Elon Musk, es quizás la figura más icónica en lo que va de este siglo. Emprendedor, físico, inventor, magnate financiero y con una personalidad arrolladora, este hombre nacido en Sudáfrica ha logrado llegar hasta donde muchos no se han atrevido.
Si se intentara extraer de la vida de Elon Musk un modelo para crear el tipo de icono tecnológico que, a sus 52 años, merece una biografía de 688 páginas escrita por Walter Isaacson, los planes resultantes serían bastante sencillos, pero bastante difíciles de ejecutar.
Tomemos a un joven brillante, extremadamente testarudo y socialmente inadaptado, y forjemos su carácter en una infancia abusiva y sin amigos. Como consuelo, démosle solo novelas de ciencia ficción, cómics de superhéroes y un grupo de hermanos y primos pequeños a los que mandonear, lo que le infundió delirios de grandeza y un gusto por el poder desenfrenado.
Si sobrevive a eso, enviémoslo a Silicon Valley durante el boom de las puntocom. Démosle una ética de trabajo implacable, una adicción al riesgo y una brújula moral que ponga sus propios intereses en su polo norte magnético. Añadámosle un buen ojo para encontrar mentes brillantes en ingeniería de las que pueda extraer ideas y empujar a conseguir lo aparentemente imposible, mientras él acapara los beneficios y el mérito. Y luego esperemos tener mucha suerte en los momentos cruciales del camino, para que su asunción compulsiva de riesgos no le explote en la cara, aunque sus cohetes lo hagan.
Los rasgos que conspiraron para convertir a Musk en el hombre más rico del mundo estaban a la vista cuando, en 2021, Isaacson decidió convertirlo en el protagonista de su próxima biografía. Elon Musk, que se publica en inglés el martes 12 de septiembre, debe haber parecido una extensión natural del canon de “grandes hombres” de Isaacson, que incluye biografías de Albert Einstein, Benjamin Franklin y Steve Jobs. (Los personajes de los libros de Isaacson son, aunque con contadas excepciones, casi todos hombres).
Pero Einstein, Franklin y Jobs ya estaban muertos cuando las biografías de Isaacson llegaron a las librerías (aunque sólo por unas semanas en el caso de Jobs), mientras que Musk -CEO de Tesla y SpaceX y propietario de X (antes Twitter)- sigue muy vivo. En los últimos dos años, la imagen pública de Musk ha pasado de ser la del visionario de la alta tecnología que inspiró a Robert Downey Jr. en su interpretación de Tony Stark en Iron Man a algo más polarizador y problemático.
¿Cómo tomarle la medida a una figura cada vez más problemática, cuya obra y legado aún penden de un hilo? No sólo está en juego el lugar de Musk en la historia, sino también su lugar en el presente y el futuro. Si Isaacson no consigue concretarlo de forma satisfactoria, quizá se deba a que Musk es un objetivo muy cambiante, y a que Isaacson ha dado prioridad a las anécdotas reveladoras y a los reportajes entre bastidores frente a una lente crítica y sofisticada.
Afortunadamente, abundan los detalles jugosos, sobre todo en el último tercio del libro, que abarca los dos años especialmente volátiles que Isaacson pasó siguiendo a Musk. (Hay cabriolas salvajes y dramas personales dignos de una telenovela a lo largo de todo el libro, pero la mayoría de los que encontrarás al principio del libro ya han sido bien documentados antes, incluso en la exhaustiva biografía de Musk de Ashlee Vance, publicada en 2015).
Entre los nuevos detalles se incluye que Musk, sin ayuda de nadie, frustró un ataque furtivo ucraniano contra una flota naval rusa en Crimea (más sobre esto más adelante). Nos enteramos de que la novia de Musk, Grimes, estaba en un hospital de Austin visitando a una madre subrogada embarazada de su entonces secreto segundo hijo en 2021, al mismo tiempo que la empleada de Musk, Shivon Zilis, estaba en el mismo hospital embarazada de gemelos (también secretos entonces) engendrados por Musk mediante fertilización in vitro, sin que Grimes lo supiera.
“Tal vez no sea una sorpresa”, dice Isaacson, “que Musk decidiera volar al oeste ese fin de semana de Acción de Gracias para ocuparse de las cuestiones más sencillas de la ingeniería de cohetes”. Y descubrimos que Musk y Grimes tienen un tercer hijo, del que no se había informado hasta ahora, llamado Techno Mechanicus Musk, con lo que Musk tiene 11 hijos conocidos.
Pero tratándose de una biografía de Isaacson, está claro que su intención es que “Elon Musk” sea algo más que un puñado de historias interesantes sobre un tipo controvertido. Lo enmarca como un estudio de carácter, una búsqueda para entender y tal vez reconciliar las contradicciones en el núcleo de Musk.
Pero la pregunta central que se propone responder en el prólogo del libro parece demasiado fácil. Es la misma que se planteaba en Steve Jobs: ¿Son también los demonios y defectos personales de Musk los que hacen posibles sus espectaculares logros? A las siete páginas, no hay premios por adivinar cuál será la respuesta de Isaacson. Aunque el destino carece de suspenso, el viaje es lo bastante entretenido, sobre todo para quienes no hayan seguido de cerca las peripecias de Musk. Y a pesar de su extensión, el libro avanza a toda velocidad gracias a la prosa económica de Isaacson y a sus capítulos cortos.
Musk, que a los 5 años atravesó Pretoria en solitario para llegar a la fiesta de cumpleaños de un primo después de que sus padres le dejaran en casa como castigo, siempre ha tenido algo de loco. Para ayudar a explicarlo, Isaacson nos presenta desde el principio a Errol Musk, el brutal padre de Elon. Es un hombre al que Elon desprecia, pero al que también se parece en sus peores momentos. Cuando la primera mujer de Musk, Justine, llegó al límite de su paciencia con él, le advirtió: “Te estás convirtiendo en tu padre”.
La infancia de Elon en Sudáfrica parece la historia del origen de un superhéroe, o quizá de un supervillano, al menos tal y como la cuentan él y sus familiares. Puede que haya sido a propósito: a Musk le gusta mitificarse a sí mismo y erigirse como el único héroe de historias complejas como la de la fundación de Tesla.
Uno de los pasajes críticos del libro ya ha provocado un drama geopolítico y una vergonzosa retractación pública de Isaacson. En un extracto del libro publicado el viernes en The Washington Post, Isaacson relata cómo Musk frustró por sí solo un ataque furtivo ucraniano contra una flota naval rusa en Crimea cortando el servicio de Internet por satélite Starlink del que dependían los drones ucranianos. Isaacson escribe que Musk tomó la decisión porque temía que el ataque pudiera conducir a una guerra nuclear, basándose en su conversación semanas antes con un embajador ruso.
Pero cuando la CNN obtuvo el extracto e informó sobre él, Musk tuiteó una versión diferente. Dijo que no cortó el servicio Starlink de Ucrania en Crimea; ya estaba desactivado allí, y rechazó la petición de emergencia de Ucrania de activarlo para poder llevar a cabo el ataque. Isaacson tuiteó el viernes que la versión de Musk de la historia era exacta, lo que significa que el pasaje de su libro es engañoso.
La mayor preocupación es si la gran dependencia de Isaacson de Musk como fuente primaria a lo largo de su reportaje lo mantuvo demasiado cerca de su tema. Franjas del libro se cuentan en gran parte a través de los ojos de Musk y de sus confidentes. Y la mayoría de los relatos sobre sus hazañas lo presentan como el genio protagonista, incluso cuando exponen sus tendencias autodestructivas o su capacidad para la crueldad.
En su haber, el libro hace gala de un gran número de citas de fuentes y entrevistas. Isaacson también se preocupa de incluir relatos que corroboren o contradigan episodios controvertidos, como el rencor de Musk hacia los fundadores originales de Tesla. (Si alguna vez quieres ganarte un enemigo para toda la vida, intenta interponerte entre Musk y el pleno reconocimiento de un proyecto en el que participó).
Y, en contra de algunos de sus críticos más acérrimos, Musk parece poseer realmente un cerebro extraordinario para la física, la ingeniería y los negocios, aunque quizá no para dirigir una empresa de redes sociales. Persuasivamente, Isaacson descarta la idea de que Musk deba su éxito en gran medida a una riqueza heredada, o que sea un comerciante de poca monta que sólo se beneficia de los inventos de otros. Las empresas de Musk han prosperado gracias a él y a pesar de él.
A veces, Isaacson intercala sus propios contrapuntos, por momentos secamente divertidos, con algunas de las afirmaciones más extravagantes de Musk. Después de citarlo entusiasmado con su descabellado plan Hyperloop, “Esto va a cambiarlo todo”, Isaacson comienza el siguiente párrafo: “No lo cambió todo”. (Lo que sí cambió, según algunos, fueron los planes de California de construir una línea ferroviaria de alta velocidad, que Musk ha reconocido que intentó socavar).
En uno de sus reportajes más entretenidos y reveladores, Isaacson nos cuenta los entresijos de una serie de fallos técnicos que afectaron a Twitter a finales de 2022 y principios de 2023, y no defrauda.
Pasando por encima de las advertencias de los empleados de Twitter, Musk insistió en trasladar inmediatamente miles de servidores informáticos de la empresa de un centro de datos de Sacramento a otras instalaciones para ahorrar dinero. Cuando se opusieron, insistiendo en que tardarían meses en hacerlo de forma segura, Musk obligó a un grupo de amigos y familiares a cancelar sus planes navideños para conducir hasta Sacramento, donde desconectó personalmente uno de los servidores con la ayuda de la navaja de un guardia de seguridad. A continuación, llamó a un equipo de empleados para que empezaran a cargar el resto en un camión semirremolque y algunas furgonetas de mudanzas.
En muchas ocasiones a lo largo de los años, Musk ha horrorizado con este tipo de maniobras, sólo para ser reivindicado cuando le salen bien. Pero en este caso resultó que los empleados, a los que había amenazado con despedir por su timidez, tenían razón. La medida provocó fallos en cascada en el software de Twitter, incluidos los que afectaron a un esperado evento de audio en directo con el candidato presidencial Ron DeSantis el siguiente mes de mayo.
El Musk que conocemos hoy es diferente del Musk que Isaacson empezó a seguir en 2021. Desde entonces, ha dado un bolantazo hacia la derecha en política, ha abrazado conspiraciones y denunciando que el “virus de la corrección política” podría desintegrar la civilización; ha protagonizado una dramática toma de control de Twitter, restaurando cuentas prohibidas, incluida la de Donald Trump, al tiempo que alienaba a los anunciantes y a los principales medios de comunicación; ha sido acusado de delitos sexuales y revelado como el padre secreto de múltiples hijos; ha fundado una nueva empresa de inteligencia artificial; y se ha convertido en un agente de poder tanto en la guerra de Ucrania como en la política republicana. Y eso es dejar fuera muchas cosas.
Isaacson achaca los cambios, al menos en parte, a la pandemia, que sacó el lado conspiranoico de Musk, sobrealimentó su adicción a Twitter e intensificó su desconfianza natural hacia las regulaciones burocráticas cuando las restricciones del covid-19 obstaculizaron la producción de Tesla en California y China. En cierto modo, como señala Isaacson, Musk se está pareciendo cada vez más a su padre Errol, de quien Isaacson ha descubierto en los últimos años que estaba cayendo en la paranoia total, el conspiracionismo y el racismo abierto.
¿Qué opina Isaacson de Elon? En una breve valoración final, Isaacson nos devuelve al punto de partida. Las “hazañas épicas” del magnate de la tecnología no excusan su “mal comportamiento”, pero “es importante entender cómo se entretejen los hilos, a veces con fuerza”.
Una pregunta más difícil, pero también más fructífera, que cómo conciliar el idealismo y los notables logros de Musk con su “modo demonio”, como lo llama Grimes, podría haber sido: ¿Qué dice de nuestro mundo actual que tanto dependa de un hombre como Musk? ¿Que el destino de los vehículos eléctricos, los coches autoconducidos, los proyectos de infraestructuras públicas, la exploración espacial mundial, las reglas del discurso en línea y la vida y la muerte de los combatientes militares pueden verse alterados por el capricho de un hombre notoriamente caprichoso? Y si alguna vez se pone en plan Errol, ¿habrá algo que podamos hacer al respecto?
Fuente: The Washington Post