Una historia de novela. El artista inglés Phillip Witcomb, de 53 años, casado, con dos hijos y vecino de Santanyí, se halla inmerso en la escritura de un libro sobre su vida en que asegura ser hijo del famoso narcotraficante colombiano.
La pintura de Phillip Witcomb transmite calma. Sus cuadros son un reflejo bucólico de lo mejor de Mallorca. Llaüts flotando sobre aguas turquesas. Cielos en que las nubes y el sol dibujan colores especiales sobre un fondo azul. Calas perdidas sin atisbo de gente. Colònia de Sant Jordi, Cala Barca, Cala s'Almúnia, Cala Mondragó... Como le gusta decir, él retrata "las cosas buenas de la vida".
Este artista británico, afincado en el municipio de Santanyí desde hace unos años, no sólo pinta. También escribe. Y, en el extenso libro de memorias en que se halla sumergido ahora, lo que recuerda no es nada bucólico. Es el reverso oscuro de sus cuadros luminosos.
Se entrecruzan en esa historia a caballo entre Colombia, España y Gran Bretaña uno de los criminales más buscados de la historia contemporánea, un padre adoptivo vinculado a los servicios secretos británicos con un papel ambivalente en la lucha contra el narcotráfico, padrinos influyentes que movían los hilos del poder y una asombrosa revelación que en los últimos meses el pintor ha compartido con el mundo.
"Yo soy el hijo secreto de Pablo Escobar", afirma este inglés de 53 años, casado y con dos hijos.
Sí, Pablo Escobar, el señor de la droga que llegó a ser uno de los hombres más ricos del mundo en los ochenta; el rey del negocio de la cocaína a nivel mundial; el fundador del Cártel de Medellín que puso en jaque al Estado colombiano ordenando asesinatos de políticos, periodistas y llevando a cabo guerras contra su competencia; el narco que intentó meterse incluso a político aupado sobre una ola de popularidad por sus obras de aparente filantropía; y el prófugo que finalmente murió en un tiroteo en 1993 tras una larga persecución de policías colombianos con la ayuda de Estados Unidos.
En una conversación con este diario, Witcomb, un hombre muy expresivo que habla castellano con una mezcla de acento colombiano e inglés, desgrana su versión de la historia, de la que se han hecho eco medios como la BBC. Él aporta documentos que, según su versión, acreditarían esa filiación. El principal, una fotocopia de su certificado del bautismo, que data del dos de agosto de 1965 en la parroquia de Nuestra Señora de Lourdes, en el barrio de Chapinero de Bogotá.
Certificado de bautismo
En el documento, se puede leer que su madre se llama "María Luisa Sendoya" y que su padre es "Pablo Escobar". Él fue bautizado como "Roberto Sendoya" y, en el documento, sólo constan los abuelos maternos, de lo que se podría deducir que tal vez las relaciones con la familia paterna no eran buenas. Sin entrar mucho en detalles, Witcomb informa de que su madre lo tuvo muy joven, con apenas 14 años. En esa época, el que iba a ser uno de los narcos más poderosos del planeta tenía 16 años. Witcomb presupone que ella fue violada.
Sin más datos que lo confirmen, la credibilidad de su historia podría ser apuntalada en todo caso por el historial del narcotraficante. De hecho, la que fue su mujer oficial, Victoria Eugenia Henao, con quien tuvo dos hijos, lo conoció en 1975 cuando él tenía 25 años y ella, 14. En el libro biográfico que publicó recientemente, Henao –Pablo Escobar: mi vida y mi cárcel–, explica cómo fue violada por el narco cuando ella era una niña.
Servicios de seguridad
En este momento del relato del artista inglés, entra en escena otro personaje clave: el británico Patrick Witcomb, el que sería posteriormente su padre adoptivo. A finales de la década de los cincuenta, Patrick llega a Colombia. Trabaja en el ámbito de la seguridad y asume labores de asesoramiento para una potente compañía de impresión de moneda y papel de seguridad.
Pero también, explica Phillip, tenía otra misión: como persona vinculada a los servicios secretos británicos, fue destinado a Colombia para trabajar codo a codo con la CIA. Concretamente, con uno de sus colaboradores sobre el terreno, Manuel Noriega, según la versión ofrecida por Phillip Witcomb. Un Manuel Noriega que acabaría siendo entre 1983 y 1989 dictador de Panamá y que fue apartado del poder tras una invasión norteamericana. ¿El objetivo de esa misión secreta? "Controlar los flujos de dinero de la delincuencia; ayudar incluso a lavar dinero para saber dónde lo transportaban los delincuentes", refiere el que dice ser hijo de Escobar.
Un niño en una cuna
En una de las operaciones en las que estuvo involucrado su padre adoptivo irrumpieron en medio de un tiroteo en una finca a la búsqueda de sacas de dinero robado. Y allí había una cuna con un bebé. "Ese niño era yo", explica el vecino de Santanyí, quien cuenta que, probablemente, su madre murió en esa refriega.
Phillip acaba en un orfanato, al lado del Hotel Tequendama, en la zona bien de Bogotá, un establecimiento muy frecuentado por la jerarquía militar del país. Es en este momento cuando Patrick Witcomb y Joan Blanche Mason lo adoptan. Este dato concreto sí que lo acredita con la fotocopia de un documento notarial fechado en diciembre de 1965. Su padrino fue Gregorio Bautista, el mismo nombre que el de uno de los empresarios colombianos más poderosos de ese momento.
Phillip entró entonces en su nueva vida de vástago de una familia británica acomodada en la Colombia de los sesenta y setenta. Una infancia de colegios privados y de sábados al cine. Una infancia con guardaespaldas. Y una infancia de visitas anuales a una hacienda en el campo llena de señores que él no conocía.
Dice que allí le llevaba su padre adoptivo, que había siempre música, que estaban sentados en una mesa redonda, que había humo de tabaco, que un señor con olor a after shave que solía vestir camisa y vaqueros le trataba con cariño, y que sólo muchos años después supo que ese hombre era su padre biológico.
Cómo supo quién era su padre
Su padre adoptivo sólo le contó quién era ese hombre y sus verdaderos orígenes mucho más tarde, en 1986, en Sotogrande (Madrid), donde Phillip se había afincado. Él reaccionó encogiéndose de hombros. "¡Yo en aquel entonces no sabía ni quién era Pablo Escobar! En aquellos tiempos no había internet", se justifica. Su padre adoptivo le recomendó entonces adoptar medidas de seguridad en plena guerra del narcoterrorismo y afeitarse el bigote para no parecerse tanto a Escobar, recuerda Phillip, quien dice que respiró tranquilo cuando se enteró de la muerte del narco en 1993. Su historia es cuestionada por uno de los dos hijos 'legítimos' de Pablo Escobar, Juan Pablo (que desde 1993 se hace llamar Juan Sebastián Marroquín Santos). En declaraciones a este diario vía correo electrónico, afirma: "Hay decenas de personas que afirman ser hijos de Pablo Escobar, lo cual no es cierto. Es un farsante y solo tiene una historia de rumores que contar. Totalmente alejado de la realidad. Todos ahora quieren 15 minutos de fama con el nombre de mi padre". Phillip Witcomb, mientras, concluye su conversación con el periodista haciendo hincapié en que, pese a todo el contexto vital que tiene a sus espaldas, él "sólo es un artista que ama la naturaleza", y que lo refleja en sus cuadros. "No tengo nada que ver con mi padre biológico. He tenido una gran pelea interior, porque una parte de mí es suya", subraya, y añade que ya ha recibido propuestas para llevar la historia a la gran pantalla.