La conferencia se terminaba con la última respuesta de Gareca, con ese tono que transmite tranquilidad zen. Pero encima del "gracias" del moderador apareció la voz de Vargas, sentado a su lado y uno de los referentes, con presente en Italia y pasado reciente protagónico en los vaivenes habituales de su selección. Lejos de la paz del DT, con más malicia que rabia, tomó el micrófono: "Pregunta para los periodistas peruanos. ¿Creyeron en su selección, ustedes, o no? Con fe, con la verdad". Alguien comenzó a responder que, a medida que avanzaba el torneo, sí. "He dicho si creyeron, al principio. ¿Tuvieron fe en que pasaríamos o no?", interrumpió Vargas.
Hoy, con Perú en semifinales y metiéndole miedo al favorito Chile, la anécdota describe lo que Perú fue a buscar en Gareca: credibilidad. Que los jugadores crean en ellos, que los medios y los hinchas crean en el equipo y que todos ellos juntos crean que con Gareca es posible. Eso el más sereno de los argentinos que componen el póquer de semifinalistas ya lo ha logrado. Dio el primer paso. Y puede que no sea el último. Al fin, el objetivo para un Perú al que los Mundiales le son esquivos desde ¡1982!, la meta es Rusia 2018.
MientrAs, el Tigre ya les hizo creer tres cosas
1) Potenció individualidades. Con el riesgo que siempre implica el puesto, hasta el partidazo de Bravo ante Uruguay, Pedro Gallese (el de Juan Aurich ante River, sí), se llevaba el premio al mejor N° 1. Carlos Ascues nació en Venezuela, pero se crió en Perú y juega con la estampa de los viejos centrales de allí; le dicen El Patrón.
2) Instaló un estilo. Como en Vélez, hay sociedades. Por derecha, Advíncula-Farfán. Por izquierda, Vargas-Cueva. Por el medio, Ballón-Lobatón. Y arriba, claro, Guerrero-Pizarro; no son eternos, pero hoy están.
3) Mezcló generaciones. De los 23 de Cueva a los 36 de Pizarro, de los 23 de Ascues a los 36 de Lobatón. Diez de los 23 juegan en el exterior; seguramente, desde ahora serán más.
Ricardo Gareca ya les hizo creer que es posible..
