Sostengo que en el deporte, y por supuesto en el futbol, el mejor es el que gana. En esta final de la Liga CONCACAF Liga Deportiva Alajuelense ganó y ratificó que fue el mejor equipo. El resto son habladurías.
Las virtudes de la Liga, desde el inicio del partido, fueron evidentes en todos los estratos.
Controló el partido, dominó el partido y llevó a su rival a jugar donde quiso. En los lugares de la cancha donde le dio la gana. Así de sencillo.
No le incomodó que los saprissistas se replegaran hasta con seis defensores y un cerco frente a esa línea con otros tres defendiendo lo que durante 93 minutos nunca pudieron controlar.
Los liguistas no se inmutaron y llenaron esa última línea defensiva con un principio escuchado por Marcelo Bielsa en una de sus locas charlas, por eso lo llaman el loco: “Cuando un jugador lleva el balón debe tener suficiente oferta de recepción”.
Alajuelense siempre mostró esa oferta de recepción cuando tenía el balón más López que Ruiz. Montenegro, Hernández, Sequeira, Hernández y hasta Salvatierra o Román siempre estuvieron mostrándose en esa última línea.
Fue aplastante el dispositivo futbolístico liguista al ver a un Saprissa que no mostró ni una gota de aventura y creatividad, y en casos así hasta la viveza, de la que presumen los saprisistas, sirve para no parecer ingenuos.
La portería liguista parecía un castillo inalcanzable, como si temieran atacarlo para no caer en el foso.
El partido para Saprissa nació seco, muerto. Sin respuesta. Fue el triunfo de la táctica alajuelense al precio de anular sus propias individualidades para que prevaleciera el colectivo. La Liga mostró un equipo en la cancha.
Me compadecí de las palabras del técnico saprissista, cuando dijo en conferencia de prensa, que el partido lo habían arrancado bien, pero que el empate de la Liga los puso nerviosos y luego su rival aprovechó una jugada de balón parado y el tercer gol por error de salida.
Saprissa fue un equipo ruinoso. A todos nos gustan las ruinas. Las de Roma. El Coliseo. El Foro Romano donde años atrás se escribió una historia fascinante. Las de Mérida, construida por los mismos romanos antes que la de su país. El Partenón en Grecia. Las ruinas son para apreciarlas, venerarlas, tomarles selfies.
Nadie quiere vivir en ruinas. Nadie puede vivir en las ruinas. Las ruinas son solo historia y en futbol la historia no gana partidos, mucho menos campeonatos. Y en este partido Saprissa fue un equipo de gran historia pero ruinoso.
** El autor tiene una Maestría en Comunicación. Licenciatura en Periodismo y Educación Física. Además es entrenador de Futbol y Baloncesto.