Lisa Brennan-Jobs, la hija del carismático revolucionario de la tecnología Steve Jobs escribió un libro de sus memorias en las que hace un relato doméstico y crudo de su célebre padre, que la negó durante años y que, antes de su muerte en 2011, le pidió que lo perdonara.
La obra de la primogénita de Jobs se titula "Mínimos peces" en español. Pero en inglés el título original es "Small Fry", que era la forma en la que el fundador de Aplle llamaba a Lisa. Y si bien puede entenderse como el cariñoso “pececito”, en la jerga estadounidense tiene otra connotación, más despectiva. Es algo así como “papa frita” o “don nadie”.
En una entrevista publicada por un el diario La Nación, Lisa Brennan-Jobs relata sus sentimientos al escribir esta especie de autobiografía.
- Mientras escribías, ¿pensabas en las reacciones de tu familia?
Traté de no hacerlo. Mi ex novio me dijo que escribiera sobre mi madre y que después podía cortarlo. Se siente muy peligroso escribir honestamente, de manera poco halagadora, sobre tu familia. Sentís que estás matándolos en la página. No es que sepa qué se siente matar a alguien. Se siente violento, como dijo Joan Didion.
- Hay algo sobre la vergüenza y los secretos. Son poderosos en la página.
Sí, pero después que los solté podía girar, saltar y bailar. Me sentía liviana porque había estado sosteniendo algo muy pesado y lo pude apoyar. Y alguien me dijo que era hermoso. Los transformás en arte y de alguna manera no los estás sosteniendo más. Pensaste que iba a ser terrible y no lo fue para nada.
- ¿Cuál fue la reacción de tu madre?
Estaba muy contenta por la forma en que terminaba su personaje. Creo que es un ejemplo de lo que uno debería hacer si su hijo escribe sus memorias: no esconderse. Realmente me apoyó. Pero desde la primera página fue muy difícil de leer para ella. Es muy sensible.
Desde mi propia experiencia, leyendo el libro de mi tía sobre mi padre (N. de la R: A Regular Guy, de la hermana biológica de Jobs, Mona Simpson) me di cuenta de que no es algo divertido.
Mi madre me dio el coraje de escribir el libro. No quería que yo tuviera el mismo futuro. Y sabía que tenía las cosas muy confundidas en la cabeza. Cuando me tuvo se encontraba sola, pobre, deprimida y con una hija.
- Contás que tu padre te preguntó si ibas a escribir sobre él. ¿Pensás que de alguna manera lo sospechaba?
Escribí un ensayo sobre un viaje que hicimos juntos a Italia para la revista Vogue y se lo mandé. Nunca me contestó. Es como hablábamos al principio: ¿no se me permite hablar de mí por tener un padre famoso? Igual creo que en el fondo de su corazón no hubiera querido que yo sacrificara mi vida por él.
En cuanto a su biografía, él eligió a Walter Isaacson porque, como le dijo a mi tía Mona, tenía demasiados esqueletos en su armario. Había una jerarquía de biógrafos. El peor sería un biógrafo excelente que lo retratara mal y el mejor sería un biógrafo no tan bueno, pero que lo retratara bien.
A mí nunca se me hubiera ocurrido escribir su biografía, pero creo que no tenía otra posibilidad que escribir sobre mí misma ¿De qué podía escribir? Y creo que lo hice quedar bastante bien. Era humano. La gente me decía: ¿cómo podés amar a alguien con tantas fallas? Yo respondía: ¿no les gustan las fallas en las personas?
En "Mínimos peces", Lisa describe a Jobs en sus últimos meses antes de morir de cáncer. Sus piernas delgadas como brazos y extendidas como las de un saltamontes. Su cuerpo frágil y la sonda que desaparecía debajo de las sábanas. Y pidiéndole perdón. Cuando ya no quedaba casi nada de él, le dijo: “Quiero que sepas que no tenés la culpa. Lo siento, Lis. Quisiera volver atrás y cambiar todo. Pero ya es demasiado tarde. Te debo una”.
- Y tuviste un final de película.
Era lo que necesitaba y quería: que me dijera que mi verdad era la verdad. Era un verdadero romántico sobre cómo las cosas tenían que ser. Fue increíble cómo lo hizo. Creo que mi vida habría sido distinta si él no hubiera hecho eso.
- Esperó hasta último momento.
Creo que esperó a estar muy débil para que yo no pudiera pelear con él. Si esperás hasta el final, el otro ya no puede pelearse con vos. Sus piernas eran del tamaño de sus muñecas. Y creo que se sintió terrible. Tanta energía gastada en guardar las apariencias. Esperó hasta el final, me pidió perdón y pienso: ¡gracias a Dios que lo hizo!
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