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Zayed Bin Hamdan Al Nahyan (27 años) aceptó con honra la misión que le habían encomendado. A pesar de ser el sobrino y yerno del príncipe de Emiratos Árabes Unidos (EAU), Mohammed Bin Zayed Al Nahyan, subió con el resto de los soldados al helicóptero militar que los conduciría a Yemen para combatir a una escuadra del grupo terrorista Al Qaeda.

Al arribar al terreno hostil, comenzó el fuego enemigo que precipitó la caída de su vehículo aéreo. Tres compañeros murieron y siete fueron heridos de gravedad. Entre ellos, Zayed.

Rodeados, con municiones que eran cada vez más escasas, los comandos emiratíes comunicaron por radio a su base la desesperante situación en la que se encontraban. El gobierno central de EAU no podía permitir que el cuerpo de uno de los miembros de la familia real fuera exhibido como un trofeo por los irregulares yemeníes de Al Qaeda. Fue entonces que llamaron a la embajada norteamericana para solicitar ayuda. Urgente.

De inmediato, el Departamento de Estado elevó el pedido contrarreloj de la administración de Abu Dabi. La respuesta fue afirmativa. Un grupo especial de elite los Estados Unidos participaría del complejo rescate de los soldados atrapados en Yemen, un territorio por demás peligroso para cualquier tropa. La historia fue revelada por el periodista Dion Nissenbaum del diario The Wall Street Journal y ocurrió el 11 de agosto de 2017. En cuestión de horas, una fuerza de operaciones especiales norteamericana fue llevada al lugar para salvar a Zayed Al Nahyan y al resto de los soldados de EAU.

La misión ultrasecreta de rescate fue coordinada por el General Miguel Correa quien entonces era el responsable del área de Defensa de la embajada en la capital emiratí. La peligrosa tarea resultó exitosa y el joven miembro de la familia real regresó herido pero vivo a su casa. El hecho tuvo lugar días después de que las fuerzas yemeníes respaldadas por Estados Unidos y los Emiratos Árabes lanzaran una operación militar para expulsar a los terroristas de Al Qaeda de uno de sus mayores bastiones.

Dos naves Ospreys -trimotores- enviaron comandos y médicos para salvar la vida del joven príncipe y los demás soldados. De inmediato, los heridos fueron trasladados a un buque de guerra -el USS Bataan- anclado en el Golfo de Aden. Uno de los llevados evacuados murió en el camino. Otro fue revivido luego de que su corazón se detuviera. Eran minutos donde las vidas de los emiratíes pendían de un delgadísimo hilo. Finalmente, seis de los siete fueron salvados.

Pero la misión no terminaría allí. Para asegurar su recuperación, debían contar con mayores cuidados. Un avión de carga C-17 aterrizó en total sigilo y en plena noche en la peligrosa Yemen para trasladarlos a un hospital especializado que los Estados Unidos tienen en Landstuhl, Alemania. Allí suelen atender a sus propias tropas que sufren heridas en combate. La pesada aeronave despegó a tiempo, antes de que el sol la dejara en evidencia. El miembro de la familia real también voló para su recuperación absoluta. La deuda de gratitud comenzaba a aumentar.

 

Correa se convirtió en una especie de héroe para la familia real, para el gobierno local y en un gran confidente. ¿Fue ese punto de quiebre lo que permitió que se iniciaran diálogos reservados entre ambas administraciones para poder finalmente firmar con Israel un histórico acuerdo de paz tres años después? Para muchos analistas, sí. Y el general devenido en asesor de Donald Trump fue clave en esas conversaciones.

Esas delicadas negociaciones comenzaron en la capital norteamericanas entre los embajadores de ambas naciones rivales en Medio Oriente. No hubo contacto directo entre ambos, sino que la Casa Blanca era la intermediaria entre las partes. Hacia fines de julio, Correa -ya instalado desde abril de 2019 en Washington- voló a Abu Dabi para mantener una reunión clave con el príncipe Mohammed. En esa cumbre, reveló The Wall Street Journal, estuvo el sobrino rescatado por el general. Fue una señal de buena voluntad hacia el acuerdo final con Israel.

“La verdad es que, para que los Acuerdos de Abraham se hayan materializado, había un elemento de confianza muy necesario, y esa confianza la teníamos con Miguel Correa y la Casa Blanca. Se requirió un gran acto de fe de todos los lados para que esto sucediera”, dijo Yousef Otaiba, el embajador de EAU en Washington. Pero Correa no está tan de acuerdo o intenta mostrarse indiferente a aquella misión como germen del pacto de paz. “Estados Unidos no necesitaba un agradecimiento. Quería mostrarles a los emiratíes que esto no era transaccional”, dijo el general.

Sin embargo, una idea permite identificar la importancia del militar en los acuerdos. Correa tuvo la lucidez de llamar a la histórica firma Acuerdos de Abraham, el profeta que es compartido por las tres grandes religiones que conviven en la región: judaísmo, islamismo y cristianismo.

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