Los vínculos de la Reina Isabel II con el deporte tuvieron múltiples capítulos a lo largo de sus 96 años de vida y, en especial, tras su asunción.
En algunos casos, con su presencia en eventos superlativos: en Wimbledon, por ejemplo, estuvo en cuatro ediciones y le entregó el premio a Virginia Wade, la última tenista británica que se coronó en ese Grand Slam, en 1977. En otros, muy ligada a ellos, como en el turf, a través de los caballos de su propiedad que competían en Europa y a los que iba a ver sin falta en las grandes fiestas de Royal Ascot.
“Patrona” del torneo durante 64 años, la Reina visitó All England en 1957, 1962, 1977 y 2010. No fue sólo Wade la que recibió de sus manos el trofeo. Antes, también habían estado en la misma situación Althea Gibson y Rod Laver al consagrarse campeones delante de sus ojos. La última vez que asistió no fue en un juego decisivo e intercambió saludos y sonrisas con las jugadores Roger Federer, Andy Murray y las hermanas Venus y Serena Williams y leyendas como Billie Jean King y Martina Navratilova, entre otros, en medio de una presentación del tercer Major de la temporada. Imágenes inmortales aquellas.
“Particularmente memorable fue su visita en 1977, cuando Su Majestad asistió al Campeonato durante su Jubileo de Plata. Acompañada ese día por Su Alteza Real el Duque de Edimburgo, la Reina entregó el trofeo de damas individuales a la campeona, la británica Virginia Wade. Durante estos momentos tan tristes, nos gustaría rendir homenaje a Su Majestad por su largo e inquebrantable servicio al Reino Unido y la Commonwealth, al All England Club y The Championships como nuestro patrocinador”, señalaron este jueves desde la organización de Wimbledon.
El último retrato en ese club es con una sonrisa, vestida de azul cielo y blanco y con un ramo de flores en sus manos. Llevaba 33 años sin ir. Aquel mediodía recorrió el lugar como quien quiere comparar los viejos recuerdos y descubrir los cambios. Fue a las canchas en las que entrenan los jugadores, pasó por las instalaciones en las que compiten los juveniles, conversó con algunos niños que serían alcanza pelotas y fue al encuentro de las principales estrellas del momento antes del almuerzo, un plato de salmón con espárragos, un cuarto de pollo a la plancha marinado a la miel y acompañado de frutas y verduras.
Hasta hace tres años, al menos, su avanzada edad no le resultaba un impedimento para montar, algo que hacía desde pequeña y con gran destreza, siguiendo los pasos de su abuelo paterno y de su padre, Jorge VI. A los 6 años, le regalaron su primer pony y luego heredó los SPC de la caballeriza del Rey. Lo primero que hacía al levantarse cada día tras tomar su desayuno era preguntar por sus caballos favoritos y leer el Racing Post, el principal medio especializado británico.
En 1953 fue cuando tuvo su primera victoria como dueña, con Choir Boy, que ganó la Royal Hunt Cup. Su presencia en Royal Ascot, el tradicional festival al que concurren los mejores caballos y jinetes, no sorprendía a nadie. En 2019 llevó en su carruaje a la Reina Máxima, de Países Bajos. Nunca faltó… hasta este año. Para los hípicos, una señal de preocupación extrema. “Lo hacía por diversión, absolutamente. Durante mucho tiempo ha habido una conexión de la realeza con las carreras que, me parece, a la Reina le gustó genuinamente continuar”, dijo el analista Matthew Newman a la CNN. La Reina conservaba unos 30 caballos en entrenamiento, con un costo de unos 40.000 euros anuales por cada uno.
El último triunfo de uno de los suyos sucedió el martes pasado, en el hipódromo de Goodwood, con la potranca Love Affairs, que venció por un cuerpo y medio en 1200 metros. Fue la primera de la campaña de la yegua y la vigésima de la caballeriza en esta temporada. Este jueves, cinco minutos después de su fallecimiento, según el horario oficial, su yegua Improvise perdió por media cabeza al filo del disco en una competencia de 2000 metros en Epsom, bajo la lluvia. Ya parecía ganada. Se rindió a pasos de la meta. Las carreras que estaban pendientes en dos hipódromos británicos se cancelaron cuando se difundió formalmente la muerte de Isabel II y se anunció que fueron suspendidas las del viernes.
La hípica resultó su gran pasión. Disfrutó grandes victorias, en numerosos grandes premios, y también padeció dos momentos de furia, con dos caballos que dieron positivo. En un caso, el entrenador recibió una multa y fue sancionado por tres meses por aplicar una medicación no autorizada para esa categoría. En el otro, el tratamiento para algunos dolores al que había sido sometida su campeona Estimate y otros cuatro ejemplares de otros propietarios contenía una sustancia contaminada, según la investigación de las autoridades de control. Las alegrías fueron superiores, aunque no se medían por las ganancias en libras. Y la relación con los caballos la acercó al polo.
Hace 10 años, Londres fue la sede de los Juegos Olímpicos. La Reina no sólo presenció la ceremonia de apertura desde el palco oficial, sino que se prestó a un guion para hacer su ingreso la noche del 27 de julio al estadio Olímpico de esa ciudad. Antes de que asomara por uno de los ingresos y bajara por las escaleras hasta su ubicación, Isabel II fue coprotagonista de un video de casi cinco minutos junto a Daniel Craig, el actor que caracterizaba al agente 007.
“Buenas noches, Sr. Bond”, dice en el cortometraje que utilizó como prólogo de su llegada. Allí, tras ser buscada en uno de los salones del Palacio de Buckingham se suben a un helicóptero en el jardín, sobrevuelan zonas emblemáticas de la capital británica y simulan un salto en paracaídas al llegar a la cancha colmada para la apertura. Tras ese salto desde la noche londinense, la Reina asoma ovacionada en medio de los espectadores y se une a la fiesta. “Si me va a llevar, quiero ser yo la que aparezca”, explicó. Y así sucedió.
La reina presente en un partido del Derby County, club que en ese momento tenía en sus filas a los costarricenses Paulo César Wanchope y Mauricio Solís
El fútbol fue otra de sus pasiones. Se la relacionó a West Ham y a Arsenal, aunque siempre quedó en versiones. Intentó mostrarse neutral, aunque alguna vez el español Cesc Fabregas asegurara ella que le había admitido su amor por los “gunners”. El primer partido al que asistió como Reina fue la final de 1953 de la FA Cup en el que Blackpool venció a Bolton Wanderers.
En 1966, le entregó la Copa Jules Rimet al capitán de la selección inglesa, Bobby Moore, luego del único título de Inglaterra en los mundiales, jugando como local. En ese torneo, la Reina no estuvo el día que la Argentina perdió con los ingleses, fue expulsado Antonio Rattin y, disconforme con la sanción y las explicaciones, se sentó sobre la alfombra roja del Palco oficial, lo que fue tomado como una falta de respeto por los fanáticos locales.
Cuando fue uno de los 100.000 asistentes al Gran Premio británico de Fórmula 1 en 1950 todavía no era Reina y acompañó a su padre. Juan Manuel Fangio fue uno de los líderes de esa competencia ganada por el italiano Giuseppe Farina. La documentación histórica de aquel suceso vive hoy en el museo de Silverstone.
Aunque no volvió a decir presente en la categoría máxima del automovilismo, sí recibió a Lewis Hamilton en su Palacio para condecorarlo en diciembre pasado con el título de Caballero del Imperio Británico. Días antes, el piloto había perdido en la última vuelta la posibilidad de conseguir el octavo campeonato del mundo.
Fuente: Diario La Nación Argentina
La reina con Lewis Hamilton