguno de sus múltiples asesores, quien hará (o no) la debida reflexión.

 

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