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Nos hemos acostumbrado a hablar tanto del covid-19, que otras enfermedades mortales parecen relegadas a un segundo plano, a pesar de que siguen segando vidas. 

Uno de los ejemplos más claros de este desinterés nos llega a través del VIH, una enfermedad que en occidente se ha convertido en un mal crónico (aunque controlable gracias a los antirretrovirales) para quienes han tenido la fatalidad de contagiarse. 

Pero la humanidad existe más allá del primer mundo, y por eso es probable que desconozcamos que en 2019 el VIH mató a más de 700.000 personas.

¿Cómo es posible que aún no tengamos vacuna para una enfermedad viral que lleva entre nosotros desde comienzos de la década de 1980? La respuesta nos la da la naturaleza del propio virus del VIH, que se reproduce y muta tan rápidamente que impide que nuestro sistema inmune cree anticuerpos efectivos. Por si esto no fuera suficiente, el virus ataca a una parte del propio sistema inmunológico, posee una habilidad prodigiosa para esconderse, y su diversidad genética es mayor que la de cualquier otro patógeno conocido.

 

Eso explica que 40 años después de los primeros fallecidos por aquella extraña neumonía, que parecía afectar especialmente a la comunidad gay, sigamos sin vacuna… aunque no todo es negativo. Estos días los medios recogen con gran optimismo los primeros resultados de un ensayo clínico con una nueva vacuna contra el VIH, que al parecer ha tenido mucho éxito en la creación de un raro conjunto de células inmunológicas cuyo papel para derrotar a esta enfermedad autoinmune puede ser crucial.

En efecto, según acaban de anunciar dos prestigiosas organizaciones científicas sin ánimo de lucro: la IAVI (Iniciativa Internacional por una vacuna contra el SIDA) y el Instituto de Investigación Scripps, la nueva vacuna desarrollada en San Diego por científicos de esta última institución, ha mostrado un 97% de éxito a la hora de generar un conjunto de anticuerpos poco común conocidos como anticuerpos ampliamente neutralizantes.

Imagen generada por ordenador de la proteína inmunoestimulante eOD-GT8. (Imagen cortesía de oseph Jardine, Sergey Menis, y William Schief  de Scripps Resarch y IAVI).

Las pruebas de la vacuna, aún en fase 1, fueron realizadas por un equipo de Scripps Research, dirigido por el inmunólogo William Schief. En esta fase, en la que han colaborado 48 sujetos, lo que se pretendía era evaluar la seguridad de la vacuna y sus efectos biológicos, incluido la inmunogenicidad, es decir la capacidad que tiene el antígeno inoculado para activar la respuesta del sistema inmunitario. Las pruebas tuvieron lugar en la Universidad George Washington (Washington D.C.) y en el Centro de Investigación del Cáncer Fred Hutchinson (Seattle).

Además de por los prometedores resultados, la vacuna experimental ha generado expectación porque ha transcendido que Scripps y IAVI se han asociado con Moderna para hacer una versión de la misma basada en ARN mensajero. Todos sabemos la rapidez con que Moderna desarrolló su vacuna contra el covid-19, por lo que cabe esperar que si la vacuna contra el VIH sigue cosechando buenos resultados en las próximas fases clínicas, pronto podamos tenerla a disposición de las autoridades sanitarias.

En declaraciones del propio Schief: “Con la ayuda de nuestros numerosos colaboradores en el equipo, hemos demostrado que se pueden diseñar vacunas capaces de estimular ciertas células inmunes raras con propiedades específicas. Esta estimulación dirigida puede ser muy eficiente en humanos, y creemos que este enfoque será clave en la elaboración de una vacuna contra el VIH. Creemos además que es posible que sea igualmente importante en el desarrollo de vacunas contra otros patógenos”.

¿Qué otras enfermedades? Bien, puedes pensar en la gripe, el dengue, el Zika, la hepatitis C y la malaria.

Por lo que puedo leer, la búsqueda de una vacuna eficaz contra el VIH comenzó a la par que los primeros casos detectados en occidente, es decir en la década de los 80. Sin embargo dada la “astucia” del virus, poco se pudo lograr hasta 2009. Por aquel entonces, una vacuna suministrada en dos dosis, probada durante un ensayo llamado Thai RV144, mostró tener cierto efecto, aunque los resultados mostraron una reducción de la infección de apenas el 31% que duraba aproximadamente un año. Con un resultado tan bajo, sus desarrolladores ni siquiera pidieron aprobación regulatoria..

Volviendo sobre el enfoque de la vacuna, los anticuerpos ampliamente neutralizantes son muy interesantes debido a su capacidad de unirse con la proteína espícula del VIH, que no varía mucho entre las diferentes cepas. Al igual que sucede con e SARS-CoV-2, esta espícula es clave para que el VIH pueda introducirse en las células e infectarlas. Por esa razón no puede mutar mucho ya que de hacerlo podría bloquear la capacidad infecciosa del virus.

¿Por qué decimos que estos anticuerpos son “raros”? Bien, esto se debe a que únicamente 1 de cada millón de linfocitos B que conforman el sistema inmunológico son capaces de secretarlos.

El nuevo enfoque del equipo del Instituto Scripps se dirige precisamente a este conjunto de linfocitos B, a través de un compuesto de vacuna llamado eOD-GT8 60 mer. En el ensayo, los 48 voluntarios recibieron o bien una vacuna candidata que incluía este compuesto, o bien un placebo. El objetivo en sí no era probar que la vacuna previniese la infección por VIH, sino que los que la recibían eran capaces de producir anticuerpos neutralizantes en mayor número que los integrantes del grupo de control.

Los resultados, como antes he dicho, indicaron que el 97% de los participantes en el grupo que recibió la vacuna candidata mostraban los anticuerpos deseados. Aún falta un largo camino, incluyendo los ensayos en fase 2, y los definitivos ensayos en fase 3 (en los que ya participarán decenas de miles de personas), pero sin duda la ayuda de Moderna ayudará a acortar los pasos.

Sin duda una noticia estupenda que está pasando desapercibida a causa de la pandemia.

Fuente: Yahoo Noticias 

 

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