Culminó la primera fase del Sínodo de la Sinodalidad. Después de 25 días de trabajo, la apuesta más arriesgada del Papa Francisco para este curso eclesial pone un punto y seguido.
Y lo hace sin que a la vista se vaya a producir una gran reforma inmediata del Catecismo. Tampoco entraba dentro de los esquemas papales. Esta asamblea, con 464 padres y madres sinodales de los cinco continentes en la que por primera vez 54 mujeres tienen derecho a voto, buscaba ser una toma de contacto en la reforma de este foro consultivo eclesial creado por Pablo VI en 1965. Y es que, sin buscar ser un concilio, lo cierto es que esta convocatoria sinodal no se ha centrado en un área específica, ni geográfica, ni temática.
El pontífice ha buscado llevar a cabo su particular DAFO en el que poner sobre la mesa debilidades, amenazas, fortalezas y oportunidades de la Iglesia en el siglo XXI. Sin embargo, al hacerlo en medio de un clima de polarización eclesial con reticencias de grupos ultraconservadores, no se quería forzar la máquina de la reforma, sino más bien rebajar toda tensión en el debate de las mesas dispuestas en el aula Pablo VI del Vaticano para hacer realidad el lema de la cita: «Comunión, participación y misión». Sobre todo, teniendo en cuenta que el año que viene por estas mismas fechas, los participantes volverán a verse las caras y ahí sí se espera que los temas que ahora han sobrevolado la sala se aterricen con todo lo que implica en materia de debate y de votaciones. En cualquier caso, haya más o menos disenso, el Sínodo no tiene poder ejecutivo, sino consultivo. O lo que es lo mismo, el Papa tendrá la última palabra sobre cualquier cambio normativo o pastoral.
Sin embargo, bajo el título de «Una Iglesia sinodal en misión», el informe de síntesis aprobado ayer en el Aula Pablo VI incluye no pocas propuestas de cambio más que significativas, con especial incidencia en materia femenina. Precisamente todas aquellos puntos vinculados a ellas, a los temas sexuales y a la acogida de algunos colectivos son los que han encontrado más votos en contra, pero no los suficientes como para quedar aparcados.
Más responsabilidad
«Es urgente garantizar que las mujeres puedan participar en los procesos de toma de decisiones y asumir funciones de responsabilidad en el trabajo pastoral y el ministerio», reivindican los participantes en el encuentro, que también proponen juezas en los procesos canónicos, formadoras en los seminarios y que se amplíe el acceso los estudios teológicos. Pero, sin duda, la reivindicación más relevante en esta materia pasa por retomar «la investigación teológica y pastoral sobre el acceso de las mujeres al diaconado».
Y es que, a pesar de que el Papa abrió varias comisiones para recuperar este ministerio eclesial para ellas, parece haber quedado en punto muerto. Igualmente crítico es el punto del documento en el que se denuncian «los casos de discriminación laboral y de desigualdad de remuneración en el seno de la Iglesia, en particular con respecto a las mujeres consagradas, consideradas con demasiada frecuencia mano de obra barata».
Los padres y las madres sinodales también sugieren cambios en el lenguaje litúrgico para que sea «más accesible a los fieles» y que las misas tengan «un estilo celebrativo a la altura del don y con auténtica fraternidad», y que se mejore la preparación del sacramento de la confirmación.
No menos relevante es el hecho de que el Sínodo haya puesto su mirada sobre las mitras y báculos que pastorean la Iglesia. Por un lado, se llama a auditar la labor de los obispos con una «verificación regular» sobre el «estilo de su autoridad, la administración financiera de los bienes de la diócesis, el funcionamiento de los órganos de participación y la protección contra cualquier tipo de abuso». «Una cultura de rendición de cuentas es parte integrante de una Iglesia sinodal que promueve la corresponsabilidad, así como una posible salvaguardia contra los abusos», deja caer al respecto la síntesis.
El texto va más allá puesto que se desea revisar «los criterios de selección de los candidatos al episcopado, equilibrando» la autoridad del nuncio con la participación de la Conferencia Episcopal y con una «consulta más amplia al Pueblo de Dios».
Otras cuestiones de calado que aborda la síntesis son la revisión del Código de Derecho Canónico y «la exigencia de un mejor conocimiento de las enseñanzas del Vaticano II, del Magisterio postconciliar y de la doctrina social de la Iglesia». En este sentido, se insta a que «la experiencia de encuentro, de compartir la vida y de servir a los pobres y marginados se convierta en parte integrante de todos los itinerarios de formación ofrecidos por las comunidades cristianas: es una exigencia de la fe, no una opción». También se plantea cuidar una de las apuestas bergoglianas como es la protección de la creación: «Que los fundamentos bíblicos y teológicos de la ecología integral se integren más explícita y cuidadosamente en la enseñanza, la liturgia y las prácticas de la Iglesia».
Sobre las cuestiones vinculadas a la identidad de género y la orientación sexual, el final de la vida, las situaciones matrimoniales difíciles y las cuestiones éticas relacionadas con la inteligencia artificial, se llama a «tomarse tiempo para reflexionar», pero con una premisa: «Sin ceder a juicios simplificadores que hieren a las personas y al Cuerpo de la Iglesia».