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En los últimos años hemos visto como Qatar, Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí compiten para hacerse con el control del fútbol europeo y ganar peso político. 

Un artículo presentado por Diario Sport de España habla sobre este tema y los millones de euros que se están invirtiendo. 

Recientemente el caso más sonado se presentó en Inglaterra con la venta del Newcastle al fondo Public Investment Fund (PIF), controlado por el estado de Arabia Saudí. 

Aquí la nota de Diario Sport 

Cuando Qatar Foundation aterrizó en la camiseta del FC Barcelona en septiembre de 2011, siendo entonces el patrocinio mejor pagado de la historia del fútbol -30 millones de euros por temporada-, muchos se preguntaron por qué un país tan lejano y pequeño como Catar estaba dispuesto a invertir tanto dinero en el deporte europeo. Pocos meses antes, en diciembre de 2010, la candidatura del emirato había sido la elegida para la celebración del Mundial de 2022 por delante de Estados Unidos sin prácticamente disponer de infraestructuras. Hoy ya es conocida la enorme polémica que envuelve a un Mundial que, por primera vez en la historia, se disputará en otoño. Tráfico de votos, compra de voluntades y más de 6.500 obreros muertos son algunas de las acusaciones que tanto varios investigadores como la misma Amnistía Internacional vienen denunciando desde que Catar se hizo con el torneo.

  

Dos años antes de la entrada triunfal de Catar en el mundo del fútbol, la familia real de Abu Dabi -otro emirato del golfo Pérsico- había comprado el Manchester City por 150 millones de libras. Más de una década después, el jeque Mansour bin Zayed bin Sultan Al Nahyan se ha gastado casi 1.500 millones en un conglomerado futbolístico que se ha expandido a nivel mundial, con clubes de su propiedad (New York City, Melbourne City y Troyes) y con participación en el accionariado del Girona, el Yokohama Marinos japonés, el Montevideo City Torque uruguayo, el Sichuan Jiuniu chino, el Mumbai City indio y el Lommel belga. Abu Dabi, el emirato más grande de los siete que forman los Emiratos Árabes Unidos, se adelantó a todos sus competidores. Además de comprar el City, fue pionero y organizó el Mundial de Clubes de la FIFA en 2009 y en 2010 antes de que Catar consiguiera la Copa del Mundo de selecciones y decidiera dar el paso, en 2011, de adquirir el Paris Saint-Germain, el equipo que este verano fichó a Leo Messi para completar su álbum de cromos e intentar, de nuevo, la conquista de la Champions League.

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Ambas maniobras, tanto la de Catar como la de Abu Dabi, responden a ciertos objetivos que, siendo algunos de ellos comunes, tienen sus diferencias. “Mientras Catar ha gestionado las inversiones en el exterior como una herramienta de construcción de marca de país, en el caso de los Emiratos hay un uso de las inversiones a efectos de mejorar la competitividad de la región”, analiza para Sport Dossier Xavier Ginesta, profesor de Marketing Deportivo de la Universitat de Vic-Universitat Central de Catalunya y autor del libro La Disneyització del futbol (Eumo). “La cuestión política está más difuminada en Abu Dabi, pero son matices. En Catar hemos visto una clara estrategia de diplomacia pública a través del deporte, mientras que en Emiratos se ha intentado construir marca de territorio desde una racionalidad más económica, para atraer inversiones, talento y turismo”, comenta.

LOS PAÍSES DEL GOLFO BUSCAN INFLUENCIA GEOPOLÍTICA CON SUS INVERSIONES EN EL FÚTBOL

En Europa, los regímenes políticos del golfo Pérsico no están bien vistos. Las familias reales dominan el país, no hay elecciones y, por lo tanto, no hay democracia. Tampoco existe la libertad sexual ni de expresión tal y como las entendemos en el Viejo Continente, y la discriminación de la mujer sigue a la orden del día. A través de sus inversiones, no solamente en el deporte, estos Estados intentan limpiar su imagen y posicionarse políticamente entre los países más influyentes del mundo. “En términos políticos, hablamos de marca de país, de poder blando, de actividades diplomáticas, de relaciones nacionales, de imagen y reputación. Todas estas cosas están conectadas en ambos casos”, explica a Sport Dossier el experto en Eurasia Simon Chadwick, profesor de Economía Geopolítica del Deporte de la EMLyon Business School.

En esos países, el fútbol no es un deporte de consumo masivo. Los estadios no se llenan y los títulos no se celebran en multitud. A mediados de los 2000, Catar empezó su expansión importando talento y ofreció retiros dorados a futbolistas de la talla de Pep Guardiola o Fernando Hierro. Pero el emir Al Thani pronto mejoró la estrategia. Además de atraer a jugadores, Catar debía estar físicamente en Europa si quería tener influencia real. “Catar no escondió su voluntad de usar el fútbol como una herramienta de posicionamiento geopolítico. En el PSG, hay una estructura piramidal liderada por Al Khelaïfi [amigo del emir y presidente de Qatar Sports Investment] donde muchas de las decisiones que se toman tienen un trasfondo político”, explica Ginesta, que lo compara con el Manchester City y su menor peso geoestratégico en Europa: “Las decisiones para hacer crecer City Football Group tienen una racionalidad económica. El Sheikh Mansour solo se plantea la relación con su conglomerado desde un punto de vista de la rentabilidad”.

Y APARECE ARABIA SAUDÍ

En los últimos años, el país más restrictivo del golfo Pérsico ya había puesto un pie en el deporte europeo albergando torneos oficiales de poca trascendencia como la Supercoppa italiana o la misma Supercopa de España, que repetirá sede y formato de semifinales y final este próximo mes de enero. Pero el 7 de octubre pasado, el Fondo de Inversión Público saudí siguió los pasos de sus vecinos y cerró la compra del Newcastle United, una operación muy celebrada por los aficionados de las ‘Urracas’ pero a la vez criticada por el origen del dinero. El propietario del Newcastle es ahora Mohammed bin Salman, el príncipe heredero de la corona, una de las grandes fortunas del planeta con más de 320.000 millones y un hombre acusado en reiteradas ocasiones de violar los derechos humanos. Sin imaginárselo, el Newcastle se ha convertido en el club más rico del mundo. El capital de bin Salman multiplica por once la riqueza del Sheikh Mansour, el ‘jefe’ del Manchester City.

Arabia Saudí también quiere tener peso en las grandes decisiones a nivel geopolítico. Quiere estar donde todos están, tener voz y voto en la cocina. “Hay una cierta línea de continuidad con lo que hizo Catar. Viendo lo que está haciendo en el ámbito del deporte, mantiene una estrategia de blanqueamiento, porque evidentemente Arabia Saudí tiene muchos problemas para legitimar su régimen. Hay un uso del deporte muy evidente”, dice Xavier Ginesta. “Arabia Saudí no ha hecho nada hasta ahora. No tiene influencia política, no tiene posición estratégica, no tiene impacto en decisiones comerciales, no tiene entrada en el fútbol europeo”, comenta Chadwick. “Busca tener un sitio, como Catar y Abu Dabi, pero llega tarde a la fiesta. Hay una clara desventaja estratégica, ya que los otros países tienen mucho peso no solamente en la UEFA, sino en otras confederaciones”, señala el profesor de la EMLyon. El experto en Eurasia cree que debemos esperar varios años para valorar si la inversión en el Newcastle United puede llegar a tener éxito: “No podemos decir todavía cómo les irá la apuesta. Necesitamos unos tres o cinco años para entender cuál es su plan, es difícil predecirlo”.  

Fuente: Diario Sport 

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