El primer ministro británico, Boris Johnson, ha declarado que Rusia se está preparando para lo que podría ser el mayor y más sangriento conflicto en Europa desde la Segunda Guerra Mundial.
"El plan que estamos viendo es para algo que podría ser verdaderamente la mayor guerra en Europa desde 1945, solo en términos de escala", señaló el mandatario a la BBC en una entrevista emitida el domingo.
Johnson aseguró que los informes de inteligencia sugieren que Moscú planea invadir Ucrania desde varias direcciones, "rodeando a Kiev".
"Todos los indicios apuntan a que el plan ya ha comenzado en cierto sentido", precisó el primer ministro, y añadió que "la gente tiene que entender el enorme coste en vidas humanas que podría suponer".
La intensidad de la retórica de diversos medios y políticos occidentales sobre una posible agresión rusa a Ucrania aumentó en las últimas semanas, hablando incluso de una "inminente" invasión.
Moscú ha refutado reiteradamente estas acusaciones, advirtiendo al mismo tiempo sobre el peligro de la militarización de Ucrania por parte de países occidentales, que ha estado en marcha bajo el pretexto de ayuda a la defensa contra Rusia.
Los políticos occidentales citan datos de inteligencia que sitúan en hasta 190.000 la presencia de tropas rusas en la frontera con Ucrania.
Al respecto, el embajador adjunto de Rusia ante la ONU, Dmitri Polianski comentó a Sky News este domingo que los datos de inteligencia vienen cambiando hacia el alza: "Me acuerdo que eran 100.000, luego 120.000 ahora son 150.000, algunos hablan de 190.000".
"No creemos a las agencias de inteligencia de EE.UU. ni del Reino Unido, han engañado al mundo en muchas ocasiones, bastará con recordar las armas de destrucción masiva en Irak", manifestó, refiriéndose a las acusaciones falsas de Occidente que precedieron la invasión del país árabe en 2003.
El diplomático precisó que no hay fuerzas desplegadas en la frontera inmediata con Ucrania sino que están realizando ejercicios conjuntos planeados en el territorio de su aliado Bielorrusia.
Polianski acusó a los militares ucranianos de bombardeos contra la población civil de Donbass, citando las declaraciones de testigos y registros de la misión de observadores de la OSCE.
Desde el miércoles, se registra una escalada del conflicto en el este de Ucrania, donde las dos repúblicas autoproclamadas —de Donetsk y Lugansk—, por un lado, y los militares controlados por Kiev, por el otro, intercambian acusaciones sobre ataques en la línea de contacto.
El viernes, los líderes de Donetsk y Lugansk empezaron a evacuar a la población hacia Rusia ante una posible ofensiva de Kiev, pero exhortaron a los hombres a quedarse y proteger su territorio. El portavoz de la Milicia Popular de Donetsk, Eduard Basurin, anunció el sábado la interceptación de un plan de ofensiva de las fuerzas ucranianas, cuyo fin —asegura— es "limpiar" la zona de su población rusohablante.
Kiev ha estado sumido en un conflicto con los dos territorios desde 2014, cuando dichas regiones se proclamaron independientes tras el golpe de Estado en el país.
Tras la violencia desatada por la ofensiva lanzada por Kiev para recuperar el control sobre Donbass, el conflicto se encontraba en una fase pasiva gracias a esfuerzos internacionales, que no obstante, no facilitaron una resolución.
Las autoridades ucranianas y países occidentales han acusado a Rusia de apoyar a los rebeldes y fomentar el conflicto.
Moscú niega ser parte de la guerra civil y no reconoce oficialmente a las colindantes repúblicas separatistas rusohablantes, pero condena los esfuerzos de Kiev de resolver el conflicto con fuerza.