El costarricense Walter Brenes, abogado especializado en derecho público y ambiental, tienen una relación muy especial con Uruguay.
Brenes nació en 1988 en Alajuela. Es amante del surf.
Parte de sus proyectos los tiene en territorio charrúa y el Montevideo Portal le dedicó un amplio artículo.
Aquí la nota
El día que nació su madre terminó bañándose con baldes de agua. En el hospital en Alajuela, una de las siete provincias de Costa Rica, tendía a irse mucho el agua. Ella tenía veinte años, era joven, y él apareció a las cinco de la mañana. Su padre tenía veintidós.
Vivió desde ese momento en una propiedad familiar con su hermano menor, sus padres, su abuela materna y su bisabuela. Los techos ahí eran bajos, de madera y de concreto.
A los cuatro años le compraron un pollito amarillo. El recuerdo es el siguiente: “Iba detrás del pollito corriendo y, en eso que iba corriendo lo majé. El pollito murió”. En el jardín de la casa en que creció había varios árboles y unas hormigas grandes, zompopas. Ellas hacían sus colonias ahí y a él le encantaba escarbar para ver dónde estaba la hormiga reina y cómo se comportaban. En algún momento quiso ser veterinario.
Con el tiempo, a los seis años, su madre lo puso a hacer atletismo, luego fútbol, luego béisbol hasta que le dieron en el pecho con un bate. Luego fútbol, de vuelta.
Su padre era mecánico de precisión y su madre maestra de preescolar. Eso hizo que siempre hubiera niños cerca de su casa (su madre puso un kínder) y que tuviera que ir a trabajar con su padre para aprender el oficio. Sin embargo, cuando era niño su madre tenía que estudiar y su padre que trabajar, así que “mi madre, mi tío (cuatro años mayor), mi hermano (cinco años menor) y yo, prácticamente crecimos en un ambiente como que éramos una sola familia (…) fuimos criados bajo los mismos lineamientos de mi abuelita”, dice Walter Brenes.
En la escuela fue muy indisciplinado. Le costaba seguir reglas y, sumado a eso, tenía déficit atencional. Ese tipo de interacción con la educación hizo que, a futuro, solamente pudiera estudiar lo que le apasionaba, en lo que encontraba afinidad. En la adolescencia fue entendiendo un poco más quién era él. Dejó de ser callado y pasó a ser muy sociable. Quizá, mucho.
“Era de andar para arriba y para abajo, ir y venir, porque me encantaba. Hacía sociales, a todas las fiestas iba, a todos lados iba, porque me encantaba la interacción con las personas”, comenta.
Los últimos dos años de secundaria se volvió un poco más conflictivo. Llegaron la filosofía y los movimientos latinoamericanos revolucionarios.
Cuando tuvo veinte años, se fue a vivir a San Pedro de Montes de Oca, en San José, la capital de Costa Rica. Salió de lo de su madre y ella le dijo que los hijos se van solo cuando se casan. No importó. Estaba cerca del campus de la Universidad de Costa Rica, donde estudió para ser abogado. Durante ese tiempo trabajó, estudió y entrenó para ser atleta de alto rendimiento.
Luego volvería con su familia durante cinco años y, después de eso, se dirigiría a Playa Hermosa en Jaco, en la provincia de Punta Arenas. Hoy se especializa en derecho público y ambiental, sobre todo en Costa Rica, pero tiene varios vínculos con Uruguay. El surf, Julián Schweizer, la revista Duke, el medioambiente, el interés por Cabo Polonio.
¿Una vez que te fuiste de lo de tus padres hacia el mundo universitario, ¿con qué te encontraste? ¿Cómo viviste ese cambio?
Hasta ese momento había trabajado en mis veranos. Cuando tenía quince años trabajaba en una tienda de ropa. Era el vendedor estrella, me decía mi jefe, porque a todo el mundo le metía ropa. Desde ahí que siempre fui generando mis propios ingresos, era muy independiente.
Así que ya tenía mi propio dinero y ya trabajaba, porque desde el primer año de universidad busqué trabajo como asistente legal. Eso fue algo muy determinante en mi vida. El resto fue relativamente normal. Mi madre lloró porque ella decía que los hijos se iban cuando se casaban, era muy tradicional.
Al final agarré todo y de un día para el otro tomé la decisión de irme. Para mí fue siempre una aventura, siempre me ha gustado eso, era como enfrentarme al mundo. Tener una perspectiva más de aventura encuentro que es la mejor forma de poder sobrellevar las cosas.
Entonces, estudiabas y trabajabas, pero además eras atleta de alto rendimiento, ¿cómo hacías para manejarte?
De niño mi madre me tuvo siempre haciendo diferentes deportes. Jugué mucho tiempo al fútbol y cuando ya lo dejé de lado estaba preocupado porque ya no podía entrenar tanto. Entonces, empecé a ir al gimnasio y empecé a meterme muchísimo ahí. Me dediqué, básicamente desde los 17 a los 25 años, a ir al gimnasio a cultivar el cuerpo.
Me levantaba a las cinco de la mañana, iba al gimnasio, preparaba mis comidas de todo el día (eran muy simples, tampoco tenía mucha destreza), después iba a trabajar y después de noche llevaba los cursos en la Universidad de Costa Rica, regresaba al gimnasio y después a dormir. Creé un horario, o una metodología, al que fácilmente me acostumbré. Uno se acostumbra a lo cotidiano y cuando terminé con la universidad empecé con la parte profesional, con que ya no podía seguir en eso porque el trabajo empezó a crecer muchísimo.
¿En qué competías?
Un tiempo hice levantamiento de peso y después me dediqué al fisicoculturismo. De hecho, fui campeón nacional, estuve en los Juegos Panamericanos también. Yo decía que iba a hacer algo y lo hacía bien, y de repente estaba ganando. Me dediqué a eso y después fue cuando pasé radicalmente al surf, a los 26 o 27 años.
¿Por qué pasaste al surfing?
Tuve una carrera muy meteórica. En mi carrera profesional yo trabajé muchos años para una firma de abogados con cierto nivel en Costa Rica. Venía con mucha experiencia cuando me di cuenta que podía hacerlo solo. Decidí salirme cuando me dieron mi carnet profesional para ser abogado y tuve algunas experiencias iniciales bastante buenas con buenas compañías. Empecé a ver muy buenos resultados y tuve la oportunidad de crear mi propia oficina.
Eso generó que, de los 24 a los 27 años, mi carrera fuera muy meteórica. Empecé a ver mucho éxito muy rápido, empecé a ver mucho dinero y empecé a perder la visión de lo que estaba haciendo. Nunca vine de una familia de dinero, ni tampoco se nos enseñó que el dinero era lo más importante. Por alguna razón, lo había perdido. Tenía trajes de diseñador, me había zafado. Un día hablando con mi madre y con mi hermano, simplemente les dije que necesitaba darle un giro a mi vida porque si seguía así iba a terminar mal.
Fue donde tomé la decisión de irme a vivir a la playa. Además, siempre fui de esos. Me voy y me voy. Ahí fue cuando me fui y cambié completamente mi vida.
En Costa Rica es muy usual que quienes viven en la playa sean extranjeros. Entonces, eso te lleva un mundo muy cultural, más abierto, y empezás a cambiar un poco la perspectiva. Casualmente, me fui a vivir a una zona donde había muchísimos argentinos, muchísimos gringos, y se me abrió un poco más el mundo.
Ahora practico inglés, voy a surfear, está el mate, el asado. Me fui abriendo de a poco y fue algo que me ayudó muchísimo, dejar un poco de lado el trabajo y tanto estrés por pensar que el dinero lo era todo. Creo que eso me salvó la vida y hasta la fecha puedo afirmarlo así, que ese cambio tan radical fue lo que me llevó a ser hoy lo que soy.
¿Por qué te especializaste en derecho público y derecho ambiental?
En segundo año de universidad tenía un profesor, que hoy es magistrado suplente en la Corte Suprema de Justicia. Yo me sentaba primero en la clase y me sabía la ley de memoria. Él decía tal cosa y yo le decía otra, y me volvía a decir que no había visto tal otra cosa. Un día, termina la clase y me dice: “Ten cuidado con contestar así porque puede haber gente que se sepa más artículos que vos”. Entonces, empezamos a ser buenos amigos.
Él fue quien me dio mi primera experiencia a nivel de derecho público. Me presentó a un amigo que tenía una oficina de abogados especializados en esos temas y a partir de ahí empecé a trabajar. Él tenía algunos enlaces con temas ambientales, no muy marcados, pero me empecé a interesar.
En mi siguiente trabajo, un año después, en una firma bastante grande en Costa Rica estaban buscando un perfil de abogado de primer año o alguien que pudiera sustituirla. Yo llegué, presenté mi currículum, me hicieron como tres entrevistas y me dieron el trabajo. Era en temas ambientales, pero el derecho ambiental en Costa Rica está muy asociado con el derecho administrativo o el derecho público.
Toda la protección del medio ambiente viene a través de situaciones que representa el Estado, allá tenemos un Sistema Nacional de Áreas de Conservación, el homólogo del SNAP en Uruguay, y un Ministerio de Medio Ambiente. Empecé a tener mi primer contacto ahí, siempre tuve ese tema con los animales.
Desde pequeño quise ser veterinario. Ahora no lo quiero ser, pero empecé a interesarme más en este tema. Además, estuve primero en la perspectiva de las grandes compañías, de cómo veían el tema de medio ambiente, y cuando me egresé y tuve mi carnet profesional salí con una práctica un poco más consciente de lo que estaba pasando.
¿Qué rol juegan los abogados ambientalistas en Costa Rica, un país que cuida mucho su naturaleza? ¿Es una especialización común? Uno creería que sí.
No, de hecho, no. Hay un “gap” generacional bastante grande. En mi maestría éramos diez estudiantes y costó muchísimo que se abriera una segunda generación. De los ambientalistas reconocidos en mi país, el más joven tiene cincuenta años y el mayor podría tener ochenta. Y no como derecho ambiental, sino más bien como derecho agrario, pero no es usual.
Me atrevería a decirte que el referente en mi generación, porque fui el único que tuvo práctica privada, soy yo. Ponés mi nombre en Google y te van a salir noticias asociadas a temas ambientales. He sido el único que ha incursionado, me conocen como “el abogado de los tiburones” porque fui el único que tuvo el tema de entrarle de lleno al gobierno y pelear por el tiburón martillo.
Nadie había demandado por el tema de los cocodrilos en Costa Rica. Tenemos una población bastante grande y nadie se había metido con ese tema. Nadie se había metido a pelear por el mono Congo, o el mono aullador. Tenemos un problema serio por electrocución bastante elevadas. Así, sucesivamente, temas de recurso hídrico como contaminación de pozos, de forestación, tema de canteras, de minas. Nadie había entrado de lleno con la sociedad civil o las ONGs a judicializar temas en los que perdíamos biodiversidad.
Yo me he tomado el atrevimiento de enfrentarme al Estado, a decirles que esos temas no van así. En 2014 me cambió totalmente la carrera profesional. Hubo un juicio muy importante que se dio en Costa Rica por un proyecto hidroeléctrico manejado por el ICE, que es la compañía estatal de electricidad. Iban a hacer el proyecto hidroeléctrico más grande de la región y en ese momento había un grupo de abogados que llevaba el proceso con los indígenas Terraba y uno de los especialistas que trabajaba ahí me llamó porque los abogados que estaban no entendían de la materia.
No entendían de proyectos hidroeléctricos y yo venía trabajando con ellos desde el 2009. Me había metido mucho con el mercado eléctrico regional cuando se estaba abriendo.
Me trajeron a la mesa con los indígenas, que son un tema muy importante en Costa Rica. Hicieron un Consejo de los Mayores para contratarme, que son los mayores de 60 años, los representantes de la comunidad, y me eligieron para que entrara al proceso que no caminaba, no iba para ningún lado.
Entré con una idea muy innovadora. En el 2014, yo había hecho mi tesis de una legislación procesal nueva que teníamos en Costa Rica y utilicé uno de los procesos nuevos para ingresar. Al final, los abogados que estaban llevando el proceso lo perdieron y yo lo gané. Yo tenía 26 años, y era uno de los juicios más importantes.
Fue una sentencia icónica. Posteriormente gané una acción de inconstitucionalidad y el proyecto hidroeléctrico, por mi trabajo con los indígenas, nunca fue. El proyecto iba a inundar tierras indígenas y no nos iba a dar beneficios. Estaban despilfarrando dinero en obras.
Ahí fue donde dije: “puedo más”. Los siguientes años me empecé a meter un poco más y, en el 2016, un norteamericano había perdido una pierna por un cocodrilo. Entonces, hicimos un evento de la WSL, que es como el circuito mundial de surf, y tuvimos tres cocodrilos. Fue una locura.
Ahí empecé con vida silvestre y fue como me metí en la parte de animales, a lo que más me he dedicado en los últimos cinco años.
¿Cómo es eso de tener un cliente que no te buscó, ni va a pagarte, como es la naturaleza?
Es así. Tenemos una ley de biodiversidad y una ley orgánica en ambiente, junto a un Código Procesal Contencioso Administrativo que te da la oportunidad. Ha sido muy interesante porque la primera vez que metí en el proceso tenía cierto temor de que no me permitieran ser el abogado de un cliente que no me buscó.
Los Tribunales de Justicia han venido reconociendo mi legitimación en la defensa de los diferentes animales de vida silvestre en los que he entrado. Ha sido muy interesante porque en lo que presento en los procesos judiciales, el Estado empieza a mover esa máquina oxidada y empiezan a trabajar en lo que yo estoy demandando. Ha sido muy efectivo judicializar.
¿Qué gana una persona defendiendo al medio ambiente? No hay dinero de por medio. Me ha elevado entender que si conservamos la biodiversidad que tenemos, nuestro país será mucho más visible.
En algún momento creaste Energy Law Firm, tu propio estudio de abogados, ¿por qué?
En el 2012, en mayo, fue cuando me dieron mi carnet profesional para ejercer. En Costa Rica tenés que estar agremiado y no solo graduado. Del 2010 al 2012 se hablaba del mercado eléctrico regional, se hablaba de una apertura de la energía en Costa Rica, aunque todavía sigue siendo monopolio del Estado la venta y distribución de energía. El Estado recibe producción de energía de empresas privadas, pero no permite la distribución y comercialización.
Estaba muy interesado con el mercado eléctrico regional y con la futura apertura que venía, me encantaban los proyectos hidroeléctricos, eólicos, la legislación de energía. No veía abogados especializados en energía y creé la firma, con esa visión de entrar a trabajar en energía.
Lo más cerca que estuve fue demandando a ISE. El mercado eléctrico nunca se abrió y me empezaron a contratar empresas privadas para demandar. Ahí fue donde Energy mutó. Se iba a dedicar a trabajar solo en energía y pasó a ser una firma dedicada, prácticamente, al litigio. Ahora no es solo medio ambiente, sino especializado en otras materias también. Por eso, busqué un programa de litigio en Uruguay, en la Universidad de Montevideo.
Estudiaste y seguís estudiando, ¿cuánto se aprende en la práctica y cuánto en lo universitario?
A mi criterio es un 50/50. Tenés que estudiar, es muy importante, pero el estudio sin práctica no es funcional. En la carrera de Derecho, si no tenés práctica, o si no tenés la experiencia laboral previa, te va a ser muy difícil entender qué es lo que elegiste estudiar.
La única forma de competir, especialmente porque Energy Law es una firma única y estoy solo yo como socio, es especializándose y estudiando. Las personas que llegan, personas que buscan este servicio, pues dirán “un abogado tan joven”. Si no los convencés con las primeras palabras, no te contratan. Hay personas que tienen mucha capacidad, más que quienes tienen títulos universitarios, pero es una manera de atraer clientes.
Volviendo a tu vínculo con el surf, ya sabemos cómo empezó, pero, ¿cómo aprendiste a surfear en Costa Rica?
Como venía acostumbrado a que siempre había que tener un entrenador para las disciplinas, me fui a buscar a un entrenador. Fue Diego Naranjo, un surfer reconocido en Costa Rica, ya con cierta edad. Le escribí y me dijo que sí, que me llevaba un día en específico a surfear. Él no sabía que yo no sabía, entonces mi primer día de surf fue terrible.
Llegué a un point de Playa Hermosa que es complicado, no es para gente inexperta. Él me pidió que me meta y haga esto, esto y aquello. Te puedes imaginar cómo me fue, la pasé bastante mal, pero a partir de ahí dije que no podía ser posible que me venciera un deporte así nomás, tenía que seguir.
Continúe yendo hasta la fecha. Es un deporte que te reta muchísimo, no solo necesitás tener cierta inteligencia para entender el funcionamiento del mar, sino que tenés que tener cierta movilidad y facilidad con tu cuerpo para poder practicarlo.
¿De qué manera llega tu primer vínculo con Uruguay?
El vínculo fue Julián Schweizer. Él había ido a entrenar con Diego Naranjo también y lo conocí ese primer día en el agua. Vio que la estaba pasando muy mal, se acercó con la tabla y me dijo “yo te ayudo, seguime”. Cuando llegó a Costa Rica tenía 17 años y yo tenía 27.
Empecé a conversar con él y el siguiente año, como yo vivo solo y quería avanzar con mi surf, le dije a Julián que se viniera a vivir a Costa Rica conmigo. No tenía problema, tengo casa grande, y se vino a vivir conmigo. A los meses vinieron los padres, él acababa de cumplir 18 años. Ahí fue donde creé un vínculo muy importante con la familia de Julián y, al siguiente año, dije que tenía que conocer Uruguay. Además, siempre me ha encantado la carne, te puedes imaginar lo que ha sido llegar acá y comer asado.
Además de a Julián, has patrocinado a otros surfistas a través de tu firma de abogados, ¿cómo los elegís?
Cuando nace el proyecto de traer la WSL (World Surf League) a Costa Rica, junto con lo que podía apreciar o ver, me di cuenta que eran muy importantes las ligas menores, el deporte desde pequeños. Empecé a ver que era muy importante ayudar a los niños y fue donde inició todo el apoyo con Julián, que tenía algunas habilidades, principalmente la de perseverar que es algo importantísimo en el deporte.
Era compadre de varios niños, uno tenía 8 y otro 10, además una niña de 12 que se llamaba Valeria Ojeda. Hicimos un pequeño equipo, me encargaba de los gastos y así fue como la firma empezó, a través del contacto que tenía con el océano y el deporte, a patrocinar.
Ahora es un nombre bastante conocido en las costas, precisamente por esto de que le da apoyo a surfeadores pequeños. Actualmente apoyo un niño de 10 años que a todos lados que va dice que lo patrocina una firma de abogados, lo motiva. Además, siempre está esa cercanía con el medioambiente que no te la podés sacar de encima.
En Uruguay sos, además, uno de los cofundadores de Duke, una de las revistas de surf más importantes acá. ¿Cómo llegás a eso?
Por Julián. Me presento a Pablo Zanocchi en el 2016, trabajaba para Surfline en español. Vino a casa y se quedó conmigo. Un loco increíble, un genio, me asombraba el conocimiento que tenía en el deporte, y fue en el momento en que formamos un vínculo. Para el 2018 o 2019, él empezó a conversar sobre el proyecto que tenía, que era Duke. Yo puse el capital, Pablo el conocimiento, porque, al fin y al cabo, yo entiendo de surf, pero él es el encargado.
Incluso, mantengo un perfil bajo sobre el tema. Entiendo bien el periodismo, cómo influir, me encanta leer lo que publica y, a partir de ahí, yo le digo que siga porque tengo que seguir leyendo.
La revista siempre fue digital, todavía recuerdo el video de lanzamiento increíble. Hasta la fecha, el crecimiento que ha tenido es impresionante. Me atrevería a decir que es una de las revistas más leídas a nivel de Latinoamérica en surf. Es precisamente por el conocimiento que Pablo maneja y el desempeño que siempre da en sus revistas.
Tenés un interés especial por Cabo Polonio, ¿qué es lo que te atrajo del lugar?
Vengo desde el 2017 y siempre me atraía que en la cena familiar se hablaba sobre Cabo Polonio. Algunos amigos o familiares de Julián se iban para Cabo Polonio, entonces siempre tenía ese tema ahí. Costa Rica tiene un porcentaje de electrificación bastante alto, entonces no me imaginaba un lugar sin electricidad, precisamente por eso, porque la mayoría de poblados en Costa Rica siempre tienen electricidad. Son pocos los lugares que no y no son pueblos turísticos.
Este año, casualmente, salió la oportunidad y vi que la problemática había escalado a otro nivel. No se acepta el Plan de Manejo del SNAP y las razones son tan disímiles como el clima, que todos los días puede cambiar.
A partir de ahí fue que me interesé, precisamente, por lo que estoy viviendo en Costa Rica, por el Plan de Manejo donde vivo. Me interesé aún más estando ahí, no me pude dormir tranquilo y tuve que empezar a buscar y empecé a leer. Al día siguiente ya lo tenía resuelto: el énfasis está en el factor humano y no había visto el factor ecosistema. El factor ecosistema es para, eventualmente, tomar decisiones.
“Falta ciencia”, es lo que le dije. Ahí es donde está el tema, hay que entrarle por datos, estadísticas, ciencia, por ver cuál es realmente el comportamiento que tendría la naturaleza, no el factor humano. Sabemos que siempre tiene un impacto negativo, hay que ver, más bien, cómo podemos mejorar y restaurar el medio ambiente en esta zona.
¿Qué cosas específicas encontraste que no te cerraban, o que criticarías?
Este año que terminé mi primer año de la maestría en la Universidad de Montevideo, me di cuenta que podía tener una perspectiva un poco más crítica, o podría entender aún más el sistema procesal del Uruguay. Con eso, puedo tener un poco más de credibilidad en cualquier tipo de opinión.
Ya había leído algunos decretos que tienen y la creación de lo que fue el Parque Nacional Cabo Polonio y alrededores, porque también incluye la Laguna Castillos, Valizas y otros puntos insulares. Es a partir de esa lectura que termino también estudiando un poco el Plan de Manejo y me doy cuenta de algunas apreciaciones importantes. Apreciaciones tal vez por mi experiencia en Costa Rica, que somos un país que tiene normativa o legislación ambiental de avanzada, y que hemos tenido muchos problemas precisamente también con implantación de diferentes legislaciones, que al fin y al cabo vienen a generar una confrontación directa con lo que se llaman las actividades antrópicas, que son todas las actividades humanas en relación con el medio ambiente.
¿Qué es lo primero que observaste?
Tema número uno, que me parece que es importante como extranjero y como experto en la materia, es que desde 1966 que es cuando se da la declaración de interés sobre Cabo Polonio y otras zonas alrededor, viene dándose un fenómeno muy interesante. Como tal, no se daba todavía la apreciación de que fuera un parque nacional. Es decir, el parque nacional nace años después, prácticamente en el año 96 y la delimitación de Cabo Polonio dentro de las coordenadas y los predios o propiedades privadas o parcelas no se da hasta el año 2009. Ya con un sistema nacional de áreas de protección, el SNAP, con la creación del año 2000 empiezan a darle un poco más de cabeza a lo que es la protección de este lugar.
Como ha sucedido en una gran mayoría de parques o refugios de áreas protegidas cuando se da la declaración, algunas actividades humanas son ya existentes, y preexistentes incluso a la creación de un área silvestre protegida como esta.
Un parque nacional es la categoría de mayor protección, que es algo que tenemos que tener claro porque muchas personas dicen: “¿por qué no se permite esta actividad? ¿por qué no puedo llevar a mi perrito? ¿por qué no puedo caminar?”. Es precisamente porque el parque nacional es el área más restrictiva a nivel de servicios de protección que tenemos a nivel mundial, normalmente esta es una decisión, o legislación que se replica en muchísimas latitudes del planeta.
Con la delimitación en el año 2009, se acabaría cualquier tipo de discusión que podría tener cualquier privado. En muchas ocasiones simplemente se dibuja el área de protección, en este caso un parque nacional, y no se da la delimitación por coordenadas o por predios. Entonces, por los que están en los límites surge una discusión.
¿Tema número dos?
Yo vivo dentro de un refugio de vida silvestre en Costa Rica y, en ese refugio de vida silvestre, que es una categoría menor incluso que parque nacional, estamos discutiendo un Plan de Manejo.
El Pacífico de Costa Rica posee una gran cantidad de apareamiento y desove de tortugas, de diferentes especies, tenemos la tortuga lora, que es una tortuga que ha sido declarada por la UICN, que es el mismo sistema que ustedes aplican en Uruguay para la declaración de especies en peligro de extinción, con poblaciones limitadas o altamente en peligro de extinción. Eso ha dado una discusión a nivel de comunidad muy interesante que puedo tal vez traer a colación o darle un énfasis con ustedes.
Yo veo el tema de los datos de los lobos marinos y leones marinos en el Plan de Manejo. Me llama mucho la atención y es un tema a comentar, que no tienen datos.
Es decir, el Sistema Nacional de Área de Protección para Cabo Polonio y alrededores, principalmente para la parte insular y marina, pues no tiene datos de lobos marinos ni leones. Es muy importante hacer una precisión también que el parque nacional también incluye otras áreas en sus alrededores. Es un parque nacional que tiene 25 mil hectáreas, de las cuales únicamente como 4.000 son continentales. Eso es lo que nos da toda la interacción a nivel humano, las demás son entre insulares y marinas.
Entonces, ¿por qué es tan importante dar un énfasis o una perspectiva del tema de los leones y los lobos marinos? Porque, precisamente, al ser marino y ser insular, hay un desarrollo que tiene la especie con la interacción en esta zona.
Llama mucho la atención que el sistema no dé, o no tenga datos anteriores. ¿Por qué esto? Porque para yo llegar a decir que la interacción con el ser humano podrá estar afectando a una especie, o podría incluso beneficiarlo en algunas ocasiones, debo tener datos.
Cuando uno analiza un poco la zonificación que da el Plan de Manejo, en las cuales se llega a detallar que hay una zona que es totalmente de mínima intervención, que está cerca de la parte más rocosa donde hay algunas casas ahí, llega uno realmente a preguntarse si se hace un análisis a nivel de cuál es la interacción ser humano – lobos/ leones. No hay datos, eso es preocupante porque para yo llegar a determinar cuál va a ser el Plan de Manejo, qué voy a utilizar, se debe ir desde lo más importante, que es la conservación de una especie. Ese análisis no se hace en el Plan de Manejo.
Es un planteo importante porque algunas personas podrían estarse preguntando por qué hay tanto énfasis sobre la presencia del ser humano. Aquí es donde viene un tercer punto que es clave, y es el sistema lugar. El Uruguay, si no me equivoco, debe tener una extensión de 800 kilómetros lineales. Si lo comparamos con Costa Rica, Costa Rica tiene más de 1100 km solamente en la costa pacífica. El sistema dunar es clave, es otro elemento o factor a conservar.
Si tenemos lobos marinos y leones marinos hay que hablar sobre la geografía que es, básicamente, un sistema dunar en toda la parte litoral que posee el país.
Entonces, cuando yo leo el Plan de Manejo en el que le dan tanto énfasis a la parte humana, veo el sistema dunar y veo un factor que es importantísimo que son las plantaciones forestales.
Me llama mucho la atención porque se establece que, inicialmente, el gobierno creó plantaciones forestales, o le dio luz verde a las plantaciones forestales, cerca de Cabo Polonio.
Y las plantaciones no nativas y las dunas no van de la mano…
Posteriormente viene un factor importantísimo, que se da más en el año 2000, que es la ciencia basada o relacionada con las aves acuáticas, se viene ese factor para delimitarlo.
En realidad, inicialmente se tiene en cuenta el sistema dunar, donde el Estado uruguayo intenta erradicar las plantaciones forestales y no tienen éxito. Más bien, crecen estas plantaciones forestales de pino y ese es el principal factor a atacar. En el Plan de Manejo, si bien se detalla que las plantaciones forestales son un componente de riesgo ambiental muy alto, no van sobre un plan de trabajo para efectivamente eliminar la plantación forestal, sino que nuevamente caen sobre el tema de la intervención de la actividad humana. No digo que no sea importante, sino que hay que tener cuidado a la hora de intervenir lo que ya existe a nivel humano.
De ahí que el Plan de Manejo necesita un análisis más profundo sobre la intervención de lo que serían las plantaciones forestales. A mi criterio, antes de determinar si puedo movilizar una casa o no puedo, si he o no he de demoler una casa, debo ser preciso en que si intervengo las plantaciones forestales el sistema dunar va a recuperarse de una gran cantidad, o por lo menos tener una regeneración un poco más favorable.
Pero ese análisis no se hace, no me parece haber leído ni ver precisamente un contenido forestal. ¿Por qué señalo esto? Por el punto medular es de los lobos marinos y leones marinos, hay fauna y flora muy importante en las dunas. Si quiero realmente recuperar la importancia que tiene un paisaje natural debo basarme en los elementos que estoy protegiendo, debo hacer ciencia. No es válido que un Plan de Manejo se convierta más bien en un plan de trabajo.
La interacción con el ser humano debe primero, antes de ser determinante en cómo se va a abordar, independientemente que sea parque nacional, debe tener un análisis o una base científica. Eso es lo que hace falta todavía, a mi criterio: analizar el tema de las plantaciones forestales más en profundidad, ver qué tanto, si hubo una intervención favorable y si el plan funciona hasta ahora.
Ese es otro tema en el que me salta la preocupación. Con un Estado que en principio llegó, hizo un análisis y, en su momento, quiso sacar esa plantación forestal y no lo logro, ¿qué me garantiza que con este Plan de Manejo lo vayan a hacer? ¿Qué me garantiza que el Plan de Manejo no se convierta en un instrumento para sacar a ciertas personas de ahí porque consideran que eso podría ser poco beneficioso para el ecosistema que se pretende recuperar?
Incluso hay otros temas más, como el agua.
Se habla mucho del tema de las cachimbas, de pozos perforados de manera ilegal, y también del manejo de pozos sépticos de las aguas residuales. Existe un problema de aguas, tanto pluviales, residuales, como del consumo humano. Eso no se puede dejar de lado y deben atacarlo. Es un tema que debe la Intendencia, Rocha como tal, y hasta el mismo gobierno con el sistema de áreas y los diferentes ministerios que son la parte política administrativa que debe estar ahí interviniendo, con Plan de Manejo no.
Hace años se debió intervenir este componente porque ahora parecería ser que la mejor herramienta para intervenir al ser humano que se presenta acá es a través de la creación de una especie de emergencia sanitaria y ambiental, donde entra el componente agua.
Pareciera este más un plan de trabajo porque detalla muy bien qué se va a hacer dentro de un año, dos años, tres y cinco años. No hay un cronograma claro de trabajo, pero sí se dejan diferentes acciones que se van a seguir en las cuatro zonas de intervención.
A partir de ahí que uno dice, “por qué están esperando que pase este plan de manejo para intervenir el tema de aguas, si también tienen legislación relacionada con el tema de saneamiento, legislación importantísima de manejo de aguas subterráneas que tiene que ver con los pozos que han sido perforados ilegales, de cómo debe abastecerse el consumo humano, de cómo se puede obligar a los ocupantes a legalizar este tema”. Se trata de la conservación de la naturaleza, por un lado, por la contaminación de aguas que se da, pero también tiene que estar claro que es un deber y un pilar del gobierno y de la sociedad la conservación de las mismas personas que vivimos en una zona específica, en este caso en Cabo Polonio.
Me parece que se ha dejado de lado y es algo crítico que se debe, de una manera u otra, intervenir. A partir de ahí nace un punto muy importante, que son las regulaciones que se van estableciendo para las diferentes zonas de ocupación. Al ser, en algunas, suelos muy arenosos, la filtración de las aguas va a ser mayor, fácilmente permean y las cachimbas vienen a ser determinantes. Se puede intervenir de forma debida y buscarse sistemas de saneamiento modernos, ya no estamos hablando de plantas de tratamiento caras, (estamos hablando de sistemas basados precisamente en geotextiles u otro tipo de materiales que nos permitan llevar a generar sistemas más eficientes a un menor espacio, porque el espacio es bastante reducido) por lo menos entre algunas casas.
Por un lado, me llama la atención que se discute un poco la parte de que no se puede seguir con construcciones, que en las construcciones existentes hay que tener cuidado con los metrajes y demás. Pero, por otro lado, la Intendencia está cobrando un impuesto a las construcciones irregulares, pareciera que cobrar, ya por sí mismo, viene a darle una posición de legitimidad a los ocupantes.
En el parque nacional tienen un polo turístico, prácticamente privado y basado en otros ocupadores que tienen sus propiedades ahí. El gobierno, a la hora de querer intervenirlos, tiene que tener cierto cuidado porque podría llegar a afectar la esencia o la realidad que tienen en el Cabo Polonio. Esa es otra preocupación a la hora de generar el Plan de Manejo como tal. El plan que está generando el Estado con sus diferentes instituciones podría eventualmente estar yendo en contra de los pobladores actuales y los ocupantes que tenemos ahí. Es lo que está pasando y que es lo que podría suceder, que la comunidad se vaya a oponer al Plan de Manejo porque no le resulta vinculante, no quieren adoptarlo. Entonces, en la práctica, no tener Plan de Manejo se va a ver más gravoso.
Desde mi perspectiva y experiencia siempre he propuesto y he promulgado que los planes de manejo deben de tener un contenido previo de investigación. Si no el Plan de Manejo se ve como una clara usurpación de los derechos de los demás. También se dejan de lado los derechos de la naturaleza y del ecosistema porque no se está generando un balance correcto al querer sacar al ser humano. Tampoco a dejar de lado que el factor humano genera un impacto negativo en cualquier ecosistema y eso es visible, pero eso no quiere decir que sea el componente de mayor presión o el componente de mayor riesgo en la zona.
¿Y cuál es una posible solución a toda esta problemática?
Con ciencia. Para el tema de aguas residuales y de aguas pluviales, hay un estudio muy preciso que hicieron en el año 2011, que evidencia el problema, pero no existe un estudio que me venga a decir cómo va a afectar. A la hora de intervenir las plantaciones forestales, ni siquiera pude apreciar que existieran visualizaciones de cómo avanzó esa plantación forestal en perjuicio de las dunas. Tampoco pude ver estudios poblacionales que me digan hay una recuperación de la población de lobos desde que la lobería dejó de existir. Ese tipo de análisis son los que se precisan en este momento, incluso para los habitantes en la zona.
La principal recomendación que les daría es contraten personas que puedan llegar a determinar cuál sería el impacto de que se queden ahí y cómo se pueden quedar ahí. Tiene que haber una contrapropuesta al Plan de Manejo dentro de lo que es la intervención.
Esa contrapropuesta debe contener un análisis y soluciones, pero desde la perspectiva del ecosistema. Se puede apreciar en el mismo Plan de Manejo que ellos determinan que la zona de más alta intervención es la zona donde pasan los vehículos. Entonces, si es así, cuánto estoy perdiendo de biodiversidad, cuánto pierdo de ecosistema, y que los mismos vecinos y el mismo gobierno busque una compensación.
Saben cuántas casas hay, pero no saben cuánto es lo que estamos protegiendo. Hay que hacer un llamado a la ciencia. Es un parque nacional, la gente puede sacar permisos de investigación y demás.
Es un análisis un poco menos desde la perspectiva antrópica, y más visualizado desde la restauración, generación y recuperación del ecosistema que podría dar una solución a este conflicto.
¿Cuál fue el día más feliz de tu vida?
Sin temor a equivocarme, el día que nació mi hermano menor. Siempre estuve pidiendo un hermano y, la verdad, que eso me marcó muchísimo porque llevás casi cinco años siendo hijo único y, de pronto, te aparece semejante regalo. De ese día recuerdo cuando lo traían a casa, que llora pero no entiendes por qué.
¿Y el más triste?
He tenido varios días tristes. Recuerdo que cuando hicimos el evento en el año 2016 de la WSL Costa Rica. Las expectativas eran muy altas, muy altas, teníamos un evento 3000 puntos con los mejores surfistas del planeta.
Cuando cerramos el evento dio unos números rojos importantes, sentí que me había equivocado, sentí que tiraba mi vida por la borda.
¿En qué momento de tu vida sentiste mayor libertad?
Cuando me fui de mi casa la primera vez. Por más que mi madre fuera buena madre, siempre estás limitado a las leyes de casa. Yo con 20 años me fui a vivir solo, esa edad en que creés que vas a romper el mundo y pasó todo lo contrario.
Algo que la vida te haya hecho aprender a los golpes.
El surf, definitivamente. Cada caída se vuelve un aprendizaje más.
¿Te pegaste algún susto surfeando?
Bastantes, diría. Uno fue en Indonesia. Nunca había ido y llevábamos tablas muy cortas. No era muy experimentado, eran olas de 12 -15 pies (alrededor de 4 cuatros) y dije, “aquí, en alguna, me tengo que tirar”. Venía una ola gigante y dije “igual voy para la foto”. Me vine desde arriba y ahí el reef está muy abajo. Yo sentí que caí, la tabla pego contra el coral y se me fue la tabla, no sabía de dónde agarrarme, fue terrible.
Un sueño que te quede por cumplir.
Sentir realmente que he alcanzado la plenitud en mi vida, sentir que he llegado a sentirme una persona plena. Creo que es mi mayor anhelo o mi mayor sueño, que he hecho todo lo que quería hacer, dónde y cómo lo quería hacer. Eso es lo que permite seguir soñando.
¿Si murieras hoy irías al cielo o al infierno?
Creo que nadie merece ir al infierno así que iría al cielo y no al infierno. Todos nos equivocamos, no hay un ser perfecto ni lo habrá. Si existiera el cielo creo que sería un lugar donde habría segundas oportunidades. Si nuestra primera oportunidad es vivir en la tierra, definitivamente nuestra segunda oportunidad será ir al cielo.
Fuente: Montevideo Portal