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Según una mutación genética que tenía, un hombre debió haber desarrollado alzhéimer al comienzo de su cuarta década de vida o eso parecía.

Sus escaneos cerebrales mostraban incluso una atrofia grave y las características de dicha enfermedad: placas amiloides ásperas y duras y marañas tipo espagueti de proteína tau. Pero esta fatal enfermedad no se presentó sino hasta que el paciente cumplió 67 años.

Ahora un trabajo exhaustivo de investigación descubrió por qué. El hombre estuvo a salvo debido a que otra mutación de un gen diferente impidió que la enfermedad entrara en la corteza entorrinal. Esta pequeña zona del cerebro es donde se concentran las neuronas que intervienen en la memoria, el reconocimiento de objetos, la percepción del tiempo y la navegación. Y es ahí donde los científicos creen que da inicio la enfermedad de Alzheimer.

El lunes, se publicó un artículo sobre ese descubrimiento en la revista Nature Medicine.

Más de seis millones de personas en Estados Unidos tienen alzhéimer, una enfermedad cuyo tratamiento ha sido especialmente complicado. Sin embargo, había un hombre con una mutación que causa el tipo más agudo y de rápido avance del alzhéimer. Pero su enfermedad llegó con dos décadas de retraso. Si algún medicamento pudiera hacer lo que hizo la mutación y lograra que la mayoría de la gente desarrollara alzhéimer muy tarde en su vida, el resultado podría cambiar todas las cosas.

“Esto realmente alberga el secreto de la siguiente generación de tratamientos”, señaló Joseph F. Arboleda-Velasquez, un biólogo celular en el hospital Massachusetts Eye and Ear de Boston e integrante del equipo de investigadores.

Arboleda-Velasquez es cofundador de una empresa de biotecnología que pretende producir medicamentos que puedan servir en esta investigación.

No se descarta la posibilidad de desarrollar un fármaco que retrase la enfermedad durante dos décadas, comentó Diego Sepulveda-Falla, un neuropatólogo de la Universidad de Hamburgo en Alemania y miembro del equipo de investigadores.

Esta mutación produce una versión de gran potencia de una proteína, la reelina, que se encuentra en la corteza entorrinal. Esta reelina superpotente evita que las hebras enmarañadas de la proteína tau terminen por pegarse y formen las estructuras que son características del alzhéimer.

La idea es “introducir una jeringa y tratar nada más esa zona” del cerebro, explicó Sepulveda-Falla.

Pero ese tipo de tratamiento está lejos en el futuro y tal vez no sea posible, advirtió Thomas Bird, profesor emérito de Neurología y Genética Clínica en la Universidad de Washington que no participó en el estudio.

La corteza entorrinal es un área muy pequeña.

“No sabemos qué clase de daño pueda causar la inserción de agujas para inyectar sustancias químicas”, agregó.

El hombre que tuvo lo que los investigadores llaman “resiliencia” al alzhéimer fue parte de una investigación que duró varias décadas en la cual participaron 6000 personas que viven en Colombia y tienen una mutación genética que causa alzhéimer a mediana edad. Muchos han accedido a la realización de pruebas genéticas, escaneos cerebrales y autopsias del cerebro después de su muerte.

Hace algunos años, el mismo grupo de investigación de este estudio identificó a una mujer a la que tampoco le dio alzhéimer. Pero, en su caso, la resiliencia fue producto de la mutación de un gen diferente, el APOE. En vez de no tener cúmulos de tau en una región pequeña del cerebro, no los tenía en todo el cerebro.

Pero los investigadores creen que estos dos pacientes están mostrando un nuevo camino para tratar el alzhéimer. Estos dos genes mutados interrumpen una cascada molecular de eventos que son necesarios para que la proteína tau se acumule en el cerebro.

Se tiene que investigar más la hipótesis de que algún medicamento pueda proteger la corteza entorrinal de otros pacientes. Pero ya se están llevando a cabo algunos estudios con animales, afirmó Arboleda-Velasquez. Los miembros del equipo están inyectando la forma mutada de reelina en esa misma zona del cerebro de algunos ratones que tienen predisposición a una enfermedad parecida al alzhéimer para ver si esto la previene.

Es posible que en el futuro haya una combinación de tratamientos, señaló Eric Reiman, un integrante del equipo de investigación, director ejecutivo del Banner Alzheimer’s Institute en Phoenix y asesor remunerado de muchas empresas farmacéuticas. Esperamos poder impedir la acumulación de amiloide y tau en las personas susceptibles al alzhéimer y, así, retrasar su aparición el tiempo suficiente como para que ya no sea un problema.

Fuente: New York Times Company

Imágenes del cerebro de un paciente con alzhéimer en una tomografía por emisión de positrones, en el Hospital General de Massachusetts de Boston. (Tony Luong/The New York Times)

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