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El director surcoreano, Bong Joon-ho, que ha ganado el Oscar con 'Parásitos' dice que el 'streaming' y las redes han acostumbrado al público a ver contenido en otros idiomas. Eso influyó en su victoria a Mejor película. 

Bong Joon-ho (Daegu, Corea del Sur, 1969) era hasta este año uno de los secretos mejor guardados de los cinéfilos que degustaban sus películas en los circuitos de versión original. Hace ya veinte años que el Festival de San Sebastián le descubrió con su primer largometraje, 'Barking Dogs Never Bite', y tres años después le otorgó la Concha de Plata a mejor director por su siguiente película, la apasionante 'Memories of Murder' (Crónica de un asesino en serie), un thriller que seguía las pesquisas de un detective enviado de Seúl a una ciudad de provincias sacudida por una serie de brutales violaciones y asesinatos.

Joon-ho es también un nombre habitual en el festival de cine fantástico de Sitges, donde presentó en 2006 'The Host', una originalísima cinta de monstruos con una criatura gigantesca que aterrorizaba una ciudad y que se convirtió en un fenómeno social en su país, con más de 13 millones de espectadores.

En realidad, 'The Host', tal como ocurre con 'Parásitos', debía verse como una alegoría de un país en transformación, dominado por el miedo. «El verdadero monstruo es el estado y el sistema», defendió en su día el autor de 'Mother', que decidió convertirse en cineasta cuando estaba en el instituto, influido por una familia de artistas (su padre es diseñador y su abuelo fue escritor).

El director de 'Snowpiercer: Rompenieves', una carísima epopeya a bordo de un tren futurista, es el más destacado representante de una pujante cinematografía con nombres como Park Chan-wook, Kim Jee-woon y Kim Ki-duk, que floreció con la llegada de un gobierno democrático en 1987. Con una cuota de pantalla superior al 50%, el cine coreano aborda proyectos de gran presupuesto, triunfa en los festivales y convierte a sus directores en estrellas internacionales como el propio Bong Joon-ho, que hace tres años compitió en Cannes con 'Okja', la historia de una niña y un monstruo afable producida por Netflix que ya estaba hablada en parte en inglés y contaba con la británica Tilda Swinton en el reparto.

Más de 3.000 compatriotas fueron a recibirle al aeropuerto de Seúl cuando aterrizó con la Palma de Oro por 'Parásitos', galardón que por primera vez recaía en una cinta coreana. 

La habilidad de Bong Joon-ho reside en trascender del cine de género y convertir sus obras en sátiras sociales sobre el devenir de un país en el que disfruta de audiencias millonarias. En 'Snowpiercer: Rompenieves' tuvo que soportar las injerencias del mismísimo Harvey Weinstein en la sala de montaje, así que el flamante ganador de cuatro Oscar ya sabe lo que es moverse por Hollywood. Las aventuras divertidas y terribles de esta prole que roba el wifi a sus vecinos han conquistado el planeta y proporcionado a su autor un futuro que pasará, sin duda, por Hollywood. 

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