Los ojos del mundo del fútbol se ponen ahora sobre Catar. No porque sea la sede de la próxima Copa del Mundo, sino porque desde hace una década cuando adquirió al PSG, se ha convertido en uno de los principales protagonistas en los mercados de fichajes.
El emir de Catar, Tammin bin Hamad Al Thani, que recibió el cargo en 2013 tras la inusitada abdicación de su padre, tiene la última palabra sobre la novela en la que se ha visto atrapada la industria. Llegados a este punto, ya solo él, por encima del presidente Nasser Al-Khelaïfi, puede decidir si abre la mano y en qué medida lo hace en una negociación con el club blanco.
Si acepta la salida del jugador francés de 22 años y si la cantidad que reclamaría se encuentra dentro de los márgenes de la operación. Su posición de fuerza, exhibida en las últimas jornadas, no resultaba muy esperanzadora para el club blanco a la espera del cierre del mercado, este martes a la media noche en España.
Hasta ahora, el pasado de Tammin bin Hamad Al Thani ha dejado clara una actitud inflexible a la hora de afrontar estas situaciones. Neymar, Verratti o Rabiot pueden dar testimonio de ello. Sin necesidad de dinero, a diferencia de la abrumadora mayoría del resto de clubes, en los encuentros con el emir relacionados con el fútbol influyen aspectos mucho más vaporosos y susceptibles como el poder, el orgullo y la imagen. Conceptos que, solo al final, tienen una traducción monetaria.
Desde que se hiciera con el PSG en 2011, Catar, un país intrascendente como Liga y selección, se ha convertido en una capital del fútbol mundial imprescindible para entender cada movimiento. Suyos, a través del club parisino, han sido los dos fichajes más caros de la historia (Neymar por 222 millones y precisamente Mbappé por 180, ambos en 2017) y el más sonado (Messi, que llegó libre hace tres semanas y cobra 36,5 netos por curso). Este verano, además, engordó el álbum con el excapitán del Madrid, Sergio Ramos.
En esta década, ha gastado 1.391 millones en jugadores, una cantidad que no ha necesitado cuadrar con ventas (452), según suele ser la norma en el resto del equipos. Y, como remate a esta hegemonía, el país organizará en 2022 el próximo Mundial, que se celebrará de forma extraordinaria entre noviembre y diciembre, lo que obligará a cambiar todo el calendario, para evitar las altas temperaturas del verano en el país.
Su infinito músculo económico lo ha elevado a otra dimensión a la hora de tratar con el mercado. No aceptar, al menos, 180 millones por un jugador (Mbappé) que, en realidad, acaba contrato dentro de un año, se ha negado repetidamente a renovar y sería libre a partir de enero para negociar su futuro con otro club, presentan a este PSG como una excepción.
A través de Qatar, el conjunto galo simboliza a ese nuevo mundo que reta a las viejas cancillerías europeas. La trama abierta entre el conjunto francés y el Madrid por el delantero muestra bien esta nueva dualidad.
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