''El torneo tiene muchas cosas positivas, lo quieran reconocer o no''
El presidente del Deportivo Saprissa, Juan Carlos Rojas, publicó un amplio artículo haciendo referencia al formato actual del campeonato en la primera división del fútbol costarricense.
''Las Verdades Sobre el Formato de UNAFUT'', es el título de la nota.
Para el jerarca morado el certamen tiene muchas cosas positivas y otras por mejorar.
Aquí el mensaje de Juan Carlos Rojas:
Todos los años se hace un gran debate público en medios y redes sobre el formato del torneo nacional de fútbol de UNAFUT. A veces esa discusión se exacerba cuando un equipo y su afición se sienten perjudicados, o cuando sale un DT quejándose de la cantidad de partidos.
Pero más allá de fanatismos, la realidad es que es un tema que sí merece de mucho análisis y apropiado debate. Para que eso se dé, es fundamental entender correctamente el contexto y razonamiento detrás del formato actual.
Empiezo diciendo:
El formato actual lleva 11 años siendo, salvo algunos ajustes, prácticamente el mismo
Costa Rica no es la excepción en este tipo de formatos; más bien jugar 2 torneos “cortos” con fases finales como lo hacemos, es la norma en Latinoamérica. Por algo será
No existe un formato perfecto. Si lo hubiese, se usaría en todo lado
Las reglas siempre están claras previo a iniciar la competición y aplican por parejo a todos de manera equitativa. Así que no es válido usar el formato como excusa para justificar fracasos
Indudablemente, ¡no hay como las finales! En 2018 en Manchester City campeonizó literalmente “sentados en casa” viendo por TV al ManU perder su partido (y a falta de 5 partidos para terminar la temporada)—justo ganador sin duda, pero muy poco emocionante. A la gente le encanta la emoción de partidos decisivos, sea la final de Champions, de un Mundial, del juego 7 de la final de la NBA, o el Super Bowl. El drama de “vida o muerte” en el contexto del deporte es inigualable. En Costa Rica no es diferente: si bien los partidos de las fases finales son solo un 6% de los juegos totales en un torneo, suman entre 35% y 40% de los ingresos totales por taquillas
Desde que instauró la “gran final” en 2016, quedar de líder en fase regular es sinónimo de obtener “más de medio título”, literalmente: con la gran final pasamos de aproximadamente un 35% de líderes de fase regular siendo campeones a más de un 60%, incluyendo 4 de los últimos 5
En otras palabras, el formato aquí no es un “invento”: hay razones importantes por lo cual existe en su forma actual. Tiene muchas cosas positivas, lo quieran reconocer o no. Pero sí está claro que hay un tema particular en donde formato falla, y eso hay que cambiarlo. Ahora entramos en eso.
Hay que entender que unos de los temas que hace muy complejo la elaboración del formato es la dificultad de balancear y satisfacer los diversos intereses que juegan aquí, tanto deportivos como comerciales-económicos. Hay diversos grupos interesados a quien hay que buscar satisfacer o al menos comprender, incluyendo clubes, jugadores, cuerpos técnicos, selecciones nacionales, afición y televisoras. Estas partes interesadas en muchas ocasiones buscan objetivos diferentes y encontrados. La elaboración de un formato que satisfaga a todos es prácticamente imposible, y por supuesto, al no ser una fórmula matemática, al análisis termina teniendo un grado importante de subjetividad.
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Para ordenar esta discusión, quisiera poner sobre la mesa 3 preguntas clave que nos debemos hacer:
¿Qué factores positivos hacen que los clubes hayan aprobado el formato actual? Esto para no traerse debajo de manera irresponsable estructuras que tienen una razón clara de ser.
¿Qué es lo que verdaderamente está fallando de este formato? Se especula mucho y se habla mucha paja sobre lo que está mal; se requiere análisis objetivo y claro para llegarle al trasfondo real del asunto.
¿Cómo hacer para abordar esas falencias sin crear otras más profundas? Suele suceder que alguien cree que la solución es sencilla, pero no se analiza las consecuencias no deseadas de una decisión. Mejoremos lo que hay que mejorar, pero sin crear problemas mayores.
Antes de entrar en las preguntas clave, quiero dar un muy breve resumen de cómo llegamos aquí:
El cambio de 1 campeón anual a 2 campeones anuales se hizo en 2007. No obstante, ya previo a eso venía el formato de “torneos cortos” (en donde había apertura y clausura, o invierno y verano en aquel tiempo, con torneos similares a los que hay hoy: fase regular, fase final y campeón de torneo corto—pero los campeones de cada torneo corto jugaban una gran final anual para determinar el campeón nacional).
Entre 2007 y 2010 hubo varios “experimentos” de formato (todos con 2 campeones anuales, fase regular + fase final, pero en algunos casos con 6 y hasta 8 clasificados, y en una ocasión haciendo dos grupos). Fueron años turbulentos en la UNAFUT y se reflejó en el formato.
En 2011 se aprobó el formato que ha sido la base actual: dos torneos anuales, fase regular con 2 vueltas todos contra todos, 4 clasificados, más semifinales y final. Así se jugó, sin cambios, por 5 años. En 2016 se aprobó jugar cuadrangular (en vez de semifinales y final) y se sumó una Gran Final. En 2018 se elimina la cuadrangular y se regresa a semis y final (con el objetivo de reducir el número de jornadas). Durante la pandemia en Apertura 2020-2021 se jugó un torneo especial de dos grupos (para tener flexibilidad de calendario ante posibles parones por COVID) y también en Clausura 2020-2021 se eliminó la Gran Final (de nuevo, por tema de número de fechas en medio de pandemia). Todos los cambios fueron aprobados de manera unánime, si mi memoria no falla.
Quisiera también abordar de frente algunos mitos que se manifiestan con ligereza en algunos medios y redes:
Mito 1: “Costa Rica inventa e improvisa formatos”. Como dije inicialmente, este tipo formato es relativamente común en todo Latinoamérica; el formato de Costa Rica no es la excepción sino la norma. Lo de 2 campeones anuales: existe en la mayoría de Latinoamérica. Las “fases finales” (playoffs) lo vemos en muchas ligas del mundo.
Mito 2: “El torneo es poco competitivo”. ¿Con base a qué decimos eso? ¿Cuál es el parámetro para dicha afirmación? Si lo que queremos decir es que hay una altísima concentración de títulos en los tres equipos más grandes, eso es cierto. Pero eso no es por el formato, eso es por la concentración económica que hay a raíz de los tamaños relativos de aficiones. ¿Es competitiva la Bundesliga cuando el Bayern Munich ha ganado 9 títulos seguidos, con 128 puntos de ventaja en este tiempo sobre los segundos lugares? Es catalogada como una de las mejores ligas del mundo; en algunas cosas es muy competitiva, y en otras se podría decir que no—depende del criterio. También escucha uno la crítica a la competitividad del torneo nacional cuando 2 ó 3 equipos están muy por encima de los demás en puntaje, creando una gran brecha competitiva. Pero cuando los equipos están todos muy parejos y existe pocos puntos de diferencia entre los primeros lugares y los últimos, entonces la crítica cambia a “el torneo es mediocre, sin equipos que sobresalgan”. ¿Entonces, cuál es? Falta congruencia. Pero más allá de cómo midamos la competitividad, hay que ver el rol que juega el formato mismo en esto pues ese es el tema que nos concierne en esta discusión.
Mito 3: “El formato está mal porque al final un equipo gana los últimos 4 partidos y es campeón; eso no es justo y le resta relevancia al resto del torneo”. En mi opinión un “justo” campeón es el que hace las cosas bien para ganar de acuerdo con las reglas establecidas, conocidas y aplicadas por parejo. Pero digamos que sí entiendo el argumento que existe una diferencia entre la “justicia deportiva” de un torneo largo sin finales para ser campeón, vs. uno corto en donde se define el campeón en 180 minutos. En ese sentido, ¿se tendría que decir entonces que el campeón de la Champions League es menos justo que el campeón de la Liga Premier? Y si es así, ¿tiene algo de malo? En el deporte, así como en la vida, no siempre el resultado es justo, y tal vez esa sea parte de la emoción de lo inesperado. Ahora, el diseño del actual torneo al menos busca “algo” de justicia: Clasificar no es fácil (solo un 33% de los equipos clasifican); al que ganó la fase regular se le da una segunda oportunidad de ser campeón si no gana la fase final; los otros tres clasificados deben ganar 3 series seguidas de máxima presión para alzar la copa. Aquí alabamos mucho el avance de competitividad de Liga MX y la MLS, pero estos son dos torneos cuyas fases regulares están absolutamente devaluadas usando la terminología que se aplica en los medios al torneo nuestro: clasifican en la MLS un 50% de los equipos a fase final y en Liga MX un 44% (por cierto, sin gran final en ninguna de esas dos ligas). De los últimos 50 campeonatos de Liga MX, por ejemplo, solo 9 primeros lugares (18%) han sido campeones vs. un 60% desde que se instauró la gran final en Costa Rica.
Volviendo entonces a las preguntas que nos planteamos:
¿Qué factores positivos hacen que presidentes hayan aprobado el formato actual?
Hay una lógica detrás de cada uno de los ejes del formato, sea que la compartamos o no:
Fases Finales: Como lo expliqué con datos al inicio, las fases finales son el “alma” de las competencias deportivas y, por ende, insustituibles.
Torneos Cortos (con Dos Campeones Anuales): En 2007 se toma la decisión de independizar los torneos y pasar a dos campeones anuales con el fin de “democratizar” más la posibilidad de ser campeón. Algunos dirían que el título se devaluó, y puede que tengan razón. Lo que sí es cierto es que desde 1964 y hasta 2007 (43 años), sólo un equipo fuera de Saprissa, LDA y Herediano había logrado el título (Puntarenas en 1986). Desde ese momento a hoy (14 años), 4 equipos “no-tradicionales” alzaron la copa: Liberia, Brujas, Pérez y San Carlos. Se logró el objetivo de muchos de los presidentes en aquel momento.
4 Clasificados: Como mencioné, en 2011 se pasó de 6 a 4 clasificados. En ese momento se tomó la decisión porque sentíamos que 6 eran muchos: que el 50% de los equipos clasifiquen claramente devalúa la fase regular. El cambio fue un acierto: la clasificación de solo 4 equipos (33%) ha dado para una férrea y competitiva lucha por esos pocos cupos, valorizando más la competencia de la fase regular y subiendo sustancialmente el interés (medido en ratings y taquillas) de fase regular del torneo nacional.
Gran Final: En torneos cortos y previo a incluir la gran final, menos del 35% de los primeros lugares terminaban campeones, y se escuchaba de jugadores y directores técnicos decir que “el liderazgo no era importante”. Ante ver una fase regular “competitiva” en la clasificación pero “devaluada” para efectos del liderazgo, en 2016 se incluye un gran “premio” al líder de fase regular: la clasificación a una gran final en caso de no ganar la fase final. Se sumó con esto un enorme elemento de “justicia deportiva”. Y, además, una serie de gran final muy emocionante, atractiva y rentable para el fútbol. Considero que esto ha sido un gran acierto.
Estructura de Fase Regular: El torneo nacional es a dos vueltas todos contra todos, un solo grupo. En dos ocasiones (2020 por “necesidad” y en 2009 no sé por qué) se hicieron dos grupos para fase regular. Es una estructura sencilla, pareja y lógica.
Descenso: Nuestro torneo tiene un descendido anual, de manera directa. La mayoría de las ligas de la región cercana tienen solo un descendido, aunque en Europa son 3 descendidos con ligas de 20 equipos en promedio. En el pasado, hace muchos años, hubo el famoso “repechaje” (penúltimo lugar juega serie directa contra 2do lugar de ascenso, para definir un cupo en primera). Esto es algo que se puede considerar, puesto que le agrega más competencia e interés en la parte baja de la tabla.
# Equipos: Punto “álgido este”. Desde 1990 ha habido 12 equipos en la Primera División (salvo un torneo en 2011 que hubo 11 a raíz de la desinscripción forzada de Barrio México). El número de equipos ha sido un tema fuerte de debate: algunos defendiendo el por qué se debe reducir (poca rentabilidad del fútbol se diluye entre más equipos de la cuenta, sin afición ni infraestructura; menos equipos concentraría calidad, mejoraría nivel, aumentaría rentabilidad y desarrollaría el fútbol con un mejor y más competitivo producto), otros el por qué se debe mantener, y otros más abogando por el incremento a 14 equipos (más oportunidad para jugadores lo cual incide en mejor desarrollo de la industria). Cualquier cambio requiere una serie de modificaciones estructurales en la UNAFUT, la FEDEFUT y LIASCE, con lo cual es políticamente complejo hacer el cambio. De hecho, en 2020 se aprobó unánimemente por parte de los 12 presidentes un cambio a 10 equipos, pero luego la mayoría echó para atrás.
¿Qué es lo que verdaderamente está fallando del formato actual?
El formato hace para un torneo relativamente competitivo, que premia la regularidad, emocionante en la clasificación y emocionantísimo en las fases finales. Pero fríamente analizando el tema de formato, y habiendo abordado los diversos “mitos” alrededor del mismo, mi opinión es que la problemática trascendental es el alto número de jornadas que arroja: 56 por año. En Europa, por ejemplo, el torneo de liga es de 38 jornadas, aunque a esto hay que sumarle los torneos de Copa (que en Costa Rica no se juega en este momento) para estar en hasta 42-44 jornadas. Este alto número de partidos deja poco espacio para preparación semanal, para Selección, para realizar un torneo de Copa, para competencias internacionales y para recuperación.
¿Cómo hacer para abordar esas falencias sin crear otras más profundas?
Si definimos que el problema principal es reducir jornadas, lograrlo no es tan fácil sin sacrificar otros temas importantes que hacen el formato atractivo en los demás ejes. ¿Cuáles son las posibles palancas para reducir jornadas?:
Eliminar la fase final del todo: Irnos “a la Europa”, dos vueltas y campeón. El serio problema con esto es que se eliminan las jornadas más atractivas para la afición y más rentables para las televisoras y equipos. Un durísimo golpe económico para la industria del fútbol en un país que ya está acostumbrado a memorables semifinales y finales “de infarto”. Se puede, pero no es deseable ni conveniente. Grave error sería
Eliminar “gran final”: Con esto, se eliminan 4 “posibles” jornadas por año. Pero sin gran final, se quitan jornadas muy emocionantes y comercialmente rentables, y aumentaríamos la “injusticia” deportiva y volveríamos a devaluar la fase regular, que es una de las críticas principales al torneo. Se puede, pero no es deseable ni conveniente.
Cambiar torneo corto por anual: Hacer un solo torneo “largo” (anual con un solo campeón) con mismas bases estructurales (12 equipos, 4 clasificados, y una fase final + gran final anual). Esto reduciría el torneo en 6 jornadas anuales vs torneo actual. Las 6 jornadas que se eliminan son altamente rentables, y se vuelve a reducir la probabilidad que equipos “no tradicionales” puedan campeonizar. Se puede, pero habría que medir bien esos impactos y evaluar viabilidad política.
Reducir Número de Equipos: Si se reduce a 10 equipos y se mantuviera el formato tal cual estamos, esto elimina 8 jornadas anuales. Es una reducción sustancial de jornadas, y todas las jornadas que se eliminan son de fase regular. Este era el plan ya aprobado por UNAFUT y parecía ser una solución efectiva al problema del número de jornadas. Resuelve, pero políticamente inviable ahora pues una gran mayoría de los clubes se manifestaron en contra.
Dividir en Grupos la Fase Regular: Si se hacen 2 grupos de 6 equipos, esto abre el abanico de posibilidades para reducir la fase regular de 22 a 16 partidos (formato que se utilizó en 2020). Posibles problemas: (1) equipos que no clasifiquen estarían jugando solo 32 jornadas en un año, pareciera muy poco; (2) algunos podrían aducir falta de equidad deportiva (al no jugarse los mismos partido—por ejemplo en 2020 el último lugar del Grupo B obtuvo más puntos que la mitad de los equipos del Grupo A); (3) se elimina un Clásico por torneo; (4) queda la duda de cómo definir el criterio para asignar grupos si este va a ser el formato “permanente” (¿se rotarían los grupos cada año, por rifa?); (5) hay que redefinir muy bien los criterios para el descenso y para el líder de fase regular, puesto que la tabla general deja de tener relevancia: los puntos acumulados de los equipos claramente no son equivalentes o comparables. Pensaría uno que la gran final se debería eliminar en este caso, y el criterio del descenso se debe repensar. En resumen, esta es una buena opción para reducir jornadas (12 menos en un año), pero conlleva también una serie de problemas.
Como ven, no hay una “varita mágica” ni una “gran solución” a esto. Cada ajuste causa un desajuste. Pero en mi opinión partimos ya de un formato mucho más sólido de como muchos lo quieren hacer ver. En Costa Rica hemos aprendido de los errores de otras ligas, hemos incorporado mejores prácticas, y la mayoría de los componentes cumplen sus objetivos. Para dar el siguiente paso se requerirá de mucho análisis de las implicaciones del cambio y de gran maniobra política.
Artículo publicado en el diario el Observador