Los Juegos Olímpicos son una competición deportiva que trasciende las pistas. Como lo hace la historia de Rafaela Silva, la judoka que le ha dado a Brasil, el país anfitrión, su primera medalla de oro en Río 2016. Silva, campeona del mundo en 2013 también en Río de Janeiro, su ciudad natal, se ha subido a lo más alto del podio en la categoría de menos de 57 kgs y ha hecho explotar de júbilo a las gradas de Carioca Arena 2.
En la final, Silva ha derrotado a Sumiya Dorjsuren, de Mongolia, logrando el mayor hito de su carrera y el primer oro para Brasil. De 24 años, la historia de esta judoka merece una película. Nacida y criada en la favela Ciudad de Dios de Río de Janeiro, su infancia problemática y plagada de problemas dio un giro cuando un exjudoka abrió una escuela de judo en la propia favela. Silva se alistó y ha resultado ser una fuera de serie.
Silva ya partía como favorita en los Juegos de Londres 2012, pero el día de los combates no estuvo fina y acabó novena, lo que le generó algunos problemas a su regreso a Río. Cuatro años después ha logrado quitarse esa espina y escribir su nombre con letras de oro en la historia olímpica.
En su camino para lograr subir a lo más alto del podio, Rafaela Silva derrotó en su primer combate a la alemana Miryam Roper. A continuación doblegó a la coreana Jandi Kim. En cuartos de final se deshizo de la húngara Hedvig Karakas y, con su triunfo en semifinales ante la rumana Corina Caprioriu, se ganó la opción de competir por el oro. La final, ante la representante de Mongolia Sumiya Dorjsuren, cayó a su favor gracias a un solitario waza-ari.
Las dos medallistas de bronce fueron la portuguesa Telma Monteiro y la japonesa Kaori Matsumoto, campeona olímpica en Londres 2012.