Serena Williams puso punto final a su carrera tras despedirse del US Open y con esto se termina una era que ha marcado el deporte mundial. La menor de las hermanas Williams abandona las raquetas habiéndose convertido en tenista más laureada de la Era Abierta con 73 trofeos (23 de Grand Slam).
Si bien esto se debe mayoritariamente a su enorme talento y su carácter, también es producto del trabajo que ha hecho su padre durante su niñez y adolescencia.
Justamente, una de las películas más destacadas de 2021 fue King Richard, que repasa cómo el padre de Venus y Serena, interpretado por Will Smith, logró convertir a dos de sus hijas en las mejores jugadoras de todos los tiempos, manteniéndolas alejadas de peligros como las drogas y las pandillas que acechaban en su barrio, y sometiéndolas a un estricto plan de trabajo que él mismo diseñó.
Varias de las personas que se han cruzado en la vida con Richard, de 80 años, antes de que sus hijas llegaran a ser profesionales, han admitido en diversas entrevistas que este hombre oriundo del estado de Luisiana estaba obsesionado con el futuro de sus hijas, a quienes obligaba a seguir a rajatabla su plan de trabajo que excedía lo meramente deportivo. De esta forma, las niñas no sólo debían cumplir las maratónicas sesiones de entrenamientos que terminaban por la noche y se realizaban bajo cualquier condición climática, sino que además debían tener buenas notas en la escuela y asistencia perfecta en la iglesia.
Su estricto régimen de conducta, que con el tiempo se comprobó eficiente, encendió la luz de alarma en más de una ocasión para amigos y vecinos de su familia, a tal punto que servicios sociales se apersonó en su hogar para comprobar si él ejercía algún tipo de maltrato infantil, tal y como se muestra en la película. Pero, las investigaciones sobre este tipo de denuncias nunca tuvieron efecto alguno en su estilo de crianza, sobre todo porque los resultados estaban a la vista. Sus dos hijas, y las otras tres niñas que su esposa había tenido en un matrimonio anterior, tenían las mejores calificaciones de la clase, estaban alejadas de los peligros de las calles y además describían a Richard como un padre amoroso, aunque muy exigente.
Para tener noción sobre qué tipo de locuras era capaz de hacer el señor Williams para conseguir que sus hijas fuesen las siguientes Michael Jordan (tal y como se lo aseguró al entrenador Rick Macci cuando éste conoció las chicas), solo basta con escuchar y leer a quienes lo han conocido en aquellos años en donde la familia vivía en una humilde casa de Compton, California.
El plan que diseñó para criar a dos estrellas mundiales
Todo comenzó una noche de mayo de 1978, cuando Richard estaba mirando la televisión y vio a Virginia Ruzici alzarse con el trofeo de Roland Garros. Pero no fue el juego de la rumana lo que le llamó la atención, sino el cheque por USD 40 mil que embolsó por su conquista. Entonces, entendió que una carrera en el tenis podía salvar a sus hijas de cualquier problema económico y, según su mirada, él podía encargarse de que triunfaran en ese deporte.
Para eso, comenzó a tomar clases con un profesor y estudió cuanto pudo sobre las técnicas que aplicaban los mejores del circuito en ese momento. Pero claro, había un pequeño problema: los seis hijos que tenía con su primera esposa, Betty Johnson, ya eran bastante grandes como para empezar a practicar.
Al año siguiente, Richard conoció a Oracene Price, quien ya tenía tres hijas de un matrimonio anterior. Para entonces, él ya había escrito el manual de 78 páginas que detallaba paso a paso el plan que las niñas debían seguir para transformarse en las mejores de todos los tiempos. Pero nuevamente hubo un inconveniente, porque las hijas de su pareja ya eran demasiado grandes y tampoco contaban con la habilidad necesaria como para triunfar.
“Fui a ver a mi esposa y le dije que tendríamos dos hijos y que nos volveríamos ricos. Van a ser tenistas”, reveló él mismo en su libro Black and White: The Way I See It (Negro y Blanco: La manera en que lo veo). De esa forma, Richard y Oracene decidieron tener más hijos y en 1980 nació Venus, justo antes de que los novios pasaran por el altar. Meses más tarde, en 1981, llegó Serena.
El primer paso que indicaba el manual era mudarse a Los Ángeles, ciudad en la que existían centros de entrenamientos que podrían reclutar a sus bebés en un futuro. Al momento de elegir el barrio, no dudó: “No había lugar en el mundo más duro que Compton”, explicó hace tiempo Williams en una entrevista: “El gueto te hará duro, te hará duro, te hará fuerte”. Es que ese destino contaba con las condiciones hostiles que -según su mirada- eran necesarias para que sus hijas forjaran una personalidad resiliente. Había pandilleros que dominaban los espacios públicos, familias trabajadoras que se esforzaban por salir adelante, un estado ausente y la posibilidad de observar en cada esquina cómo podrían ser sus vidas si no trabajaban duro para cumplir sus metas. El plan estaba en marcha.
Peleas con pandillas
Richard y su esposa entrenaron a Venus y Serena desde pequeñas en un parque cercano a su hogar que contaba con cancha de tenis. Allí pasaban horas practicando saques y devoluciones. Las sesiones, tal y como las propias deportistas contaron en varias ocasiones, podían extenderse por la noche, cuando la inseguridad crecía.
Richard había vivido en su infancia episodios que lo marcaron en Shreveport, Luisiana, una ciudad que estaba lejos de ser un paraíso y en donde la Justicia no era la misma para todos. Allí tuvo que ver cómo uno de sus amigos recibía una paliza por parte de un grupo de blancos que desquitaba su ira contra cualquier afroamericano que se encontrara. También sufrió la muerte de otro de sus mejores amigos, quien fue atropellado por una mujer blanca en un hecho que ni siquiera fue investigado.
En Compton, California, Richard tuvo que enfrentarse a un grupo de pandilleros locales que se adjudicaban ser los dueños del parque en donde él entrenaba con sus niñas. Por eso, cuando la tarde estaba llegado a su fin, solían aparecer con la misión de reclamar su espacio. Es así que fue víctima de ataques constantes -frente a los ojos de las pequeñas hermanas Williams- que lo dejaron en el hospital en más de una ocasión con costillas fracturadas. También sufrió la rotura de 10 dientes: “Me tomó dos años y casi destruyó mi cuerpo y mi espíritu”, relató en su libro: “Pero en ese momento, nada de eso importaba”.
Finalmente, logró que estos pandilleros abandonaran la zona, o al menos respetaran su presencia, y le dio una lección que sus hijas. Todo era parte del plan.
Clima hostil
Richard sabía que en el tenis, como en todo deporte, los espectadores juegan su papel en cada partido. Muchos atletas están preparados para derrotar a sus oponentes, pero padecen las críticas del público, sobre todo los afroamericanos en un deporte en donde la mayoría de sus practicantes son blancos, motivo por el cual también entrenó eso con sus hijas.
Algo que la película no muestra es que los niños que viajaban en los micros escolares que bordeaban el parque, mientras sus pequeñas practicaban, solían abuchear e insultar a Venus y Serena. Todo era parte del plan, porque había sido el propio Richard el que les había pedido a los jóvenes que reaccionaran de esa manera para que sus hijas aprendiesen a convivir con ese tipo de clima. Incluso, a veces él mismo las criticaba.
En una entrevista a la cadena CNN realizada hace seis años, el hombre que hoy tiene 79 años recordó aquella estrategia y reveló que algunos pandilleros locales lo criticaron por eso: “Cuando (ellos) vinieron a mí y me dijeron: ‘No puedes hablar con Venus de esa manera... Yo dije:’ Cuidado. Voy a hacer lo que quiero hacer’”.
La técnica de los vidrios rotos
Rick Macci fue el primer entrenador que trabajó con Venus y Serena. Tras su retiro como profesional abrió su academia de tenis en 1985 y por allí pasaron figuras como Maria Sharapova, Anastasia Myskina, Andy Roddick y Jennifer Capriati. Fue Richard quien le insistió para que viera a sus hijas y, tras una simple prueba, Macci advirtió que Venus tenía un nivel superior a lo que él jamás había visto para una niña de su edad. Poco después, vio lo mismo en Serena.
“Estuve haciendo simulacros con las dos chicas durante una hora. En la primera hora, estaba sentado y decía ‘¿qué estoy haciendo en Compton, California un sábado en el nombre de Dios?’”, recordó el entrenador en una entrevista a Essentially Sports, sobre la primera vez que las vio. “No pensé que fueran mejores o peores que quizás el 50, 60, 70 (clasificado) en la nación. Entonces empezamos a hacer puntos competitivos ... ¡y en ese mismo momento (Venus) me voló los calcetines!”.
Era 1990, por lo que ninguna llegaba a los 11 años cuando Macci les propuso incluirlas en su academia en Florida. Con eso además tuvo que aceptar el “contrato” que Richard le hizo firmar. Entre las varias cláusulas que tenía el documento se destacaban la de que él debía darle un hogar en Florida a toda la familia, las chicas debían seguir asistiendo a clases y Richard tendría acceso a todos los entrenamientos.
El padre de las Williams solía opinar sobre cada ejercicio, tal y como se muestra en la película, y a veces intervenía. Pero hubo un episodio que Macci nunca olvidará y que relató en diálogo con The Sun: “Hubo algunas veces que Richard puso vidrios rotos en la cancha. El vidrio estaba detrás de la línea de fondo, detrás de la cerca, por lo que (las chicas) no retrocedían y tomaban la pelota temprano”.
Torneos Juniors
Macci siempre destacó la sorpresa que se llevó al ver el nivel de las hermanas Williams, sobre todo porque sus únicos profesores hasta ese momento habían sido su padre y su madre. Ambas conocían técnicas y estrategias para moverse en la cancha, además de contar con una mentalidad ganadora y una calidad superior a la de muchos de los jóvenes talentos que él mismo tenía en la academia.
Por eso, y pese a las rispideces que tenían, escuchaba con atención los comentarios de Richard. Uno de los grandes miedos que el padre de las niñas tenía estaba relacionado a la presión que los deportistas en desarrollo padecían y cómo esto podía afectarlos en el futuro. Un ejemplo claro era por entonces el de la tenista Jennifer Capriati. La estadounidense que había asombrado al mundo a principios de los 90 convirtiéndose en la semifinalista más joven de la historia de Wimbledon con 15 años y que había ganado el oro Olímpico en Barcelona 1992, se había alejado de las canchas en 1993, tres años después de su debut como profesional.
Richard sostenía que la presión a la que había sido expuesta desde pequeña la había afectado y no quería que sus hijas pasasen por lo mismo. Por eso, en el contrato que le hizo firmar a Macci, le prohibió que Serena y Venus compitiesen en los Torneos Juniors.
Aquella decisión iba en contra del camino que cualquier tenista que soñaba con ser profesional debía transitar. Es decir, los campeonatos juveniles son los que les permiten a los jóvenes talentos enfrentarse, no solo para entender cómo competir, sino además para medir su nivel, aprender de sus adversarios y así mejorar cada día. Pero Richard se mantuvo firme, incluso oponiéndose a lo que sus propias hijas querían.
Jon Wertheim, analista de tenis y escritor de Sports Illustrated, se refirió a aquella medida en un artículo en The New York Post: “Es literalmente como, ‘Voy a criar a mi hijo y enseñarle a ser el campeón mundial de peso pesado. Y no va a hacer Golden Gloves, tengo mis propios métodos‘. Y maldita sea si no lo hizo“. Pero, Kamau Murray, entrenador de Sloane Stephens y dueño de una academia de tenis en Chicago, entendió la decisión de Richard en ese mismo artículo: “Este deporte puede ser muy cruel con los negros en los clubes de campo. Y lo que pasa con el tenis es una crueldad sutil. No es obvio y no es evidente. Y muchas veces esas cosas pueden ser las más dañinas“.
De esta forma, Venus y Serena entrenaban seis horas al día, cinco días a la semana y cuatro horas más los sábados, pero no participaban de los Torneos Juniors, por lo que nadie, salvo Richard, sabía con certeza si iban a triunfar en el ámbito profesional.
La irrupción en una entrevista
El manual diseñado por Richard tenía dos objetivos: que sus hijas se conviertan en estrellas del tenis mundial y protegerlas de cualquier mal. Uno de esos males era la prensa. El señor Williams sabía que sus niñas podían padecer el acoso de los periodistas desde pequeñas y por eso controlaba cada entrevista que protagonizaban. A tal punto era su atención a este aspecto que en una ocasión llegó a irrumpir en plena nota.
Ocurrió cuando Venus tenía tan solo 14 años y su nombre recién estaba empezando a circular en los pasillos de la WTA. Fue durante una entrevista a ABC News cuando el periodista John McKenzie, que había viajado hasta su casa en Florida, le consultó a la preadolescente si estaba lista para medirse a quien por entonces era la número 1 del tenis mundial. A esa pregunta, la niña contesta que sí, que se tenía confianza para ganarle.
Sorprendido, el periodista insistió sobre por qué ella, que no tenía experiencia alguna, iba a poder contra la mejor del planeta. Esa duda despertó la furia de Richard, quien apareció por detrás de cámara y apuntó directamente contra el reportero: “Lo que tienes que entender es que estás tratando con la imagen de una niña de 14 años que va a estar jugando cuando tu viejo trasero y yo estemos en nuestras tumbas. Cuando ella dice algo, ya te ha dicho lo que pasa. Estás tratando con una pequeña niña negra, déjala ser una niña. Ella ya contestó con mucha confianza, déjalo así”.
El enojo del señor Williams era porque su hija ya había contestado con seguridad la pregunta de McKenzie, pero éste quería insistir sobre ese punto. Finalmente, el clip fue publicado por ABC News y expuso el control que Richard ejercía sobre sus niñas en cada aspecto.
Fuente: Infobae