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El impacto del envejecimiento poblacional y la caída de las tasas de natalidad está configurando un panorama económico preocupante para las principales economías del mundo.

Según un informe reciente de la consultora McKinsey, publicado el miércoles y citado por el Financial Times, países como Reino Unido, Alemania, Japón y Estados Unidos deberán duplicar el crecimiento de su productividad en las próximas décadas para mantener los niveles de vida que se alcanzaron en los años noventa.

Este desafío se agrava en naciones como Francia, Italia y España, donde el aumento necesario en la productividad es aún mayor.

El informe detalla que, para igualar el crecimiento del Producto Bruto Interno (PIB) per cápita registrado entre 1997 y 2023, Francia e Italia tendrían que triplicar su productividad en los próximos 30 años, mientras que España necesitaría cuadruplicarla antes de 2050. Este fenómeno, según destacó Chris Bradley, director del McKinsey Global Institute y coautor del estudio, pone en riesgo el flujo tradicional de riqueza entre generaciones, ya que los jóvenes no solo heredarán un crecimiento económico más lento, sino que también deberán asumir el costo de una población jubilada en aumento.

La crisis demográfica y sus implicaciones económicas

El informe de McKinsey subraya que dos tercios de la población mundial viven en países donde las tasas de natalidad por mujer están por debajo de la tasa de reemplazo de 2,1 hijos, necesaria para mantener estable la población. Este problema es especialmente evidente en países de la OCDE como Japón, Italia y Grecia, así como en China y varias naciones de Europa central y oriental, donde la población ya está disminuyendo.

El envejecimiento de la población y la reducción de la fuerza laboral activa están desafiando los sistemas económicos y los contratos sociales que se desarrollaron durante décadas de crecimiento demográfico. Según Bradley, “este cálculo ya no se sostiene”, lo que obliga a los gobiernos a buscar soluciones para evitar un colapso económico.

Entre las posibles medidas, el informe sugiere una combinación de estrategias: aumentar la participación de los jóvenes en el mercado laboral, extender la vida laboral de los trabajadores y mejorar significativamente la productividad. Sin embargo, Bradley advirtió que no existe una solución única para abordar este problema, lo que complica aún más la situación.

McKinsey calculó que, en Europa Occidental, la disminución de la proporción de personas en edad de trabajar podría reducir el PBI per cápita en un promedio de 10.000 dólares durante los próximos 25 años. Este descenso afectaría directamente los niveles de vida, que han sido un pilar de las economías desarrolladas.

Aunque algunos economistas han señalado que tecnologías como la inteligencia artificial generativa y la robótica podrían compensar esta pérdida mediante un aumento en la productividad, el informe advierte que, hasta ahora, no hay evidencia suficiente de que estas herramientas estén generando un impacto significativo.

De hecho, la productividad en Europa se ha mantenido estancada desde la pandemia, ampliando la brecha con Estados Unidos, que ya se había abierto tras la crisis financiera de 2008.

Ejemplos internacionales y posibles soluciones

El informe destaca el caso de Japón, donde el 26% de las personas mayores de 65 años siguen activas en el mercado laboral, una cifra significativamente superior al 19% de Estados Unidos y al 4% de Francia. Sin embargo, incluso con una vida laboral más prolongada, el PBI per cápita de Japón ha crecido solo un tercio de lo que ha logrado Estados Unidos en los últimos 25 años.

Para mantener el nivel de vida actual, un trabajador alemán tendría que trabajar 5,2 horas más por semana o la proporción de población activa debería aumentar en casi 10 puntos porcentuales desde su nivel actual, que ronda el 80% entre las personas de 15 a 64 años.

En el caso de España e Italia, se requeriría un incremento de dos dígitos en la proporción de población activa para alcanzar objetivos similares.

El informe también hace eco de advertencias previas de la OCDE, que el año pasado señaló que la caída de la natalidad pone en peligro la prosperidad de las generaciones futuras. La organización instó a los gobiernos a prepararse para un futuro marcado por tasas de fecundidad bajas y a implementar políticas que mitiguen los efectos de esta crisis demográfica.

Un desafío global sin soluciones inmediatas

El informe de McKinsey concluye que el “arrastre demográfico” es un fenómeno severo e inevitable, lo que hace que el crecimiento de la productividad sea aún más crucial para las economías afectadas.

Sin embargo, las soluciones propuestas, como extender la vida laboral o aumentar la participación de los jóvenes en el mercado, enfrentan barreras sociales, económicas y políticas que dificultan su implementación.

En este contexto, los gobiernos de todo el mundo se enfrentan a la urgente necesidad de reformar sus sistemas económicos y sociales para adaptarse a una realidad demográfica que amenaza con transformar profundamente las dinámicas de crecimiento y bienestar en las próximas décadas.

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