Después de tres años, Serena Williams volvió a levantar un título en el circuito de tenis. La estadounidense cortó una racha de casi tres años sin trofeos y se consagró campeona del torneo de Auckland, al vencer a su compatriota Jessica Pegula por 6-3 y 6-4.
"Fue demasiado tiempo, creo que pudieron ver mi cara de alivio", dijo sobre su victoria en el certamen que se disputó en la ciudad neozelandesa. Antes de los dos años pasados, había terminado apenas tres temporadas sin éxitos: las de 1997 y 1998, sus campañas iniciales, y la de 2006, cuando atravesó una depresión.
A fines de enero de 2017, la actual número 10 del mundo le ganó a su hermana Venus la final del Abierto de Australia y quedó a un solo logro del record de Grand Slams que aún tiene la australiana Margaret Court (24). Desde entonces estuvo casi tres años sin festejar en la cancha.
No hubo suspiro. El alivio fue un grito y una sonrisa casi permanente, solo interrumpida por uno de los temas del momento en aquellas tierras.
En Auckland, Serena se mostró conmovida por los incendios que aquejan el país vecino, que ya dejaron al menos 27 fallecidos, además de daños al medio ambiente y millones de animales muertos.
"Llevo jugando 20 años en Australia y es duro leer las noticias y ver todo lo que está sucediendo con los incendios", expresó la menor de las Williams, en un momento de seriedad en medio de su alegría personal.
"Más de mil milones de animales (murieron) y la gente perdió su casa. Muchas cosas pasaron, así que al inicio del torneo decidí que en cada partido que jugara iba a donar un vestido [de su línea de ropa]. Y también voy a donar todo el premio para una gran causa", anunció Serena, que embolsó US$43.000 como ganadora.
Australia había sido su último recuerdo feliz en el deporte. Tras consagrarse por séptima vez en ese Grand Slam, Serena puso una pausa en su carrera en 2017. En abril de ese año anunció que llevaba cinco meses de embarazo: Alexis Olympia nació el 1° de septiembre.
En esos días, su vida estuvo en peligro: una embolia pulmonar la obligó a permanecer internada más de un mes. "No fue sino hasta seis semanas después de haber dado a luz que pude salir de la cama. Estuve muy mal de salud. Temí por mi muerte", dijo sobre aquellos días. Pero, de manera paulatina, reapareció en el tenis profesional.
Primero, un torneo de exhibición a fines de 2017. Después, una participación en dobles, junto con Venus. Y más tarde, el salto a las primeras planas en los Grand Slam. Sin embargo, el festejo se hizo esperar.
Cuatro veces quedó a un paso de igualar a Margaret Court. En 2018, la alemana Angelique Kerber y la japonesa Naomi Osaka la vencieron en las finales de Wimbledon y del Abierto de los Estados Unidos, respectivamente. En el US Open, además, la derrota llegó con una polémica con el umpire de la definición. Un año más tarde fueron la rumana Simona Halep y la canadiense Bianca Andreescu quienes le impidieron triunfar en la definición de esos mismos torneos.
En todo ese tiempo atravesó numerosos problemas físicos. Una torcedura de tobillo, un virus, una lesión en una rodilla y hasta depresión posparto demoraron su plenitud deportiva.
Ahora, en Nueva Zelanda, Serena consiguió cortar la racha sin títulos.
"Sin dudas, mejoré a medida que pasaba la semana, lo necesitaba. Tuve muchos partidos duros y jugué todos los días", dijo sobre la competencia que sumó en Auckland. Allí, sumó su 73° título, un impulso hacia el gran objetivo: lanzarse por su 24° Grand Slam para cosechar otro record en su fructífera carrera.