La dieta mediterránea se basa, en gran medida, en las hortalizas. Pepinos, tomates y pimientos; cebollas, papas y calabacines... La lista es interminable.
Pero, junto al ya mencionado tomate, uno de los sabores más característicos de todo lo que hacemos es el ajo. Pocos son los platos tradicionales que no incluyen en su receta al menos un diente, y su sabor, incomparable con cualquier otro, tiene a quienes les gusta totalmente encandilados.
La experiencia de probarlo, ese auténtico puñetazo de sabor, nos deja claro que estamos ingiriendo sustancias químicas 'excepcionales'. Estas son las que suponen la mayor parte de los beneficios del ajo, que, científicamente probados, son los siguientes:
Compuestos saludables
Como explica J. Borlinghaus y el resto de su equipo de la RWTH Aachen University, en Alemania, en este estudio, el ajo contiene una sustancia llamada alicina. De esta sustancia se han descrito diversos efectos biológicos para nosotros: agente hipoglucémico, antibiótico, antitrombótico y antioxidante.
Por otra parte, como detallan en un estudio los investigadores M. Zarezadeh y T. Beluchnejadmojarad, de la Shahed University, en Irán, el ajo contiene también dos compuestos químicos llamados dialil disulfuro y s-alil-cisteína. Al primero se le atribuyen funciones de desintoxicación celular (dado que promueve la producción de grutatión s-transferasa, que se une a las toxinas electrofílicas de las células), antibióticas y protectoras frente al cáncer colorrectal y a las enfermedades cardiovasculares.
'Ausencia' de calorías
Cierto es que no consumimos 300 gramos de ajo todos los días (ni queremos plantearnos cómo olería una persona que hiciera tal cosa), pero los ajos son extraordinariamente nutritivos para el poco contenido energético que tienen. De hecho, según del Departamento de Agricultura de Estados Unidos, esta hortaliza contiene por cada 3 míseros gramos:
Combate las enfermedades
Sí, somos conscientes de que suena a fantasía, pero está probado científicamente. Por ejemplo, un estudio llevado a cabo por el investigador británico P. Josling determinó que, tras 12 semanas de trabajo científico, la suplementación con ajo reducía los casos de resfriado un 63%, comparados con los sujetos de estudio que tomaban placebo.
Otro estudio realizado por investigadores de la Universidad de Florida, en Estados Unidos, descubrió que una dosis alta de extracto de ajo envejecido (2,56 gramos diarios) reducía la cantidad de días en los que los trabajadores estaban enfermos (o con la gripe, aclaran) en un 61%.
Mejora el rendimiento físico
Este efecto viene muy de largo. En un trabajo científico, el investigador R. S. Rivlin, de la Universidad de Cornell, explicaba en 2001 que en la antigua Grecia se daba este alimento a los deportistas para mejorar sus capacidades físicas.
Esta no ha sido una de las preferencias científicas en lo que al estudio del ajo se refiere, por lo que poca investigación se ha llevado a cabo, pero la más relevante, realizada en el año 2005, descubrió que los sujetos de estudio que tomaron aceite de ajo durante 6 semanas experimentaron una reducción del 12% en el máximo de pulsaciones y mostraron una mejor capacidad deportiva.
Fuente: El Confidencial