Eventos como los Juegos Olímpicos suelen dejar una generosa derrama económica para los países anfitriones; a cambio, las naciones encargadas de albergar estas competencias tienen que invertir fuertes cantidades de dinero provenientes en su mayoría del presupuesto estatal para acondicionar los inmuebles que recibirán a los atletas.
Río de Janeiro no fue la excepción; sin embargo, toda esa inversión no generó los réditos esperados, pues al día de hoy se deben más de 40 millones de dólares como consecuencia de las inyecciones monetarias en materia de infraestructura realizadas en Brasil.
Por ejemplo, el renovado Estadio Maracaná, no cuenta con servicio eléctrico, pues nadie se aventó el paquete de liquidar el adeudo por un millón de billetes verdes con el que cuenta el mítico campo.
Y eso es sólo una muestra de la problemática económica tras los olímpicos, pues en el ámbito social, el Gobierno de Río de Janeiro adeuda sueldos a trabajadores del Estado como maestros y doctores, aunado ello, las cifras de delincuencia se han incrementado de manera considerable.
Ante estas situaciones, muchos países piensan dos veces el ingresar candidaturas para recibir justas de este calibre, pues las instalaciones raras veces son utilizadas para lo que fueron construidas una vez que concluyen los torneos ¿no es así Velódromo de Ciudad Deportiva? por ende, cada vez es más frecuente que países del llamado primer mundo, sean los elegidos para llevar a cabo estos eventos.