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Para nosotros los costarricenses, hablar de México es referirnos a algo muy cercano, incluso familiar... Desde que somos niños es normal observar programación televisiva de ese país, y escuchar música de sus compositores y cantantes. 

Ya de mayores, en muchos casos es el tequila el que nos acerca a la tierra de los “nopales milagrosos”... Aunados a eso, otros elementos culturales como su gastronomía (con una gran variedad de chiles picantes) e indigenismo con su rica historia, etc, presentes en nuestro país en restaurantes y galerías, respectivamente. Y en muchos casos la confirmación de todo lo anterior viene cuando alguien de nuestra familia concreta un viaje a la nación azteca y regresa encantado… 

  

Sin embargo, en el tema futbolístico el asunto presenta una realidad muy diferente… es decir, ¡ahí ya son otros cien pesos! como decimos popularmente. A la selección con el mayor palmarés de la Concacaf simplemente se le odia -en un sentido deportivo-, y siempre estamos atentos para hacer escarnio de la mínima muestra de ayuda arbitral que reciban (la cual es muy recurrente, “no nos hagamos los tarugos”, como dirían ellos mismos)... Entonces, disfrutamos cada fracaso mundialista del ‘Tri’, y en el caso de los ticos, además soñamos con algún día poder golear al odiado rival… Mas quise aprovechar estas líneas en everardoherrera.com para contarle al estimable lector que esto último ya sucedió una vez…

En agosto de 1937 la selección mexicana empezaba a prepararse para incursionar un año más tarde en los Juegos Centroamericanos y del Caribe en Panamá, cita en la que defendería el título tras haberse hecho con la presea dorada en la edición de 1935 en San Salvador. Aquel combinado azteca contaba con una base de jugadores del Necaxa que la historia futbolística de esa nación recuerda como ‘los once hermanos’, entre ellos Horacio Casarín, máximo anotador de la liga azteca durante más de 40 años, y quien pelearía el goleo con ‘Fello’ Meza en la campaña 1941-1942 (artículo que en su momento compartimos en esta sección); otras de sus figuras eran Carlos Laviada y Antonio López Herranz, con experiencia en la máxima división española.

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Así, se pactó un interesante fogueo en el Parque Necaxa, en el que a la selección de México le correspondió enfrentarse a un combinado de los mejores futbolistas de la liga de primera división de ese país, entre los cuales estuvieron presentes nada menos que cinco hijos de nuestra amada Costa Rica: Eduardo ‘Tútile’ Goldoni, Santiago Bonilla, Rodolfo ‘Butch’ Muñoz, Jorge Quesada ‘Quesadita’ y Antonio ‘Toño’ Hütt; todos seleccionados nacionales. Ellos, más el jugador McGregor, fueron los seis extranjeros que junto a cinco elementos aztecas conformaron un equipazo de lujo que terminaría masacrando 9-1 al conjunto mexicano. 

Goldoni, Muñoz y Hütt se habían convertido dos años antes en los primeros costarricenses en ser fichados en aquel balompié, mientras que Bonilla y Quesada arribaron en 1937 procedentes del fútbol estadounidense y francés, respectivamente. Para la fecha de la goleada de marras los cinco actuaban para los dos clubes fundados por la colonia española en México: el Asturias en el caso de Hütt y Bonilla, y los demás en el RC España.

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El futbolista más sobresaliente del encuentro disputado en la Calzada de Obrero Mundial terminó siendo justamente un tico: Antonio ‘Toño’ Hütt, partícipe en cinco anotaciones ese día.

Como detalle final, esa goleada sigue siendo la mayor que ha recibido la selección mexicana en toda su historia; eso sí, al no haber sido un encuentro interselecciones no se consigna como oficial, pero eso no nos interesa mucho, pues lo destacable aquí es que hace 87 años un combinado internacional, en el que prácticamente medio equipo era la selección de Costa Rica, le propinó la peor paliza a México. ¡Pura vida!

* El autor es historiador de fútbol costarricense y responsable de la página de Facebook Gol de Camerino; pronto estará publicando el libro Nuestros primeros legionarios. Futbolistas ticos en el mundo 1875-1990. 

** Especial agradecimiento a los historiadores mexicanos Carlos Márquez y Aldo Bonanni por sus aportes. La fotografía de los cinco jugadores ticos corresponde justamente al partido referido en estas líneas; presenta en el orden usual a Bonilla y Goldoni de pie, y acuclillados a Muñoz, Quesada y Hütt. La otra foto es del único Costa Rica-México que hasta entonces se había disputado, correspondiente a los Juegos Centroamericanos y del Caribe de 1935; en dichas justas tomaron parte los seleccionados mencionados excepto ‘Quesadita’.

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