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Lejos de los focos que supone la ceremonia de inauguración vista por la tele, lo cierto es que llegar hasta Maracaná el pasado viernes exigía hora y media en autobús (en el mejor de los casos), soportar una cola de no menos de 60 minutos (público y prensa, sin distinción) y darse cuenta, nada más llegar, de que, una hora antes de comenzar el show, ya no quedaba comida en los puestos de vending. ¡Una hora antes! Los voluntarios, a lo suyo: «No, sorry». Todo cuesta un mundo en los Juegos Olímpicos de Río. 

Por ejemplo, el primer día, el sábado, hubo colas terroríficas, intimidantes, para todo. El Ejército y la Força Nacional (un apéndice del propio Ejército creado en 2004), cuya presencia resulta igual de intimidante que las colas, han tomado la ciudad. Se encargan igual del tráfico que de los cacheos, y muchos de sus integrantes son reservistas (se identifican fácilmente porque van en chándal). 

En la mayoría de las instalaciones hay arcos de seguridad, pero en otras, un cacheo y a correr. Es más, puede pasar que, con una mochila colgada del hombro, te cacheen y la mochila ni la miren.

En la mayoría de los sitios no es posible pagar con otra cosa que no sea una tarjeta (además sólo puede ser VISA, que para eso paga 100 millones de dólares por cada ciclo olímpico) y es la primera vez que ocurre. 

Ayer fue el viento el que la lió. Una de las lonas que decoran la piscina se cayó. En el campo de tiro de Deodoro, varios voluntarios turnaban sus posaderas para sujetar otra que quería volar. Se suspendió el remo y se retrasó más de dos horas el comienzo del tenis. Nadal sufrió en carne propia el desbarajuste. Un palo con malas intenciones salió volando y le pasó, a su juicio, demasiado cerca de la cabeza, de modo que decidió dejar el calentamiento que hacía con su tío. El sábado, un grupo de nadadoras españolas decidió tirarse en el suelo porque el autobús que debía llevarlas a la piscina no aparecía.

Otro día hablaremos de las lámparas sin enchufe ni bombilla. Y otro día de las cajas fuertes en las habitaciones, que tienen código, sí, pero que están sueltas, de modo que su única condición de seguridad es que no admite ladrones tirillas. Han de ser ladrones que vayan al gimnasio.

Fuente: Diario El Mundo España 

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