
En tiempos donde la Navidad suele quedar atrapada entre debates, fechas y tradiciones, un poema atribuido a Gabriela Mistral vuelve a cobrar fuerza por su mensaje sencillo, y profundamente humano.
“Sólo sé cómo se llama” es un texto que se aleja de la discusión teológica y se adentra en la experiencia personal de la fe, esa que se vive en lo cotidiano.
Gabriela Mistral, poeta chilena, educadora y diplomática, fue galardonada con el Premio Nobel de Literatura en 1945, convirtiéndose en la primera mujer latinoamericana en recibir este reconocimiento. Su obra se caracteriza por una voz íntima, cargada de sensibilidad social, amor por la infancia, defensa de los más vulnerables y una espiritualidad profunda, lejos del dogma y más cercana al corazón humano.
El poema, difundido especialmente en épocas navideñas, resume esa visión: no importa tanto el lugar exacto, la fecha precisa o los detalles históricos, sino lo que la figura de Jesús provoca en la vida de quien cree.
SÓLO SÉ CÓMO SE LLAMA
Que si nació hoy,
que si nació ayer,
que si nació aquí,
que si nació allá.
Que si murió a los 33,
que si murió a los 36.
Que cuántos clavos,
que cuántos panes y pescados.
Que si eran reyes, que si eran magos.
Que si tenía hermanos,
que si no tenía.
Que dónde está, que cuándo vuelve.
Yo, lo único que sé es que…
A mí me tomó de la mano
cuando más lo necesitaba.
Me enseñó a sonreír y a agradecer
por las pequeñas cosas.
Me enseñó a llorar con fuerzas y a dejar ir.
Me enseñó a despertarme agradecido
y a acostarme con la cabeza tranquila.
A caminar muy lento y sin preocupaciones.
Me enseñó a abrazar al que me necesita.
Me enseñó mucho, me enseñó todo.
Me enseñó a quererme con ganas.
A querer a quien está al lado y a darle la mano.
Me enseñó que siempre me está hablando
en lo cotidiano, en lo sencillo,
a manera de mensajes
y que, para escucharlo,
tengo que tener abierto el corazón.
Me enseñó que un “gracias” o un “perdón” lo pueden cambiar todo.
Me enseñó que la fuerza más grande es el amor
y que lo contrario al amor es el miedo.
Me enseñó cuánto me ama
a través de lo que yo amo a mi familia.
Me enseñó que los milagros sí existen.
Me enseñó que si yo no perdono,
soy yo el que se queda prisionero,
y para perdonar primero tengo que perdonarme.
Me enseñó que no siempre
se recibe bien por bien,
pero que actúe bien a pesar de todo.
Me enseñó a confiar en mí
y a levantar la voz frente a la injusticia.
Me enseñó a buscarlo adentro y no afuera.
Me dejó que me aleje, sin enojarse;
que salga a conocer la vida;
a equivocarme y a aprender.
Y me siguió queriendo, cuidando y esperando.
Me enseñó que sólo vengo por un tiempo,
y sólo ocupo un lugar pequeño.
Y me pidió que sea feliz
y viva en paz,
que me esfuerce cada día en ser mejor
y en compartir Su luz conociendo mi sombra,
que disfrute, que goce, que ría, que llore y que valore,
que Él SIEMPRE va a estar conmigo…
que aunque dude y tenga miedo, confíe,
ya que esa es la fe:
confiar en Él a pesar de mí…
Gracias, Jesús, por estar en mi vida y enseñarme a vivirla.
Celebro que llegó a mi vida y que, si se lo permito,
¡vuelve a nacer en mi corazón!
Gabriela Mistral - SÓLO SÉ QUE SE LLAMA: JESUCRISTO
Gabriela Mistral (1889–1957) fue una poeta, educadora y diplomática chilena, considerada una de las voces más importantes de la literatura hispanoamericana. En 1945 se convirtió en la primera mujer latinoamericana en recibir el Premio Nobel de Literatura.
Su obra se caracteriza por una profunda sensibilidad humana y social, con temas como la infancia, la maternidad, el dolor, la justicia y una espiritualidad íntima y compasiva. Su legado trasciende la poesía y permanece vigente por la fuerza ética y emocional de su palabra.



