El Gobierno británico permitió a los aficionados volver a los estadios de la Premier el 2 de diciembre. También fue fugaz. Boris Johnson recuperó este lunes el confinamiento. La vuelta tuvo dos reglas: 4.000 espectadores como máximo, y solo en las zonas con mejores datos de contagio.
Anfield y Stamford Bridge, por ejemplo, podrían acoger a 2.000, al estar Liverpool y Londres en nivel 2; mientras que en Old Trafford debía jugarse a puerta cerrada, ya que Mánchester estaba en nivel 3. Como le sucedía a Leeds. De ahí que Marcelo Bielsa, entrenador local, rompiera el momento de esperanza con una queja.
“Debería existir una regla por la cual la entrada de aficionados en los estadios se produjera en todos o en ninguno. La presencia de hinchas en las gradas tiene incidencia en los resultados y los clubes ubicados en zonas de alta incidencia estarían penalizados”, dijo. Y tiene razón. O eso dicen los datos.
Antes de la pandemia, el equipo local ganaba el 45% de los partidos, el visitante el 29% (16 puntos porcentuales de diferencia) y se empataba el 26%. Durante el confinamiento, con estadios vacíos, los locales ganaban el 41% de las veces, los visitantes el 33% (8 puntos de diferencia) y empataban igual, el 26%. Sin público, la ventaja de jugar en casa se reduce a la mitad: de 16 puntos a 8.
En la Liga española, Irene Lozano, sugirió que estudiaría que más adelante haya público en unos campos y en otros no —como admite la Champions—, el peso de la grada resulta ser aún mayor. Antes del confinamiento, los locales ganaban el 47% de las veces, los visitantes el 28% y se empataba el 25%. A puerta cerrada, los locales solo ganaron el 40%, y los visitantes el 32%. La ventaja por jugar en casa se redujo de 19 puntos porcentuales a 8. Las caídas se deben, sobre todo, a que desaparece la presión que la multitud ejerce sobre los árbitros.
El descubrimiento es del profesor de Economía de la Universidad de Alicante Carlos Cueva, doctor por la de Cambridge; con la ayuda de Ignacio Mas Candela. Cuando en marzo llegó el confinamiento, que en la desescalada desembocó en el fútbol sin público, Cueva vio una oportunidad: “Me dije: ‘Es un experimento a escala mundial que tengo que aprovechar”, recuerda. Tenía datos de 230.000 partidos disputados en condiciones normales en 41 ligas profesionales de 30 países entre 1993 y 2020, y a eso pudo añadir, hasta el verano pasado, los de 2.749 jugados en con cierre total o parcial en 28 países.
La ocasión era única. Cueva es experto en Economía del Comportamiento, campo desde el que se ha abordado decenas de veces el reto de medir el efecto de la presión del público en los resultados. Pero nunca antes se había podido aislar de manera tan limpia el peso de los espectadores.
En otras circunstancias, ya en 2001, había obtenido resultados muy sugerentes Luis Garicano, hoy eurodiputado por Ciudadanos, entonces en la Universidad de Chicago. Junto con Ignacio Palacios publicó un estudio ahora célebre, Favoritismo bajo presión social, que demostraba que los árbitros españoles favorecían “sistemáticamente a los equipos locales acortando la duración de los partidos de resultado ajustado cuando el equipo local va ganando, y alargando la duración de los partidos de resultado ajustado cuando el equipo local va perdiendo”. Se refieren al tiempo extra después del minuto 90, potestad exclusiva del colegiado. Y añaden: “Identificamos que el mecanismo mediante el cual opera el sesgo es el deseo de satisfacer al público”.
Este artículo influyó mucho en el de Cueva, Espíritus animales en el bello juego. Medir la presión social en el fútbol profesional durante el confinamiento por la covid-19. “Me interesa el estudio de los sesgos del comportamiento, es decir, los factores no racionales que afectan a la toma de decisiones”, dice. En particular, en qué condiciones los expertos, como los árbitros, toman decisiones erróneas, “cuando su trabajo depende precisamente de que acierten”, explica.
“El efecto más claro de la ausencia de público en los estadios es en el árbitro”, dice Cueva. Una de las principales conclusiones de su estudio es que “mientras que los árbitros señalaban de manera consistente más infracciones contra los equipos visitantes que contra los locales antes del confinamiento, esta diferencia desaparece completamente después del confinamiento”. Sin público, el árbitro se vuelve neutral.
A puerta cerrada, al equipo local le pitan de media por partido un 10% más de faltas en contra que antes (de 12,73 a 14,80 faltas), le muestran un 22% más de amarillas (de 1,79 a 2,18), y las rojas aumentan un 33% (de 0,09 a 0,12). En cambio, para el visitante, la vida sigue igual: si con público veían 2,10 amarillas por partido, a puerta cerrada son 2,09; mientras que con las rojas no hay cambio: 0,12 con público y 0,12 sin él. A puerta cerrada, las decisiones se equilibran para el local y el visitante.
El Comité Técnico de Árbitros de la Federación declinó comentar el estudio de Cueva, pero fuentes conocedoras de los métodos de formación de los colegiados relatan que la presión social es un factor muy presente. Hay por ejemplo un ejercicio en el que se proyecta una jugada sobre la que el instructor, que defiende una decisión claramente errónea, pide opinión a los alumnos. Se trata de probar la fortaleza del juicio de los árbitros frente a la presión de la autoridad, como sucedáneo de la de un público apasionado.
Los datos apuntan de manera nítida al árbitro como el elemento del fútbol más susceptible de sucumbir al influjo de la grada, incluso contra su propio interés y sus conocimientos, pero no es el único. Cueva señala en más direcciones: “También es posible que el público local podría incrementar la probabilidad de ganar de su equipo de otras formas, por ejemplo, aumentando su moral o disminuyendo la del rival”, escribe en el artículo.
La investigación de Cueva encontró algo más que respalda la preocupación de Bielsa por la justicia del campeonato pese a que en los estadios ingleses solo entraron 2.000 espectadores. Los números de Cueva lo explican así: “El cierre parcial cancela el efecto de la covid. Cuando hay cierre solo parcial es más o menos como antes, como si no hubiera cierre: no se observa la caída de la probabilidad de que gane el equipo local”, dice.
En la Premier, el impacto del público es especialmente notable: a puerta cerrada, la ventaja local se desploma de 16 puntos porcentuales (46%/30%) a 5 (42%/37%). El 30 de diciembre Liverpool volvió a nivel 3 y anunció el fin del experimento, y el lunes Boris Johnson volvió a ordenar el confinamiento del Reino Unido. Vuelve la igualdad del vacío.
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