Para un joven inestable, no hay mejor sitio donde caer que en los brazos de Gregg Popovich.
El ya exentrenador, ha sido una figura paterna para innumerables jugadores a lo largo de sus casi 30 años de carrera en el banquillo de los San Antonio Spurs. Pocos a los que marcase tanto como a Dejounte Murray, un chico que llegó a la franquicia texana con una infancia y adolescencia convulsa como pocas. Donde la violencia y la delincuencia eran norma.
Murray recientemente rompió el silencio y nos regaló una de las historias más humanas del deporte.
Un gesto que no salió en periódicos, ni en redes, ni en los titulares.
"Mi madre recibió un disparo en la pierna en mi año de novato… y Gregg Popovich intentó mudarla a San Antonio con SU PROPIO DINERO. Él la llamó personalmente. Yo no sabía nada… hasta después del hecho".
Popovich no lo hizo por la prensa, ni por un reconocimiento. Lo hizo por amor, por cuidado, por familia.
No fue una llamada como entrenador. Fue una llamada como padre.
"No con su dinero. Con el mío”, le dijo a la madre de Murray.
Porque cuando Pop cree en ti, no solo entrena al jugador… protege al ser humano.
Murray, hoy estrella de los Hawks, fue obtenido en un draft por los San Antonio Spurs en 2016 con apenas 19 años.
Nacido en Seattle, creció en medio de pandillas, pobreza y un entorno que parecía llevarlo a prisión o a la muerte.
Pero Popovich, histórico entrenador de los Spurs y multicampeón de la NBA, vio algo en él. No solo el talento, sino el alma.
Desde el primer día, Gregg Popovich lo trató como a un hijo.
Ganador de cinco anillos, medalla de oro olímpica, maestro del sistema y del carácter. Pero su mayor legado no está solo en las vitrinas… sino en historias como esta.
En silencio, hizo lo que muchos ni se atreven a imaginar.
Se convirtió en el ángel guardián de su jugador. Le dio hogar, guía y dignidad.
En una liga NBA del baloncesto profesional llena de cifras y contratos, todavía existen gestos que nos devuelven la fe en el deporte y en la humanidad.
Son incontables las vidas que habrá tocado Popovich de forma directa o tangencial. Incalculables las anécdotas que se podrían contar sobre su generosidad. Y quizás nadie que la necesitase más que Murray en el momento que se la dio. «Se preocupaba por mí. Me quería. Con sus actos, no solo de palabra», dice emocionado el base.