Los campeonatos de natación en Estados Unidos dejaron claras dos cosas: la primera y más importante, que Michael Phelps ha vuelto y que, con 30 años cumplidos, sigue siendo el ‘Wonderboy’ que asombró al mundo. La segunda, que cuando dentro de un año reaparezca en el escenario que le convirtió en gigante, los Juegos Olímpicos, nadie querrá perdérselo.
En los Nacionales de EE.UU., Michael tomó parte en cuatro pruebas, tres que han sido el núcleo duro de su carrera -100 y 200 mariposa y 200 estilos- y otra, el 200 braza, que se tomó como una broma-reto personal: se clasificó para la final en una distancia reservada a los grandes especialistas y logró el crono que buscaba y que le permitió batir el récord del North Baltimore Aquatic Club, la entidad deportiva a la que pertenece desde niño, uno de los pocos que aún no tenía en su poder.
Tanto en mariposa como en estilos sus registros en la final –los ganó todos, lógicamente- le habrían valido el título mundial en Kazán, una exhibición de músculo que él buscaba con toda la intención. Y de largo. En 100 mariposa, su 50”45 fue 11 centésimas mejor que el que le dio el oro al sudafricano Chad le Clos y el crono más rápido desde que se prohibió el uso del poliuretano. En 200 mariposa, su 1’52”94 fue más de medio segundo inferior al oro del húngaro Laszlo Cseh y también se aproximó a las marcas que se conseguían con los bañadores-milagro antes del 2010. Y en 200 estilos nadó un segundo largo más deprisa que su compatriota Ryan Lochte en la capital tártara, en la mejor carrera de esta distancia desde 2012.
Bob Bowman, su entrenador, segundo padre y guía espiritual, dijo una vez que para alcanzar sus límites Phelps necesita retos mayúsculos, acicates que despierten la determinación que le ha llevado a ser el deportista más grande de todos los tiempos a tenor de su incomparable cosecha olímpica: 22 medallas, 18 de ellas de oro. Una retirada de 18 meses, un regreso poco lucido, reincidentes problemas con el alcohol, la suspensión de la Federación de su país, que le prohibió competir en el Campeonato del Mundo de Kazán, y la sensación de que estaba dilapidando su leyenda son el cóctel perfecto para despertar a la bestia competitiva que Michael tenía aletargada.
Un duro camino
El camino fue doloroso. Después de que le detuvieran, por segunda vez en pocas semanas, conduciendo ebrio, se detuvo y reflexionó. Por primera vez desde su retirada tras los JJ.OO. de Londres se observó a sí mismo desde cierta frialdad y perspectiva, y no le gustó lo que vio. Se sometió a una intensa terapia de seis semanas en la que trató no sólo sus problemas con el alcohol, sino temas más íntimos como el distanciamiento con su padre y cómo afecta eso a su comportamiento emocional. Desde que la figura paterna se separó de su madre, siendo él un niño, Michael se refugió bajo el ala femenina de su familia y de hecho se hizo nadador para seguir los pasos de sus hermanas.
Una vez digerido todo eso, decidió enderezar su vida: anunció el compromiso con su novia Nicole Johnson y regresó junto a Bowman convencido de que lo que quería era volver a ser nadador, al menos hasta los Juegos de Rio, algo que le permitiría silenciar muchas críticas. Y se aplicó en ello en cuerpo y alma. Como antes, como siempre. Cuando Phelps tiene un objetivo lo persigue con la testarudez de un bulldog. Así logró enterrar el fantasma de Mark Spitz con sus ocho oros en Pekín’08. Y así ha vuelto a conseguir marcas que parecían ya imposibles para un nadador de su edad tras año y medio alejado de las corcheras. No más problemas con la bebida: “No tomaré alcohol hasta después de los Juegos, si es que alguna vez vuelvo a tomarlo”, avisó.
El Michael Phelps actual seguramente no es la mejor versión posible de sí mismo, pero se le parece bastante. Está más fibrado que nunca, come algo menos que en su famosa época de los almuerzos pantagruélicos, cuando quemaba calorías con la voracidad de un horno industrial, y necesita más horas de sueño para recuperarse. Nada que no pueda asumir.
Ahora dejará su refugio de Baltimore, donde ha nacido, vivido y entrenado toda la vida, para trasladarse a Phoenix siguiendo los pasos de ‘coach’ Bowman, que ha aceptado hacerse cargo de la Universidad de Arizona State. Su programa olímpico está por definir, pero seguramente se compondrá de 100 y 200 mariposa y 200 estilos, además de los tres relevos (4x100 y 4x200 libre y 4x100 estilos). Bowman quiere probarle ocasionalmente en los 200 libre, aunque parece poco plausible que incluya esta distancia porque su programa debe adaptarse a su edad -en Río tendrá 31 años- y deberá aligerarlo lo más posible. Y el que fue otro de sus fuertes, el 400 estilos, seguramente la más exigente tanto física como mental y estratégicamente de toda la natación, queda descartada. Tras Londres’12 dijo que “no volveré a disputarla en mi vida, es demasiado” Phelps hizo en San Antonio el mejor ‘spot’ de promoción para la natación de cara a los JJ.OO. de Río 2016. Nadie quiere perderse su retorno olímpico.
Fuente: Mundo Deportivo