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El informe de la UNICEF sobre cómo el costo de la crianza está llevando a una crisis de natalidad al mundo

Aunque el fenómeno se observa de forma más acentuada en determinadas regiones como Europa, es ya una tendencia que afecta de manera global. La baja natalidad se hace cada vez más evidente en muchos países. 

La ONU alerta sobre una crisis de fertilidad, del envejecimiento de la población y sus consecuencias. Para el 2050 se estima que habrá el doble de personas mayores que niños.

Nuestra civilización antiniños, antifamilia, anticonciliación lo está poniendo muy difícil y se está quedando cada vez con menos niños. Parece que la idea de progreso en la que hemos creído durante las últimas décadas está demostrando grandes fallos. Y no es que el mundo necesite sobrepoblarse pero la verdad es que el sistema tal y como está pensado no podría sostenerse con menos personas en edad productiva y cada vez más personas dependientes. Tendría que haber un equilibrio.

  

Hay menos niños y niñas porque el costo económico y emocional de la crianza se hacen insostenibles

Es verdad que la crianza llevada de forma más congruente con nuestro diseño biológico sería más fácil y gozosa, sin embargo la hemos convertido en una carga económica y emocional que cada vez es menos posible de sobrellevar para las nuevas generaciones, especialmente para las mujeres en edad reproductiva.

Las cuentas no salen cuando toca calcular gastos de crianza. En informe reciente realizado por UNICEF sobre el costo de la crianza en España se advierte que la factura de criar a un niño o niña disuade a buena parte de aquellos que quieren ser padres o madres y que no pueden afrontar tales gastos. Esta situación en gran medida se debe al insuficiente apoyo público para la crianza, que no debería reducirse solo a las ayudas para familias en riesgo de pobreza o sumidas en ellas, sino que debería crear las condiciones adecuadas de conciliación real en el sistema laboral para favorecer una crianza de calidad.

  

El creciente número de progenitores tragados por un sistema productivo cada vez más exigente y esclavizante que les roba el mejor tiempo y energía y les deja solo las migajas para dedicar al cuidado de los niños, demuestra que las políticas públicas no valoran la crianza de calidad como una prioridad para garantizar el desarrollo pleno de la infancia.

En conjunto, los permisos o excedencias de trabajo por maternidad y lactancia son bastante cortos, igual que escasos o inexistentes los permisos laborales por cuidados en caso de enfermedad de los hijos. Los progenitores, pero sobre todo las madres, se ven en la necesidad de externalizar los cuidados de sus hijos con instituciones (escuelas, guarderías), familiares (abuelos) u otras personas y podemos seguir con la lista y no acabar.

Tener hijos para pagar a quienes lo cuiden y dedicarse a trabajar sin descanso para poder llegar a fin de mes es un plan que cada vez hace más ruido a potenciales progenitores y con toda la razón. También el hecho de que el monto requerido por niño para una crianza dentro de las mínimas condiciones posibles, aumenta al tiempo que se va perdiendo el poder adquisitivo de las familias.

Lo que pasa en las nueva generaciones

Las generaciones anteriores a nuestros padres o abuelos en general tuvieron más oportunidades de mejorar sus condiciones de vida, alquilar o comprar una vivienda propia gracias al esfuerzo de su trabajo, incluso solo con el ingreso de uno de los progenitores poder mantener a una familia de cuatro miembros, mientras la madre se dedicaba al cuidado de los niños.

Los costos de la crianza permitían ofrecer una educación escolar universitaria para los hijos, sin embargo estas nuevas generaciones a pesar de haber tenido más oportunidades de formarse profesionalmente difícilmente pueden pensar en pagar el alquiler de una vivienda con su sueldo, ni mucho menos tener vivienda propia.

Acceder a un trabajo que alcance para sostener a toda la familia es solo posible para una minoría privilegiada. A veces ni siquiera con ambos progenitores trabajando se llega a fin de mes cuando hay hijos que mantener. A las condiciones adversas para sostener un hogar, las condiciones laborales precarias, falta de tiempo para estar con los hijos y las dificultades económicas, se suma la preocupación real cada vez más presente en las nuevas generaciones sobre la sostenibilidad ambiental y lo que supone pensar en el mundo que dejarán a sus descendientes.

Todo lo anterior puede jugar en contra de las tasas favorables de natalidad y provocar las demografías negativas que advierten desde la ONU nos depara el eminente envejecimiento de la población en todo el planeta.

La factura de criar a un niño o niña disuade a buena parte de aquellos que quieren ser padres o madres y que no pueden afrontar tales gastos/Getty Images.