Harry Kane, en la peor temporada que se le recuerda, ha demostrado que puede seguir siendo ese jugador que gana partidos. Directa o indirectamente ha participado en los tres goles con los que el Tottenham ha tumbado a un Manchester City que se queda con la miel en los labios.
Solo hubo un equipo sobre el terreno de juego, y ese fue el City. Pese a ello, los de Guardiola perdieron. ¿Cómo es eso posible? Porque el Tottenham de Conte hizo posible lo imposible, marcar tres goles en prácticamente otras tantas llegadas, con menos del 30% de posesión.
La que tuvo, fue para dentro. No hay más. El City sobó la pelota y generó mil y una ocasiones de gol, exigiendo a Lloris como pocas veces se ha visto exigido esta temporada. Pero el buen hacer defensivo de un Tottenham que acabó con una línea de siete defensas fue superior.
Cuatro minutos necesitó el Tottenham para dar el primer disgusto al City. Cuatro minutos para hilar la primera contra. Cuatro minutos para que Kane diera un pase soberbio a la carrera de Son, para que este encarase a Ederson y se la diese a Kulusevski, quien estrenó titularidad con su primer gol como 'spur'.
El gol no alteró los planes de un City que tenía asumido que le iba a tocar trabajar duro para llevarse la victoria. Se puso el equipo de Guardiola el mono de trabajo y comenzó su asedio.
Un acoso y derribo constante que no dio sus frutos hasta el 33', cuando Gündogan se aprovechó del único error de Lloris. Dudó el francés a la hora de blocar un balón a por el que iba De Bruyne, y dejó el esférico muerto, para que el alemán fusilase a placer.
Y siguió como si nada el City, a lo suyo. Cancelo, por la izquierda, fue un estilete, tirando diagonales para buscar el gol. Pero el peligro llegaba por todos los flancos. El Tottenham daba por bueno el empate y firmaba el descanso, pues la recta final del primer tiempo se le estaba haciendo eterna.
La segunda parte fue más de lo mismo. El City, insultantemente dominador, quería el segundo gol, y lo encontró, pero en su contra. Kane, en el 59', volvió a conectar con Son, o a intentarlo.
El esférico fue interceptado, pero no robado, por el City. Sessegnon agarró la pelota, se la dio a Son y este asistió a Kane para que, ante el estupor generalizado de la zaga 'sky blue', fusilara a Ederson e hiciera el 1-2.
Redobló esfuerzos el City con el segundo gol en contra, y parecía increíble que no fuese capaz de marcar. Lloris firmó una parada tras otra, a cada cual mejor, y los minutos pasaban.
El Tottenham fue encerrándose no ya en su campo, sino en su área. Y los cambios de Conte reforzaron esa idea. La defensa de los 'spurs' no eran dos líneas de cuatro, era una de siete u ocho, dependiendo del momento.
Los minutos pasaban y el City se encontraba enfangado en la guerra de trincheras que había propuesto Conte, hasta que en el añadido, un claro penalti por mano de Romero, que hubo de señalarse previo aviso del VAR, permitió respirar a los mancunianos.
Mahrez lo convirtió, y en un gesto de decidida ambición, sus compañeros recogieron el balón del fondo de las redes para llevarlo cuanto antes al círculo central y dar las menos excusas posibles al Tottenham para que siguiera perdiendo tiempo.
El escenario era perfecto para una epopeya, pero no tuvo el final que los 'sky blues' esperaban. Porque como en las tragedias griegas, el final no fue el que deseado para ellos. Fue, como eran estas, educativo: la ambición desmedida pasa factura.
Porque con el equipo volcado al ataque Walker perdió un balón que se convirtió en un ataque del Tottenham. Un ataque que no debería haber revestido gran peligro de no estar el gran Harry Kane, ese delantero por el que suspira Guardiola, en sus filas.
Doblete del ariete inglés para llevar la locura al sector ocupado por la hinchada visitante y la desolación al resto del estadio, incluido un Pep Guardiola que era incapaz de creer lo que estaba ocurriendo.
El City ha perdido un partido en el que ha chutado 21 balones (aunque solo cuatro a puerta), ha botado diez saques de esquina, ha tenido el balón más del 70% del tiempo y ha metido dos goles. El Tottenham ha ganado haciendo lo menos posible, y ha dado un alegrón a un Liverpool que siente que esta Premier está muy viva.