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Las cárceles es el peor lugar para estar en estos días en Estados Unidos, dónde 13.436 reclusos y 5.312 trabajadores de prisiones del país han dado positivo, en una nación que tiene la mayor población carcelaria del mundo.

Detrás de las rejas hay más de dos millones de personas y ya han muerto 36 por coronavirus.

Una ola de contagios de coronavirus está afectando a la población carcelaria de Estados Unidos, la más grande del mundo, pese a que el país comienza a retomar la actividad económica con el argumento de que ha detenido el avance de la pandemia. Una prisión en Marion, Ohio, es la más infectada del país, con más del 80% de sus casi 2.500 reclusos y 175 empleados contagiados.

 

Las muertes por la covid-19 están aumentando en las cárceles del país, y los funcionarios tienen pocas opciones: no pueden garantizar el distanciamiento adecuado en las abarrotadas celdas y enfrentan escasez de personal médico y de equipos de protección. La amenaza para un total de 2,3 millones de presos se palpó la semana pasada con la muerte de Andrea Circle Bear, una mujer estadounidense de 30 años de Dakota del Sur. Bear entró embarazada en marzo en una prisión federal de Texas por cargos de drogas. Pronto se contagió y fue intubada. Dio a luz por cesárea y murió unas semanas más tarde.

Alarma en las prisiones 

Los presos de cárceles de los estados de Washington y Kansas ya han protagonizado algunos disturbios por la protección inadecuada y la lentitud en las respuestas de las autoridades penitenciarias. Ademas, los casos de coronavirus entre los funcionarios de prisiones han hecho que las instituciones sean aún más difíciles de gestionar.

La administración de los centros penitenciarios es diverso, porque unas son estatales, otras federales y son administradas por empresas privadas. Y lo Reos no llaman la atención de las autoridades para tomar decisiones sobre ellas.

Pero muchos estados, así como el sistema penitenciario federal, han realizado pocas pruebas. Cinco de los 50 estados ni siquiera ofrecen datos. Las razones por las que las cárceles son más propensas a sufrir el coronavirus están claras: las poblaciones carcelarias son más densas y más difíciles de separar que los hogares de ancianos o los cruceros, dos sectores muy golpeados por la pandemia. También la higiene es más precaria, y una gran cantidad de reclusos tienen patologías previas. 

Las cifras publicadas la semana pasada muestran la dimensión del problema. La Oficina Federal de Prisiones, que cuenta con 152.000 presos y 36.000 empleados, encontró brotes de covid-19 en más de la mitad de sus 122 instalaciones. Sin embargo, se han hecho menos de 3.000 test, a los que 1.842 presos y 343 empleados dieron positivo. Un total de 36 reclusos ya han muerto por la pandemia.

Grupos de defensa de presos denuncian que se ha hecho poco a nivel estatal y federal para liberar a los presos que no son violentos o los que están a punto de cumplir su condena. Esto disminuiría el riesgo de contagio y dejaría más espacio en las instalaciones. De los más de 10.000 en las prisiones de Kansas, "solo seis encarcelados han sido puestos en libertad", dijo la defensora pública Heather Cessna.

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