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Cuando Josep Perlas entrenaba a Carlos Moyá, el técnico barcelonés solía utilizar un método casero para preparar las sesiones en las semanas más frías del invierno: calentaba las pelotas en un radiador antes de entrenar.

El minucioso Perlas (bajo cuya batuta Moyá llegó a ser número uno del mundo durante dos semanas en 1999) buscaba un bote más vivo para optimizar la respuesta del jugador. Las bolas de tenis no son iguales: sus características específicas constituyen un elemento esencial de este deporte, y este año protagonizan la extraña edición pandémica de Roland Garros.

La polémica sobre las nuevas bolas Wilson (que han debutado este año en París tras una década jugando con la marca Babolat) fue inaugurada por Rafa Nadal el primer día del torneo parisino. El balear afirmó que las bolas eran muy pesadas y eran peligrosas para la salud de los jugadores: “Es como golpear una piedra”. Después se refirieron al asunto, entre otros, Dominic Thiem, Vasek Poposil y Novak Djokovic. Dos cosas quedaron claras: el cambio es palpable, agravado por el frío y la humedad, y el jugador al que más perjudica es precisamente Nadal. ¿Puede una diferencia de pocos gramos tener un impacto tan significativo en el desarrollo de un campeonato?

Álex Corretja, exnúmero dos del mundo, explica en conversación con El Confidencial que “la inmensa mayoría de los jugadores piensa que esta bola no es adecuada para la tierra batida. Por el peso. Pero la realidad es que el momento del año influye mucho. La bola estaba pensada para junio, no para octubre... Es el cúmulo de situaciones lo que termina provocando la desaprobación de jugadores y jugadoras. Porque cuando cambias de marca, no todo es igual”.

"Croquetas rebozadas"

La humedad y el frío afectan muchísimo la superficie de tierra batida: la tierra se apelmaza y está más pesada. Y el clima de junio, evidentemente, no es el de octubre: normalmente, los tenistas juegan en Roland Garros a 27-28 grados, no a 12-14, como este año. No se trata solo de las diferencias en el golpeo, dice Corretja (comentarista del torneo parisino en Eurosport): “Los recogepelotas se pasan las bolas a ras de suelo, rodando, y se van rebozando como una croqueta, cada vez más sucias y más grandes. Tienen mayor resistencia en el aire, al ser más pesadas, y viajan más lentamente, hace falta más fuerza para que hagan daño. Y si eres un jugador que ‘lifta’ la bola, como Nadal, no se levanta tanto como antes... Afecta bastante a tu juego”.

 

“En Roland Garros está habiendo más dejadas que nunca”, continúa Corretja. “¿Por qué? Porque la bola se queda muerta...”. El extenista catalán dice comprender las quejas de los jugadores: “Cuando golpeas durante cuatro horas una pelota a máxima intensidad, de forma continuada, y no estás acostumbrado, se te cargan el antebrazo, el hombro, el codo… En mi opinión, los cambios no están afectando la calidad del torneo, del juego, porque los pelotazos son más largos, y a mí me gustan la táctica y el desarrollo del juego; pero es cierto que algunos jugadores acaban tirando la toalla por no poder aguantar el ritmo”.

"La bola no pierde pelo"

Virginia Ruano, una de las mejores jugadoras de dobles de la historia (ganadora de 10 Grand Slams y del WTA Tour Championship), está de acuerdo con el diagnóstico: “A la bola se la ve pesada, sin duda alguna… Bota menos, y la pista está menos seca, y se hincha. La bola no pierde pelo, como sucede en otros escenarios, donde se vuelve cada vez más ligera. Aquí pasa justo al revés".

En su opinión, Djokovic es el aspirante más beneficiado por el cambio de las pelotas. "En junio, la Wilson sería una bola viva y botaría muy bien”, precisa la extenista madrileña, "afectaría menos a Nadal. Rafa juega con mucho efecto, acelera la mano, mete mayor revolución a la pelota, y cuando esta toca el suelo sale muy alta... Djokovic, en cambio, juega plano. Y ahora este tipo de jugadores puede pegar más fuerte, porque al pesar más la pelota, no se les va nunca. Les pasa lo mismo a algunos rusos, como Jachánov, que le pegan fortísimo [precisamente el serbio y el ruso se enfrentan este lunes en cuarta ronda]".

 

"Dos o tres gramos"

La diferencia de peso entre la bola Babolat y la Wilson es muy pequeña: "Son solo dos o tres gramos", confirma David Sanz, exdirector de Investigación de la Federación Española de Tenis. “Pero no es ninguna bobada lo que dijo Nadal… Cualquier modificación, por pequeña que sea, es extraordinariamente significativa a estos niveles. La pelota sufre en determinadas condiciones, y los tenistas son muy sensibles al golpeo. Sucede igual que con el cordaje de la raqueta: los profesionales notan cualquier cambio en la tensión (que responde a variaciones en el clima). Perciben cosas que otras personas ni se dan cuenta: por ejemplo, dentro de una misma marca hay diferentes pelotas, y ellos se dan cuenta”.

Las bolas de un torneo de Grand Slam pasan filtros muy estrictos, además de deber ajustarse al reglamento. Pesan entre 55 y 60 gramos. “La clave”, corrobora Sanz, es el clima: “Las pelotas son de caucho, y cuando hace frío las partículas se concentran, haciéndola más dura y más rígida. El golpeo es más incómodo. ¡Y con la humedad pesa más! Si pegas con más rotaciones [de forma menos lineal], como Nadal, cuesta más moverla. Nunca se había jugado con Wilson en tierra batida hasta ahora. Y ya era una bola lenta, aparte del clima... Con lo que su efecto ha sido más llamativo”.

El encordador profesional Xavi Segura confirma a este periódico que la diferencia entre la bola Babolat y la Wilson es “de solo dos o tres gramos”. “Pero no se trata de un azucarillo que tenemos en la mano”, advierte. “Esos pesos en movimiento se multiplican. Una raqueta, por ejemplo, pesa 300 gramos en estático, pero 340 en movimiento”.

"Descontrol y falta de coordinación"

Segura recuerda que hace una década Roland Garros pasó de usar pelotas Tecnifibre a Babolat, "una pelota que a Nadal le iba bastante bien. Nadal es una voz muy autorizada en Roland Garros, como es lógico, pero en su día seguro que Federer también se quejó del cambio (...) El principal problema es el clima. Un Grand Slam en la primavera europea [al aire libre] no se hace por capricho, es una condición necesaria. Pero este año, para más inri, además de cambiar de estación han cambiado las pelotas. Y eso te rompe la cabeza.

Segura apunta a un ángulo muy interesante: “Esta polémica de las bolas demuestra el descontrol y la falta de coordinación entre los tres organismos que gestionan el tenis profesional [ATP, ITF y WTA]. Durante los dos o tres meses anteriores a Roland Garros, se disputan torneos de tierra batida, para que los jugadores lleguen en su mejor estado posible al gran torneo del año en esa superficie. Lo esperable sería que todos esos torneos jugaran con las mismas pelotas. Pero no… ¡Son todas Dunlop! [Incluido el último, Roma]. Eso no tiene sentido alguno. En la élite, todos los detalles son relevantes”. Y continúa: “La pista, la raqueta y las bolas son elementos de la misma importancia para un tenista profesional. En una alfombra con bolas malas, no disfrutas al máximo. Igual que si te cambia la tensión del cordaje. A este nivel, todo influye mucho”.

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