El jugador Robin Van Persie es uno de los jugadores más experimentados de la selección de Holanda y sus números lo tienen como el goleador histórico de la orange. Para él esto no es suficiente. Su meta es poder lograr un título importante con el equipo de su país y en Brasil es una de sus últimas oportunidades.
Su primera conversación, después del batacazo de Holanda en la Eurocopa de 2012, cuando cayeron de forma sonrojante en la primera fase, fue un tanto ácida, sobre todo porque el nuevo seleccionador, Louis Van Gaal, le explicó que no era la primera opción para el ataque oranje, que prefería a Huntelaar (Schalke) como punto final del equipo. Y Robin Van Persie (Rotterdam; 30 años) aceptó la suplencia, convencido de las palabras y actos de su nuevo técnico, de un argumento y una idea que le agradaba.
—“He disfrutado mucho de los entrenamientos y creo que es un gran entrenador”, le dijo Van Persie a su mujer, Bouchra, tras la primera concentración con la selección de Holanda de Van Gaal.
—“Es genial. Tienes a un buen técnico que no te hace jugar”, le respondió con ironía y en referencia al estreno acabado, la derrota frente a Bélgica.
Un mes más tarde, sin embargo, Van Gaal escogió a Van Persie como el nueve tulipán, puesto que no ha abandonado desde entonces. “Y ocho meses más tarde, me escogió como capitán”, añadiría el delantero, que recogía los galones de Sneijder, futbolista que no contaba en un inicio para este Mundial, pero al que ahora le dan las manijas del equipo y la responsabilidad del último pase porque Van der Vaart se lesionó a última hora.
Pero Robin no solo portará el brazalete en el Mundial de Brasil, sino que también asumirá la presión de ser el inquilino no deseado en el área rival, el protagonista del gol, toda vez que no ha brillado nunca en una gran cita internacional por más que sea el pichichi histórico de Holanda con 41 goles en 79 encuentros, una diana más que el exjugador del Ajax y Barcelona Patrick Kluivert.
No le incomodan, en cualquier caso, a Van Persie los retos. Ya de niño, cuando jugaba en el patio de casa junto a sus amigos marroquíes del barrio conflictivo de Kralinngen (Rotterdam) y para el disgusto de uno de sus vecinos que le quitaba las pelotas, anunciaba: “Quiero ser el mejor del mundo”. Una pose o determinación, toda una gallardía, que creó recelos en el Feyenoord, hasta el punto de que decidieron no quemar etapas con él, confiados a que el tiempo le haría madurar en lo personal y en lo deportivo. No se equivocaron porque al cabo de poco tiempo llamó la atención de Wenger y el Arsenal.
Relegado de inicio al banquillo gunner porque Wegner prefería por aquel entonces a Reyes (Sevilla) en la banda y a Adebayor primero y luego a Bendtner en la punta, Van Persie era una duda por eclosionar. Lo hizo cuando acabó de ganarse un hueco en el centro de la delantera, quizá porque el técnico entendió que es un futbolista que funciona cuanto menos exigido está en el pase a cambio de poner el remate. Así, en sus dos últimas temporadas de un ciclo de ocho cursos en el Emirates, marcó 22 y 37 goles. Por eso lo llamó Alex Ferguson en 2012, entonces mánager del Manchester United, que no titubeó en gastarse algo más de 30 millones en su fichaje, los mismos goles que convirtió en su primer ejercicio como diablo rojo. Ocurre, sin embargo, que en esta campaña le han castigado las lesiones, sobre todo al final, cuando, tras festejar un hat-trick frente al Olympiacos en los octavos de final de la Champions, sufrió un esguince de rodilla.
Suma Van Persie desde su regreso seis encuentros y ninguno completo, sustituido en el intermedio frente a Gales, el pasado 4 de junio. “Tranquilos, solo es una irritación en la ingle”, resolvió el jugador ante las crecientes incógnitas de la prensa holandesa, toda vez que Van Gaal no tiene dudas de que es el delantero boya de Holanda. Puede, no obstante, que frente a España cambie de sistema y aplique un 5-3-2 en vez del 4-3-3, tan habitual como exigido por parte de los cruyffistas. “Es una buena señal que Van Gaal no se quede anclado en el mismo viejo sistema”, opina Robin; “trabaja de una forma increíblemente dura y transmite sus ideas a los jugadores de manera muy clara”. La idea, entonces, pasa por poner a Robben a su lado, el desequilibrio en las zonas definitivas para que Van Persie ponga el oportuno disparo.
Pero la irritación en la ingle no ha sido el único sobresalto de Van Persie con Holanda; hace unos días, en una famosa playa de Ipanema, sufrió el ataque involuntario de un kitesurfista, que aterrizó sobre él y Janmaat cuando daban un paseo por la arena. Acumulación de contratiempos y contrariedades, como los padecidos con el Manchester United todo el año, equipo descabalgado de Europa por la mala gestión deportiva tanto de los despachos como en el césped, finalmente despedido Moyes, relevado por Ryan Giggs como solución de urgencia, y ahora con la designación de Van Gaal como nuevo técnico.
Robin ha disputado ya dos Mundiales, con un único gol por evento. “Ahora soy el capitán y lo asumo con orgullo, pero en el terreno de juego mis tareas siguen siendo las mismas. La única cosa que ha cambiado es mi edad y que me han salido más canas”, expuso con humor Van Persie en una entrevista reciente a la FIFA; “estoy bien, preparado para comenzar el Mundial, pero con dolores que me persiguen en los últimos cinco o seis años”.
Brasil es la oportunidad del nueve, ese chico que siempre tuvo claro que, a diferencia de sus padres, quienes veían en un árbol algo fascinante por su condición de artistas, él siempre expresaría su “arte por el balón”. Le queda, sin embargo, firmar su obra maestra. Justo lo que le reclama Holanda y el ya convencido Van Gaal.