Hoy Saprissa sigue en lo mismo, posesión cansona, toque en corto, con poca profundidad. Alajuelense dejó el fútbol de vértigo, alegre, explosivo profundo y busca una nueva identidad en la posesión del balón con Rudé.
Si Saprissa era el ying y Alajuelense era el yang, ahora ambos se fundieron en el ying.
¿Tiene la Liga los jugadores para establecer ese modelo?
Moreira cuando la Liga era el yang cogía el balón y buscaba iniciar el pase largo a los jugadores adelantados por fuera o por dentro. Ahora trata de jugar igual y nadie corre porque esperan la lenta salida desde atrás.
De los mediocampistas, López es el que mejor se siente porque es un jugador lento en sus movimientos, pero que cuando tiene el balón sabe meter balones filtrados a los jugadores por fuera o en diagonales hacia adentro. En este juego no se fabricaron esos movimientos.
Smith, Sequeira, Alfaro o Venegas nunca buscaron las aberturas necesarias para recibir balones limpios. Y Torres, como el más adelantado, el piso fue su mejor aliado. Cada balón que recibía de espalda se caía como un papelote sin cola aunque no lo tocaran.
El joven Rudé dejó evidencia que le falta experiencia para manejar las situaciones inesperadas. ¿O esperaba que Saprissa saliera jugando con tres defensores centrales?
Lo cierto es que no pudo o descifró cómo romper ese cerco. Tampoco supo cómo perforar los tres volantes arropados por el centro y sacar provecho del talón saprissista al lado izquierdo.
Cómo sufre Saprissa por su lado izquierdo. Hace cuántos años no puede solucionar esa posición. Blanco fue sacrificado por ese lado, pero siempre dejó una laguna defensiva que se hizo más grande por el poco aporte de David y cada vez que Blanco tenía el balón en el área contraria sus centros iban hacia ningún lado.
La esencia de este Saprissa la demostró Bolaños cuando recibió un balón, perfecto para iniciar un contrataque, la única transición ofensiva saprissista del partido, pero metió el freno porque no le daban las piernas esperando que sus compañeros fueran los que empujaran el carro, pero nadie corrió.
El gran cómplice, porque siempre hay cómplices, fue el árbitro Rodríguez que cada vez que existía la posibilidad de elevar la dinámica del partido paraba la jugada sancionando faltitas, sin dejar correr alguna acción prometedora porque no entiende la esencia del fútbol.
Independientemente de las afirmaciones que se hayan podido hacer en varios aspectos, lo cierto es que vimos muy poco de lo que es el fútbol moderno y la verdadera batalla, de primer mundo, solo se da en las redes sociales.
Pero más allá de las exageraciones en las redes, de los memes o de los comentarios a boca de la mayoría, el fútbol moderno es un juego de entrenadores que deben saber cómo ganar un partido.
** El autor tiene una Maestría en Comunicación. Licenciatura en Periodismo y Educación Física. Además es entrenador de Fútbol y Baloncesto.