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EXPLORER 2013(Slide Title 01)

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Cuando Cristóbal Colón llegó a América en 1492, el mundo cambió para siempre.

Lo que siguió fue una revolución marítima y geopolítica que transformó a Europa, dio origen a imperios coloniales y encendió una competencia feroz por dominar los mares.

El secreto mejor guardado de España y Portugal

Tras los viajes de Colón, los Reyes Católicos y el rey portugués Juan II comprendieron que el conocimiento náutico era poder.

Por eso, ambos países firmaron en 1494 el Tratado de Tordesillas, que trazó una línea imaginaria de división del mundo:

• España tendría derecho a explorar y conquistar las tierras al oeste del Atlántico.

• Portugal, las tierras al este, incluyendo África y Asia.

Los mapas, rutas y coordenadas se convirtieron en información de Estado.

Solo los navegantes formados en escuelas como la de Sagres (Portugal) conocían los secretos de navegación astronómica, los vientos alisios y las corrientes oceánicas.

Los portugueses: pioneros de la ruta africana y del Brasil

Aunque Colón navegaba bajo bandera española, Portugal ya dominaba el arte de navegar desde un siglo antes, gracias a figuras como Enrique el Navegante.

Sus pilotos cartografiaron África, abrieron el camino hacia India con Vasco da Gama (1498), y por accidente llegaron a Brasil en 1500 con Pedro Álvares Cabral, reclamándolo para la Corona portuguesa.

Así, mientras España avanzaba por el Caribe y América Central, Portugal extendía su dominio por el Atlántico sur, África y Asia.

Inglaterra, Francia y los Países Bajos: el espionaje y la rebelión naval

Durante décadas, España y Portugal mantuvieron un monopolio sobre los viajes transatlánticos.

Sin embargo, el éxito de sus expediciones despertó el apetito de otras naciones.

Los ingleses, franceses y holandeses comenzaron a enviar exploradores —muchos de ellos exmarinos españoles o genoveses que llevaban el conocimiento consigo.

• Inglaterra envió a John Cabot (Giovanni Caboto) en 1497, quien alcanzó las costas de Terranova y Canadá, reclamándolas para el rey Enrique VII.

• Francia financió a Jacques Cartier (1534), que navegó por el río San Lorenzo y puso las bases de lo que luego sería Canadá francés.

• Los Países Bajos, ya en el siglo XVII, se lanzaron a crear compañías comerciales como la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales, que controló parte del Caribe y fundó Nueva Ámsterdam (actual Nueva York).

Estas naciones aprendieron el arte de navegar por observación, espionaje y práctica, copiando las cartas náuticas españolas, las técnicas de uso del astrolabio, cuadrante y brújula, y aprovechando el conocimiento de los vientos alisios descubiertos por Colón y sus sucesores.

De los viajes de exploración al reparto del continente

A partir del siglo XVI, los mares se llenaron de expediciones:

• Hernán Cortés (1519) conquistó México para España.

• Francisco Pizarro (1532) hizo lo mismo en el Perú.

• Francis Drake (1577) dio la vuelta al mundo por Inglaterra, atacando puertos españoles en el Pacífico.

• Samuel de Champlain (1608) fundó Quebec para Francia.

• Los holandeses controlaron parte del nordeste de Brasil, las Antillas y Curazao.

Cada uno de estos viajes amplió el conocimiento cartográfico y permitió trazar rutas seguras de ida y vuelta:

los vientos del Atlántico Norte para ir, y las corrientes del Golfo para regresar a Europa.

Nació la primera globalización

Con el tiempo, todas estas rutas se conectaron:

oro y plata americanos hacia Europa, esclavos africanos hacia América, y productos europeos hacia las colonias.

Era el inicio del comercio triangular y del mundo moderno.

La navegación transatlántica dejó de ser un secreto ibérico y se convirtió en el motor del poder global.

Los océanos se transformaron en autopistas del imperio, y las velas blancas marcaron la primera globalización de la historia.

Conclusión

Después de Colón, los europeos no solo aprendieron a navegar hacia América: aprendieron a conquistar, comerciar y colonizar.

De la rivalidad entre España y Portugal surgieron las ambiciones de Inglaterra, Francia y Holanda.

Y de aquel impulso náutico nació un nuevo mapa del mundo, donde los mares unieron —y dividieron— civilizaciones.

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