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En medio del ajetreo diario, muchas personas recurren a la comida como refugio ante el estrés, el cansancio o la ansiedad. Pero ¿cuántas veces nos detenemos a pensar si ese deseo de comer responde realmente a una necesidad física o, más bien, a un impulso emocional? 

Distinguir entre el hambre real —esa que nace de una necesidad fisiológica— y el hambre emocional, motivada por estados anímicos, puede marcar una diferencia crucial en nuestra salud física y mental.

Lucila Anuncio - UBICACION: Articulo

La biología del hambre vs. la comida emocional

"El hambre real surge cuando los niveles de glucosa bajan y se activan señales hormonales que estimulan el apetito”, explica la médica pediatra y especialista en nutrición Irina Kovalskys. Sin embargo, también señala que, en muchos casos, el acto de comer ocurre aun en estados de saciedad. ¿La razón? El cerebro busca en la comida un mecanismo para calmar el malestar emocional.

Desde otra mirada, la nutricionista Agustina Murcho recuerda que desde pequeños asociamos la comida con consuelo o recompensa, reforzando patrones emocionales que persisten en la adultez. “Cada vez que sentimos una emoción intensa, esa memoria emocional se activa y comemos sin hambre real”, afirma.

Seis señales para identificar el hambre emocional

Murcho destaca algunas pistas para saber si comemos por impulso emocional:

  1. Comer sin tener apetito.
  2. Buscar alivio en la comida.
  3. No identificar la emoción que se quiere apaciguar.
  4. Sentirse peor después de comer.
  5. Desear algo muy específico (como dulces o crocantes).
  6. Incapacidad de detener la ingesta.
Reconectarse con el cuerpo y sus señales

Los especialistas coinciden en que identificar estos patrones desde la infancia puede prevenir trastornos alimentarios. Kovalskys sugiere no forzar a los niños a terminar el plato, evitar comer frente a pantallas y ofrecer alternativas nutritivas. También recomienda prácticas como el mindfulness, el yoga o la meditación como herramientas complementarias, sin reemplazar la ayuda terapéutica profesional.

Murcho añade que a veces el cuerpo no pide comida, sino atención, descanso o afecto. Explorar formas de autocuidado puede ser la clave: caminar, escribir, respirar profundo o simplemente hablar con alguien.

Fenotipos alimentarios: una herramienta para entender el comportamiento

La Escala de Fenotipos de Comportamiento Alimentario (EFCA), validada por la médica Mónica Katz, ayuda a clasificar patrones como el comer emocional, hedónico o compulsivo. Según estudios, esta herramienta tiene alta confiabilidad y puede orientar tratamientos personalizados más efectivos, especialmente para quienes luchan contra la obesidad o trastornos de la conducta alimentaria.

El poder de detectar a tiempo

Los tratamientos basados únicamente en dietas suelen fracasar si no consideran el componente emocional detrás de la alimentación. “Detectar el perfil conductual dominante es clave para lograr una intervención integral”, concluyen los especialistas.

Y si alguna vez te sorprendes abriendo la nevera sin hambre real, tal vez sea momento de preguntarte: ¿qué emoción estoy intentando calmar?

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