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El Papa Francisco celebra en Ciudad del Vaticano la misa del Domingo de Ramos, que conmemora la entrada de Jesucristo en Jerusalén y da inicio a la Semana Santa.

Por primera vez en la historia, esta ceremonia se celebra sin público debido a las restricciones impuestas por las autoridades a causa de la pandemia del covid-19, que ya se ha cobrado la vida de más de 64.000 personas en todo el mundo.

La misa oficiada por Papa Francisco se llevó con normalidad, bendijo los tradicionales ramos.

"Queridos amigos, miren a los verdaderos héroes, que en estos días salen a la luz: no son los que tienen fama, dinero y éxito, sino aquellos que se entregan para servir a los demás. Siéntete llamado a arriesgar tu vida . No tengas miedo de gastarlo para Dios y para los demás, ¡te lo ganarás! Porque la vida es un regalo que se recibe entregándose. Y porque la mayor alegría es decir sí al amor, sin si y sin pero. Como lo hizo Jesús por nosotros", fueron parte de sus palabras. 

Al momento de la reflexión, el Sumo Pontífice exhortó a los millones de fieles a aferrarse a la fe en estos tiempos de incertidumbre y seguir las recomendaciones de las autoridades de salud.

"El drama que estamos atravesando nos obliga a tomar en serio lo que cuenta, a no perdernos en cosas insignificantes, a redescubrir que la vida no sirve, si no se sirve. Porque la vida se mide desde el amor", recordó, en una celebración que abre los ritos de la Semana Santa transmitida por streaming y televisión , como obligan los nuevos tiempos.

"Hoy, en el drama de la pandemia, ante tantas certezas que se desmoronan, frente a tantas expectativas traicionadas, con el sentimiento de abandono que nos oprime el corazón, Jesús nos dice a cada uno: 'Ánimo, abre el corazón a mi amor. Sentirás el consuelo de Dios, que te sostiene'", dijo Francisco en su sermón, pronunciado ante el Altar de la Cátedra de la Basílica de San Pedro, ubicado detrás del famoso baldaquino de Bernini.

Por su voluntad, como cuando el viernes 27 de marzo presidió una oración extraordinaria por el fin de la pandemia con la impartición de la bendición urbi et orbi e indulgencia plenaria, lo acompañaran dos símbolos religiosos únicos. El ícono bizantino de la Virgen Salus Populi Romani, que hizo traer de la Basílica de Santa María de la Mayor y que en el VI siglo salvó a Roma de una plaga y en XIX del cólera. Y el crucifijo milagroso de la Iglesia de San Marcello al Corso utilizado en diversos barrios de Roma durante una "peste negra" que aquejó a la ciudad eterna en 1522.

En una escenografía esencial, marcada por una planta de olivo el Papa, vestido con paramentos rojo, bendijo una palma. Pero no hubo la tradicional procesión de palmas y ramas de olivo -elementos que evocan la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén- que normalmente suele tener lugar al aire libre, en una Plaza de San Pedro repleta de fieles y de peregrinos de todo el mundo. Esta vez se contaban los presentes con las manos en el templo vacío. Y no había más de treinta personas.

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"Queridos hermanos y hermanas: ¿Qué podemos hacer ante Dios que nos sirvió hasta experimentar la traición y el abandono? Podemos no traicionar aquello para lo que hemos sido creados, no abandonar lo que de verdad importa. Estamos en el mundo para amarlo a Él y a los demás. El resto pasa, el amor permanece", recordó el ex arzobispo de Buenos Aires en su homilía, inspirada en el Evangelio de la Pasión según Mateo, leído por tres sacerdotes.

Como había hecho en la oración extraordinaria en la que imploró a Dios el fin de la pandemia, Francisco volvió a recordar que en este tiempo de aislamiento no hay que perderse en cosas insignificantes, sino centrarse en lo importante y "redescubrir que la vida no sirve, si no se sirve". "De este modo, en casa, en estos días santos pongámonos ante el Crucificado, que es la medida del amor que Dios nos tiene. Y, ante Dios que nos sirve hasta dar la vida, pidamos la gracia de vivir para servir. Tratemos de contactar al que sufre, al que está solo y necesitado. No pensemos tanto en lo que nos falta, sino en el bien que podemos hacer", aconsejó.

"Es cierto que puede costarnos amar, rezar, perdonar, cuidar a los demás, tanto en la familia como en la sociedad: puede parecer un vía crucis", admitió. "Pero el camino del servicio es el que triunfa, el que nos salvó y nos salva la vida", agregó. Al celebrarse a nivel diocesano la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), Francisco también tuvo palabras especiales para los jóvenes. "Queridos amigos: miren a los verdaderos héroes que salen a la luz en estos días. No son los que tienen fama, dinero y éxito, sino son los que se dan a sí mismos para servir a los demás. Siéntanse llamados a jugarse la vida", pidió. "No tengan miedo de gastarla por Dios y por los demás: ¡La ganarán! Porque la vida es un don que se recibe entregándose. Y porque la alegría más grande es decir, sin condiciones, sí al amor. Como lo hizo Jesús por nosotros".

El Papa volvió a hablarle a los jóvenes más tarde, en la oración mariana del Angelus -que presidió desde la Basílica-, cuando recordó que para hoy estaba previsto que la Cruz de la JMJ de Panamá pasará a los jóvenes de Lisboa. "Este gesto tan sugestivo fue postergado al domingo de Cristo Rey, el 22 de noviembre próximo", indicó. "A la espera de ese momento, exhorto a ustedes, jóvenes, a testimoniar la esperanza, la generosidad, la solidaridad que todos necesitamos en este momento difícil".

Recomendó luego a las personas y familias que no podrán participar en las celebraciones litúrgicas de la Semana Santa "recogerse en oración en casa, también ayudadas por los medios tecnológicos". Volvió a manifestarse espiritualmente cerca de los enfermos, de sus familiares y de todos aquellos que los curan con abnegación y rezó por los difuntos.

Nota de Roma.corriere.it

El Papa: "No estamos solos en el dolor, Dios nunca nos abandona"

"Cuando sentimos nuestras espaldas a la pared , cuando nos encontramos en un callejón sin salida , sin luz y sin salida, cuando parece que incluso Dios no responde , recordamos que no estamos solos ". Francisco celebra la misa que abre la Semana Santa de Pascua , el Domingo de Ramos leemos la historia de la Pasión según Mateo , y el Papa lo escucha de pie, con la cabeza gacha, hasta que se arrodilla en la cima del dolor, en el instante. de muerte ", y Jesús, lanzó un fuerte grito, murió".

Las lecturas de la liturgia y la imagen misma de la basílica de San Pietro , vacía , sin siquiera los bancos donde los fieles suelen sentarse, con el Papa celebrando en el altar de la silla junto con algunos sacerdotes, devuelven el sentido de lo que es. sucediendo en el mundo. Francis murmura: «Hoy, en el drama de la pandemia , ante tantas certezas que se desmoronan, ante tantas expectativas traicionadas, en el sentido de abandono que aflige nuestros corazones, Jesús dice a cada uno:" Valor: abre tu corazón al mío amor. Sentirás el consuelo de Dios., quien te apoya "». Es como si el Papa instó a los fieles a dar sentido al sufrimiento de estos días: "Queridos hermanos y hermanas, ¿qué podemos hacer ante Dios, que nos ha servido para demostrar la traición y el abandono? No podemos traicionar para lo que fuimos creados, no abandonar lo que importa. Estamos en el mundo para amarlo a Él y a los demás. El resto pasa, esto queda ». Así, "la tragedia por la que estamos pasando nos empuja a tomar en serio lo que es serio, a no perdernos en cosas triviales, a redescubrir que la vida no sirve de nada si no se sirve".

Detrás de él, durante la misa, el Papa quería que fuera el icono mariano del Salus Populi Romani y el Crucifijo de San Marcello que en 1522 cruzó las calles de Roma para poner fin a la "gran plaga" , las mismas imágenes que habían acompañado en oración silenciosa a San Pedro cuando dijo: "Nadie se salvará a sí mismo". Entonces ahora repite: «La vida se mide por el amor. En estos días santos, en casa, estamos ante el Crucifijo, una medida del amor de Dios por nosotros. Ante Dios, que nos sirve hasta el punto de dar nuestras vidas, pedimos la gracia de vivir para servir . Tratamos de contactar a los que sufren , los que están solos.y necesitado No pensamos solo en lo que nos falta, sino en el bien que podemos hacer ». Esto es lo esencial, en los días marcados por el Coronavirus: «El Padre, que apoyó a Jesús en la Pasión, también nos anima en el servicio. Por supuesto, amar, rezar, perdonar, cuidar a los demás, tanto en la familia como en la sociedad, puede costar. Puede parecer un Vía Crucis . Pero la forma de servicio es la forma ganadora, que nos salvó y que salva nuestras vidas ». Hoy es la Jornada Mundial de la Juventud , Francesco se dirige a las niñas y los niños en particular para tomar el ejemplo de los modelos más auténticos: «Queridos amigos, miren a los verdaderos héroes, que en estos días salen a la luz: no son los que tienen fama, dinero y éxito, sino aquellos que se entregan para servir a los demás. Siéntete llamado a arriesgar tu vida . No tengas miedo de gastarlo para Dios y para los demás, ¡te lo ganarás! Porque la vida es un regalo que se recibe entregándose. Y porque la mayor alegría es decir sí al amor, sin si y sin pero. Como lo hizo Jesús por nosotros »

Fuente: Diario La Nación Argentina - roma.corriere.it

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