Uno de los retos que plantean las misiones espaciales prolongadas, son los efectos que pueda tener el confinamiento en la salud mental de la tripulación. Por eso se buscan formas de recrear esas condiciones para preparar a los futuros astronautas.
Es por eso que en un artículo publicado en la revista Science Alert, se explica que la exposición prolongada al entorno del espacio no es solo una preocupación para nuestros cuerpos. ¿Qué pasa con nuestras mentes? Los efectos psicológicos del aislamiento y el confinamiento extremos durante los viajes espaciales a largo plazo y las misiones a otros planetas aún representan una gran incógnita.
Si alguna vez vamos a viajar con éxito a través del espacio e incluso a colonizar otros mundos, debemos comprender mucho más sobre lo que les sucede a las personas atrapadas en lugares implacables durante largos períodos, mientras están muy, muy lejos de casa.
Da la casualidad de que existe un nombre científico para estos hábitats hostiles: ambientes aislados, confinados, extremos (ICE, por sus siglas en inglés); incluso hay un campo de investigación en el que los científicos investigan los impactos psicológicos de vivir en condiciones análogas a las largas excursiones por el espacio.
De todos los lugares de la Tierra para realizar tales experimentos, destaca uno en particular.
"La Antártida se considera un análogo ideal para el espacio porque su entorno extremo se caracteriza por numerosos factores estresantes que reflejan los presentes durante la exploración espacial de larga duración", explica un equipo de investigadores dirigido por la psicóloga Candice Alfano, de la Universidad de Houston en una nueva publicación.
"Además de las tripulaciones pequeñas y la comunicación limitada durante los meses de invierno antártico, el ambiente ofrece poca estimulación sensorial y períodos prolongados de oscuridad y las duras condiciones climáticas restringen la actividad al aire libre. La evacuación es difícil, si no imposible", añade.
Así se llevó a cabo el estudio
En la nueva investigación, Alfano y su equipo aprovecharon las dificultades naturales de las difíciles condiciones de la Antártida, monitoreando la salud psicológica y el desarrollo del personal que vive y trabaja en dos estaciones de investigación antárticas remotas durante el período de estudio de nueve meses.
Los psicólogos idearon una herramienta de autoevaluación mensual llamada Lista de verificación de salud mental, diseñada para medir los estados emocionales y la salud mental, incluida la adaptación positiva (sentimientos de control e inspiración), la mala autorregulación (sentimientos de inquietud, falta de atención y cansancio), y aprensión ansiosa (sentimientos de preocupación y obsesión por las cosas).
Además, se monitorearon y calificaron los síntomas físicos de la enfermedad experimentada por el personal, y se recolectaron muestras de saliva para evaluar los niveles de cortisol como un biomarcador de estrés.
En última instancia, los resultados mostraron que las adaptaciones positivas de los participantes disminuyeron durante el transcurso de su publicación en la Antártida, mientras que aumentaron las emociones de mala autorregulación.
"Observamos cambios significativos en el funcionamiento psicológico, pero los patrones de cambio para aspectos específicos de la salud mental diferían.Las alteraciones más marcadas se observaron para las emociones positivas, de modo que vimos disminuciones continuas desde el principio hasta el final de la misión, sin evidencia de un 'efecto de recuperación' mientras los participantes se preparaban para regresar a casa", dice Alfano.
Según los investigadores, gran parte de la investigación anterior en esta área se ha centrado en los estados emocionales negativos desencadenados por las condiciones de entornos aislados, confinados y extremos.
Pero es posible que exista otro problema simultáneo. La disminución de los sentimientos positivos durante estancias prolongadas en lugares difíciles pareció ser una respuesta casi universal a las condiciones de ICE, mientras que los cambios en los niveles de emociones negativas fueron más variados entre los individuos.
"Las emociones positivas como la satisfacción, el entusiasmo y el asombro son características esenciales para prosperar en entornos de alta presión. Las intervenciones y contramedidas destinadas a mejorar las emociones positivas pueden, por lo tanto, ser fundamentales para reducir el riesgo psicológico en situaciones extremas", concluye Alfano.
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