Cada vez que juega la Selección Nacional, en este caso la Sub-23, descubrimos que no somos lo que creíamos. Vemos los partidos del campeonato nacional, a los jóvenes que integran esta selección jugar, y creemos y hasta confirmamos que tenemos un futuro promisorio para el futbol nacional.
Algunos juegan en el extranjero y cada semana se consigna por los diferentes medios las proezas que realizan en los equipos donde participan. El gol que anotan, la asistencia que realizan, el pase magistral, los robos de balón, hasta que llega la realidad desnuda, como en este partido de la Selección, donde la confirmación de lo que se nos dice se disipa en 94 minutos.
Sospecho, solo sospecho, porque llegó una desazón nueva: la conciencia de que no sabemos, no podemos, no lo conseguimos. Tiene que ver, por supuesto, con una organización enclenque que tenemos desde hace muchos años. No tenemos presente y si no hay presente no habrá futuro.
Por lo general muchos creen que no se puede culpar a nadie por los fallos continuos. El consuelo siempre es que los mejicanos y los gringos tienen mucho dinero y por eso están por encima de nosotros.
¿Cuál será el futuro de nuestro fútbol si no hay presente?
Si están abiertos, dicen por la economía, los bares, restaurantes, salones, hoteles, playas, entrada libre de turistas de países contaminados con el Covid-19, se realizan megafiestas un día si y otro también, porqué no dejan jugar a los niños y jóvenes.
Desde hace más de un año las Ligas Menores dejaron de competir. A las autoridades gubernamentales no les interesa el deporte. No les importa que en el futuro tengamos ciudadanos obesos, con enfermedades cardíacas, diabetes; una nueva pandemia de la cual ninguno o ninguna que está ahora dirigiendo hacia el futuro se responsabilice.
¿Qué le puede esperar, si se piensa en el recambio generacional, al futbol mayor de Costa Rica con los jugadores que vimos jugar contra los gringos? ¿Qué nos puede esperar en siete u ocho años si no hay campeonatos de Liga Menor en el presente?
Se acumula la evidencia, la sensación, de que el país no está siendo conducido por personas capaces, lo cual resulta en emergencias como lo que vemos en el presente que se está volviendo mortal. Se evidencia, entonces,el engaño de que lo que nos dicen no es real.
A quienes culpamos entonces. A los entrenadores, a los jugadores, al sistema, a las autoridades del país.
Cuestionarlos a todos ellos solo nos lleva a pensar, pero en serio, que esto no es lo que parecía. Entender y descubrir, de repente, que nuestro futbol no es lo que imaginamos. Y preguntarnos, entonces, qué carajo es y lo peor: que da la impresión de saber que ya nadie sabe nada.
Es duro, es raro, nunca se sabe hacia donde va a desembocar estos quiebres. Lo que nunca se sabe, y cada vez menos se sabe, es hacia donde vamos con nuestro futbol.
** El autor tiene una Maestría en Comunicación. Licenciatura en Periodismo y Educación Física. Además es entrenador de Futbol y Baloncesto.