Con el paso del tiempo, es natural que las relaciones de pareja enfrenten transformaciones: las responsabilidades aumentan, la rutina se instala y el vínculo emocional puede debilitarse. En matrimonios con hijos, por ejemplo, el foco suele centrarse en la crianza, dejando poco espacio para nutrir la relación entre adultos. Frente a esta realidad, muchos se preguntan: “¿En qué momento nos desconectamos?”
El psicólogo Mark Travers, de la Universidad de Cornell, propuso recientemente en su columna para Forbes una herramienta simple pero poderosa para fortalecer las relaciones de largo plazo: tres preguntas clave que invitan a la reflexión y al diálogo profundo en pareja
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1. ¿Estamos creciendo juntos o simplemente coexistiendo?
La primera pregunta apunta al desarrollo compartido. Travers se apoya en un estudio publicado en Psychological Reports, que reveló cómo la motivación intrínseca —el deseo genuino de actuar según valores y pasiones personales— mejora la satisfacción en relaciones de larga duración. Esta motivación impulsa a las personas a invertir emocionalmente en su pareja, manteniendo la curiosidad viva y promoviendo una conexión más profunda.
2. ¿Queremos todavía el mismo futuro juntos?
Las prioridades cambian con el tiempo, y no siempre evolucionan al mismo ritmo para ambos miembros de la pareja. Según Travers, una causa común de desconexión no es la falta de amor, sino la pérdida de una visión compartida. Un análisis publicado en Epidemiology and Health resalta la importancia de valores comunes, buena comunicación y claridad en los roles. Revisar en pareja, al menos una vez al año, las metas y expectativas puede evitar rupturas silenciosas.
3. ¿Nos sentimos seguros incluso cuando discutimos?
Los desacuerdos son inevitables, pero su manejo puede fortalecer —o debilitar— la relación. Travers cita un estudio de Contemporary Family Therapy que identificó seis estrategias eficaces entre parejas con más de 40 años de matrimonio: escuchar activamente, regular la intensidad de las discusiones, comunicarse con claridad, comprometerse sin renunciar a lo esencial, resolver conflictos con rapidez y dar espacio cuando sea necesario. Estas prácticas, según los expertos, no solo mejoran el vínculo emocional sino también la salud física de quienes las practican.
“Sentirse seguros incluso durante una discusión no es algo que se da por hecho; es una habilidad que se construye y se cuida a lo largo del tiempo”, concluye Travers.
En una época donde las relaciones suelen estar bajo presión, estas preguntas invitan a pausar, mirar al otro y reconstruir, desde el diálogo y la empatía, un futuro compartido.
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