La selección de Portugal tiene a uno de los dos mejores jugadores del mundo pero para trascender en una Copa del Mundo se necesita más. Cristiano Ronaldo lució muy solo ante Alemania y la superioridad de los germanos no quedó en duda.
Para CR 7 este es un Mundial especial. Fue nombrado el mejor jugador del Mundo y ganó la Champions con el Real Madrid. Llega en un excelente momento. No obstante de momento se vislumbra difícil que esta selección de Portugal pueda llegar lejos en Brasil 2014.
El periodista argentino Juan Pablo Varsky comenta todo este tema de Portugal y Ronaldo:
Cristiano tomó la pelota. Hizo su clásico y temido ritual previo a un tiro libre. Perpendicular al arco, a 30 metros. Iban casi 40 del segundo tiempo. El partido estaba definido. Portugal perdía 4-0, bailado por el dinámico juego de pases de Alemania. No cambió nada de su ceremonia. Pose de pateador, carrera, tiro y pifff. Al empeine de un integrante de la barrera. Tres minutos más tarde, el director de la transmisión, impiadoso, repitió el remate en cámara lenta con una toma de atrás del arco. Inmediatamente, lo enfocó en primer plano. No se puede tener tanta maldad? Manuel Neuer estaba obstinado en negarle su gol. Con el recuerdo del genial tiro rasante de Munich por la semifinal de la Champions, el arquero alemán voló en la última pelota del partido para dejar su cuenta en cero.
Cristiano Ronaldo, el Lebron James del fútbol mundial, se estrenó en Brasil 2014 contra los San Antonio Spurs de este deporte. La Mannschaft es puro movimiento de pelota y de jugadores. El festival de las triangulaciones. Comparten la bola. Todos se ofrecen, todos la quieren. La tocan con el pie como la pasan con la mano los flamantes campeones de la NBA. Todos se mueven con alguna tarea definida: engañar, distraer, picar, ayudar al compañero. No sólo coinciden en la filosofía colectiva.
También los une la diferente procedencia de sus jugadores. Los Spurs tienen franceses, australianos, italianos, brasileños, de Islas Vírgenes y a ese extraordinario competidor argentino llamado Emanuel Ginóbili. En el Estadio Fonte Nova de Salvador, la canciller Angela Merkel disfrutó de un seleccionado multicultural con orígenes en Túnez (Khedira), Ghana (Boateng), Polonia (Podolski),
Turquía (Ozil) y Albania (Mustafi). Un equipo bien coral en el que, según el partido, emerge una figura distinta. Ayer le tocó al más alemán: Thomas Müller. Un animal. En el último tercio de la cancha, sabe todo. Se desmarca, tira diagonales, ataca el espacio, descarga de primera, se la guarda, presiona la salida contraria. Pedazo de futbolista. Un día será Balón de Oro. Joachim Löw lo ubicó de delantero central con todo el equipo bien juntito. Ozil y Götze retrocedieron por los costados, pero, con posesión, se cerraron para juntarse con Khedira y Kross, los mediocampistas interiores. Atacaron en fases como en el rugby, agrupados al balón. Con paciencia, con automatismos, con funcionamiento colectivo. En modo Bayern de Pep, Lahm dictó el tempo desde el centro de la cancha. Portugal lo presionó al principio y forzó un error. El mueble Almeida falló su oportunidad.
La doctrina "lo toca, lo toca" se apropió de otro penal que no fue. Müller lo pateó como Brehme en la final de Italia 90. Ahí empezó el show del acordeón alemán. Replegarse en defensa, desplegarse en ataque. Portugal no vio más la pelota desde los 12 minutos del primer tiempo. El último Balón de Oro había dejado la piel para recuperarse de su tendinitis de rodilla. Llegó a tiempo. En el campo no tuvo el mínimo acompañamiento. Daban ganas de verlo de blanco durante la decorativa parte final y que Müller se vistiera de rojo para que experimentara la tristeza de jugar sin socios. Saludó a los dos entrenadores en la boca del túnel y se metió en el vestuario. No hizo declaraciones pospartido. Una estrella no hace a un equipo, capítulo Cristiano.